Joan Laporta, el amigo de Puigdemont que quiere politizar el Barça

Carmen P. Flores

El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Es un dicho popular con fundamento que nace de la observación a lo largo de la historia de la humanidad. Ahora, Joan Laporta vuelve a las andadas con su candidatura a la presidencia del Barça, donde en esa etapa que presidía el club blaugrana hizo los grandes negocios de su vida y envuelto en la señera se volvió independentista y metió al club en más de un aprieto deportivo político y económico. Eso sí, las juergas, algunas de las cuales le preparaba el hermano de Sala Martín -colocado a dedo en el ayuntamiento de Viladecans- eran regadas no con cava catalán, sino con Moët & Chandon, que era más chic, daba mejor el pego. Además, se codeó con “españolas” -de otras nacionalidades también- como Viki Martín Berrocal, María Eugenia Martinez de Irujo -la hija pequeña de la duquesa de Alba-, y el empresario Rosauro Varo, entre otros. Se les podía ver en la cubierta de un yate, en Ibiza, como si fuera un Playboy. Lomostraban las imágenes de la prensa del corazónSiempre le ha gustado ese tipo de exhibicionismo sin importarle lo que pensaran los socios y simpatizantes del Barça.


Publicidad del precandidato a la presidencia del FC Barcelona Joan Laporta en los aledaños del Santiago Bernabéu, estadio del Real Madrid




Pero es que Laporta nunca quiso pasar desapercibido, más bien al contrario. En el año 2005 protagonizó un episodio vergonzoso en el aeropuerto del Prat que dejó atónitos a los allí presentes, cuando después de pasar varias veces por debajo del arco de seguridad -medidas más estrictas que se habían tomado por los atentados de Londres- seguía pitado. A él, con un cabreo monumental fruto de su soberbia, no se le ocurrió mejor idea que sacarse los pantalones. Su acto fue noticia durante varios días, sin que le preocupara demasiado.


Qué decir cuando colocó a una de sus novietas como relaciones públicas de la entidad, sin sentir el más mínimo rubor. Su afición por las mujeres y la buena vida marcaron su “reinado “en el club. Todavía se acuerdan de ello en el Barça.


Laporta se gastó un auténtico dineral en espionaje y en seguridad, tanto del club como para su uso personal. El montante de esos servicios, en sus últimos cinco años fue de casi tres millones de euros. Sus “victimasespiadas: vicepresidentes, periodistas y exdirectivos, entre otros. Dos nombres claves en estos menesteres: Joan Oliver, director general del club, y Xavier Martorell, exdirector de seguridad del club. Por cierto, Joan Oliver fue socio -no sabemos si sigue siendo- suyo en otros negocios, entre los que destaca la compra del CF Reus tres años después de que abandonaran el club azulgrana. Desde que ellos se hicieron cargo de la entidad deportiva se generó una deuda de más de cinco millones de euros. Una gestión “impecable” que se cargó al club.


Es  conocida la relación de Laporta con el empresario audiovisual Jaume Roures, quien gestionó el canal Barça y todos los temas audiovisuales del club hasta que llegó Rosel y lo envió a su casa -situación que no gusto a ninguno de los implicados. 


Conocida es la relación de Joan Laporta con Puigdemont -incluso realizaron juntos un viaje de placer a Rumanía, lugar de nacimiento de la esposa de Puigdemont, que les  acompañó. Conocidas y publicitadas en las redes sociales son las paellas organizadas por la reinona Rahola con sobremesas musicales y foto de familia. A esto se ha sumado los encuentros con el huido en Perpiñán y Bruselas donde ha ido a solidarizarse con él. En los últimos tiempos, cuando se hablaba de la posibilidad de presentarse a las elecciones, Laporta ha despachado con Puigdemont, y no para recordar los días de Cadaqués.


La relación con el independentismo y sobre todo con Carles Puigdemont no se queda solo en comidas, sino que hay una estrategia para hacerse con el control del Barça y politizarlo.


La relación con el independentismo y sobre todo con Carles Puigdemont no se queda solo en comidas, sino que hay una estrategia para hacerse con el control del Barça y politizarlo. Es una nueva ventana para emitir sus arengas al mundo sobre el procés, los presos políticos y lo que haga falta. Una actitud que preocupa a una parte importante del barcelonismo, que no ve con buenos ojos mezclar la política con el club.


Pero el pasado y el futuro de Laporta siguen ligados, en esta ocasión también por la figura de Lluís Escolá, el sargento de Mossos de Escuadra que acompañó a Puigdemont en su huida a Bruselas. Posteriormente lo colocaron en la Conselleria de Interior de Buch-  curiosamente,  después, el conseller fue fulminado por Puigdemont-, donde hacía gala de su independentismo. Pues bien, este defensor del expresidente también había trabajado con Laporta en el Barça, en el área de seguridad. El duo Laporta-Puigdemont es la práctica de Juan Palomo que ya sabemos lo que dice.

Por si esto no fuera poco, Laporta ha fichado para su candidatura, hace unos días, al niño guapo, el ex republicano Jordi Portabella -que fue con el en la lista del partido que fundó Laporta con el éxito que todos conocen después de haber estado cuatro mandatos como líder de ERC en el ayuntamiento de Barcelona- y  lo hace para fastidiar a ERC, el partido del que ha recibido tanto.


Con todos estos antecedentes conocidos -otros no se han explicado aún- Laporta se presenta a las elecciones, sin la menor conciencia de todo lo mal que lo ha hecho dentro y fuera del club. Algunas encuestas dicen que puede ganar, situación que pondría en serios aprietos al Barça y su afición. Veremos lo que sucede, pero si se alza con el triunfo, solo cabe decir que hay demasiados masocas en el Barça y que no piensan que los presidentes del club deberían dejar la política colgada en las vallas. Aún no se han puesto las urnas y puede suceder cualquier cosa en un club que hasta el  primer mandato era un club unido y con seny. Cosa que puede cambiar con el retorno del Rey de la juerga.

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