Merkel y la dote del novio

Luis Moreno

Merkelelecciones


Como se preveía, el triunfo de Angela Merkel en las elecciones celebradas ayer en Alemania ha sido neto. Pero el número de parlamentarios de su formación (CDU-CSU) será insuficiente para lograr una mayoría en el Bundestag. Necesita apoyo de un socio para renovar su responsabilidad en la Cancillería como Bundeskanzlerin.


Utilizando el símil de las antiguas componendas matrimoniales, la estabilidad gubernamental germana depende de la dote que ofrezca el 'novio' para formar un ejecutivo estable. Algo hemos avanzado en cuestiones de género --permítaseme el chascarrillo-- si ahora son las mujeres quienes sopesan la dote de sus pretendientes masculinos antes de decidirse a coaligarse. Recuérdese que, según se establecía en la Antigua Grecia, eran los hombres quienes elegían a sus mujeres teniendo en cuenta además otras dos consideraciones: su fertilidad y su capacidad laboral.


De los porcentajes obtenidos por las formaciones en las elecciones de ayer cabe extraer algunos indicios para vislumbrar el casorio de los próximos cuatro años en Berlín. Si no fructificase el noviazgo, podrían volver a celebrarse elecciones, lo que es inhabitual en la Alemania contemporánea. En primer lugar, hay que tener en cuenta el peso electoral obtenido por las distintas formaciones con representación parlamentaria. Como era de esperar, la primera de las dos grandes formaciones alemanas, CDU/CSU ha conseguido la minoría mayoritaria con un 33% de votos, seguido del SPD con un 20,5%.


Si se comparan los resultados de ayer con las elecciones de 2013 (41,5% y 26% del voto popular, respectivamente), ambos partidos han perdido respaldo de los votantes. Sí lo ha ganado la extrema derecha representada por AfD (Alternative für Deutschland) que entra ahora por primera vez en la Cámara Baja alemana. Pero su porcentaje de voto popular (alrededor del 13%) debe relativizarse si se le compara con el obtenido por otras formaciones populistas y xenófobas en las pasadas elecciones holandesas y francesas (13% de votos para el populista Geert Wilders en Holanda, y 21% para Marine Le Pen en la primera vuelta de las presidenciales francesas.)


El liberal FPD (Freie Demokratische Partei), liderado por Christian Lindner, consigue reentrar en el Bundestag y es un claro pretendiente para entrar en un gobierno de coalición. Ya estuvieron los liberales en coalición con la CDU tras las elecciones de 2009, aunque luego no alcanzaron el 5% de los votos para acceder a la Cámara Baja en 2013. Sin embargo, la suma parlamentaria de cristianodemócratas y liberales no es suficiente ahora. Se necesitaría la incorporación de otro partido como los Verdes (Die Grünen) para conseguir la mayoría. Como me comenta Helmut Greiner, mi esforzado compañero de fatigas en el gimnasio, esta posible coalición de gobierno, denominada 'Jamaica' porque los colores de los tres partidos involucrados corresponden a los de la bandera del país caribeño, es improbable por las diferencias programáticas entre liberales y verdes. Pero también me indica que los votos 'Jamaica' (CDU-FDP-Grünen) han permitido al cristianodemócrata, Daniel Günther gobernar en Schleswig-Holstein, después de la elecciones regionales celebradas hace tres meses en este Land (estado federado) vecino de Dinamarca. Así que no puede descartarse esta posibilidad.


La principal incógnita a despejar será la decisión a tomar por el SPD respecto a la renovación de la Gran Coalición de gobierno. Su eventual acuerdo con la CDU haría 'sencilla' la reelección de Angela Merkel como Canciller federal. Pero durante la noche electoral, y muy probablemente afectados por sus pobres resultados, los socialdemócratas han manifestado su intención de pasar a oposición. El tiempo dirá si ello es posible, a la vista de la posible alternativa de la coalición 'Jamaica'. Si esta no lograse constituirse, la dirigencia del SPD podría optar por someter a sus 450.000 militantes la aprobación de un acuerdo de gobierno con la CDU como ya pasó en 2013. Entonces casi un 80% de los afiliados al partido socialdemócrata alemán se pronunciaron a favor de reeditar una Gran Coalición entre los dos grandes partidos.


A comienzos de 2017, muchos gacetilleros apuraban sus sombríos vaticinios de rotura y desintegración política en el Viejo Continente, ante lo que parecían imparables avances de los populismos neofascistas en Francia y Holanda, así como por las secuelas del Brexit británico y el consiguiente reforzamiento de la Angloesfera a escala global bajo el liderazgo (sic) de Donald Trump. El posible gobierno de Gran Coalición alemán sería una gran noticia para la UE y el proceso de europeización. También lo sería el posible ejecutivo 'Jamaica', porque tanto liberales como verdes son declarados europeístas. Son tiempos para una razonable complacencia.


En los próximos meses, y con el renovado ímpetu del eje franco-alemán, la Eurozona debe revitalizarse y caminar hacia una mayor integración económica con una mayor armonización fiscal y, ¿por qué no?, un ministro común para una Hacienda común del euro. Debería reforzarse la seguridad interna continental con una optimización de los servicios de inteligencia y la articulación de una fuerza fronteriza transnacional que atienda al candente asunto de los refugiados. Como bien decía Angela Merkel el pasado 27 de mayo en Múnich: "Los europeos debemos tomar el destino de nuestro futuro en nuestra manos".


Confiemos en la sintonía Merkel-Macron, que debe contar con la asistencia de una Italia que confrontará unas importantes elecciones generales antes de la primavera próxima y una España un tanto embozada en los foros e iniciativas europeos. No sólo el gobierno del PP mantiene un perfil bajo --perdóneseme el eufemismo-- para proponer, por ejemplo, la institucionalización del Eurogrupo y sus rendición de cuentas ante el Parlamento europeo. Su poca atención a los asuntos exteriores se camufla con la casposidad agregada de los partidos de la oposición. A todos ellos --gobierno y oposición-- les iguala en este asunto trascendental para el porvenir de nuestras sociedades el ombliguismo de la porfía pequeña por ocupar las poltronas de las instituciones domésticas. Se olvidan de la madre Europa, aunque todos se reclaman sus hijos. Incluidos aquellos que quieren irse, pero también quedarse. ¿Serán galgos o podencos…?


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