Las lucubraciones de Carles Puigdemont
ERC tiene el enemigo en casa, situación que está minando al Govern y su credibilidad, cosa que no solo no le molesta al huido, sino que se alegra de que esto sea así.Hace tan solo unos días Puigdemont activaba de nuevo el gobierno en la sombra, o como a algunos les gusta llamar, “el gobierno en el exilio”, para decirle a Pere Aragonés que el presidente es él, aunque en esta ocasión no se haya presentado a las elecciones, y que el gobierno legitimo es el actual porque ha salidos de las urnas, no como el Consell de la Republica creado por él, los huidos y unos cuantos amiguetes y románticos.
Cuando el sentido común ha sido desplazado por la prepotencia y la soberbia que le envuelve, pocas cosas buenas se pueden esperar de las personas imbuídas. Es una desgracia en si misma, mayor cuando afecta a servidores públicos, que en lugar de actuar con mesura, imparcialidad y sentido de la responsabilidad se envuelven de patriotas - en beneficio propio- y lían a unos cuantos, sin calcular el daño que pueden provocar con sus acciones. Eso no importa, es un mal menor. No sé quién dijo - pero es perfecto- que “cuando un hombre estúpido está haciendo algo de lo que está avergonzado, siempre declara que es su deber”.
La frase viene al pelo para definir al gran visionario y hombre de “estado”, el expresidente de la Generalitat, el huído, Carles Puigdemont, al quien la democracia le vale cuando se ajusta a sus ideas, intereses y pretensiones. Cuando no es así, la pone en duda, la critica y hasta pretenden cargársela, para tener argumentos que se desmontan por sí solos. Esa actitud la tiene desde una cómoda posición de cobrar un buen sueldo - tanto él como su mujer- y tener los gastos pagados. No es un pobre de solemnidad, ni un exiliado en precario como quiere dar a entender. No, es un político que en lugar de afrontar las consecuencias de sus acciones - de las que era conocedor- cogió la de Villadiego y dejó a sus compañeros de gobierno en Catalunya para que se comieran el marrón. Puigdemont es una persona valiente, consecuente con sus ideas y sobre todo con sus actos. No estaba solo en esa decisión de marcharse, le siguieron unos cuantos conselleres que pensaban lo mismo que él. Hay que reconocer que el miedo es libre, aunque algunas personas son presas del mismo.

Puigdemont está bombardeando la “Mesa de Dialogo” porque no le interesa una política de dialogo con el gobierno de Pedro Sánchez. La confrontación es su arma favorita. Contra eso, es muy difícil que se puedan encontrar puntos de encuentro. Lo grave del asunto es que su partido forma parte del gobierno de Catalunya, lo que empeora más la situación, con esos ataques directos al presidente Pere Aragonés, que es la antítesis de él. ERC tiene el enemigo en casa, situación que está minando al Govern y su credibilidad, cosa que no solo no le molesta al huido, sino que se alegra de que esto sea así.
Hace tan solo unos días Puigdemont activaba de nuevo el gobierno en la sombra, o como a algunos les gusta llamar, “el gobierno en el exilio”, para decirle a Pere Aragonés que el presidente es él, aunque en esta ocasión no se haya presentado a las elecciones, y que el gobierno legitimo es el actual porque ha salidos de las urnas, no como el Consell de la Republica creado por él, los huidos y unos cuantos amiguetes y románticos.
El objetivo de esta activación táctica es el de tener un papel activo en la política catalana, con su correspondiente parcela de presencia en los medios de comunicación. Para dar un paso más en sus pretensiones de seguir criticando por el mundo lo mal que España trata a Catalunya ha creado una especie de Ministerio de Exteriores que tejerá una red, no de diplomáticos sino de catalanes por el mundo que quieren dar apoyo e ir predicando la versión independentista. De esta manera, los políticos no estarán siendo fiscalizados. Eso sí, dicen que la acciones estarán coordinadas con la Conselleria de Acción Exterior, que está en manos de su partido, JXCat. Todo queda en casa.
Una situación realmente surrealista que Puigdemont y los suyos se han tomado como un juego de mesa, para desgracia del país. Este panorama pone en peligro el gobierno de Aragonés, escenario que era ya previsible una vez conocido que los republicanos no querían un gobierno con los socialistas.
El Consell per la Republica es un juguete para un expresidente que no ha asumido que ha dejado de serlo. Tampoco ha asumido que las urnas han puesto a Pere Aragonés al frente del mismo, le guste o no, lo torpedee, o le haga las mil y unas: el presidente democrático es Pere Aragonés, con un gobierno de coalición y esa es la única realidad, no una elucubración. El Consell per la Republica es la ilusión de alguien que no se resigna a aceptar la nueva realidad.
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