El dilema del BNG: hacer oposición o colaborar en la construcción de una nueva España

Manoel Barbeitos
Economista

En esta última semana tuvo lugar en el pleno del Congreso de los Diputados el debate de las enmiendas a la totalidad al SPGE (Proyecto de Presupuestos Generales del Estado 2021)  presentadas por PP, Vox, JxCat (sin el PdeCAT), Coalición Canaria, Foro Asturias, CUP y BNG. Enmiendas que serían rechazadas por una amplia mayoría.


La impresión que el BNG refleja con este tipo de actuaciones en el Parlamento español es la de que esta organización gallega carece de una estrategia para el estado español. Una carencia que se evidencia, además, en su incapacidad para articular junto con otros partidos soberanistas (PNV, ERC, BILDU, CUP, COMPROMIS, COMUNES...) estrategias en clave federal y republicana. Carencia que también es manifiesta en las citadas organizaciones, lo que las coloca a todas en una situación claramente subordinada tanto frente las organizaciones estatales (PSOE; PP; UP; Cs) como al propio Estado.


Por mucho que los soberanistas gallegos, catalanes y vascos se nieguen a aceptarlo, su larga marcha a, por caso, la independencia, se hará eterna si por el camino no avanzan de la mano con las fuerzas progresistas estatales (PSOE, UP), en la conquista de espacios de mayor soberanía, más democracia y federalismo. Los problemas de Galicia con España no son un problema exclusivamente gallego sino que son también un problema de Cataluña, País Vasco, Andalucía... Un problema plurinacional derivado del hecho de que, hoy por hoy, hay unas soberanías que no se sienten representadas por el régimen del 78. Un problema plurinacional frente al que, como se puso en evidencia en Cataluña -el  Process-  y antes en el País Vasco -plan Ibarretxe-, no son operativas las acciones unilaterales, pues acaban fracasando.


Fracasan porque como también nos enseñan otras experiencias habidas durante la democracia, y muy en concreto lo sucedido en el 2006 con el estatuto de Cataluña, no es posible avanzar en la soberanía y en el federalismo sin iniciar un nuevo proceso constituyente o, en su defecto, proceder a una honda reforma constitucional que permita llegar la raíz de los problemas que evidencia el actual modelo territorial del estado. Reformas que alcanzan a asuntos muy relevantes y centrales del régimen del 78 y que van desde la jefatura del estado hasta el poder judicial,  pasando por la definición del propio estado español como un estado plurinacional. Reformas que por su calado y dificultad exigen de mayorías muy amplias en las cámaras, de pactos entre las autonomías y el estado y de un muy grande apoyo popular.


Mayorías, pactos y apoyos que, hoy por hoy, no aparecen en el horizonte más inmediato. Mayorías que hay que construir día a día, con paciencia y con las ideas muy claras. He ahí mi discrepancia, por caso, con esa posición enmendadora del BNG con los presupuestos públicos más progresistas y descentralizados de la democracia española. Una posición que, significativamente, tampoco fue coincidente con la de las fuerzas soberanistas más afines (ERC,  BILDU,  Compromis...) y que situó al BNG en el mismo lado del escenario político que las fuerzas de las derechas (PP, CC, JxCAT...) e incluso de las más reaccionarias (Vox). Lejos, por tanto, de un posible y necesario acuerdo en este caso sobre unos presupuestos expansivos elaborados en un contexto social duramente castigado por la COVID19 y defendidos en un escenario político maltratado por el permanente barullo de unas derechas tiradas al monte.


Por esas razones, decisiones políticas como la citada, son pasos atrás en la articulación de esas mayorías que puedan conducir tanto a ampliar las cuotas de soberanía como a avanzar en el federalismo republicano: "caminante no hay camino, se hace camino al andar". Pasos atrás que de no ser enseguida revertidos tendrán costes electorales importantes para esa organización. No olvidemos que, según los análisis más rigurosas, el BNG en las últimas elecciones autonómicas (2020) recogió votos entre los caladeros electorales del PSdeG/PSOE, En Marea y Podemos-EU-ANOVA -unos 190.000- lo que le permitió colocarse como líder de la oposición en Galicia. Votos que puede perder ahora con decisiones como la citada sin, por caso, ganar votantes de otros caladeros. 

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