El Festival PortAmérica es tan grande que se queda pequeño
El de Portas es un evento que no ha dejado de crecer en los últimos años y que promete mantener la línea ascendente en sus próximas ediciones.
Este 2025 el PortAmérica rompió todos los registros. Encontrar un sitio para aparcar fue una tarea hercúlea, pero tampoco resultó menos laborioso moverse por los terrenos de la Azucareira de Portas, sacar un ticker para disfrutar de los pinchos gourmet o, incluso, encontrar un lavabo vacío. Todo fueron colas, más cortas o más largas, por la gran afluencia de público que experimentó una de las citas culturales del verano en Galicia y uno de los festivales referencia a nivel nacional, que con su tendencia al alza obliga a cuestionar si ha alcanzado su techo o si tiene todavía margen para crecer todavía más a la velocidad exponencial a la que lo viene haciendo.
65.000 GRACIAS
En esta edición fueron 65.000 las gracias que hubo que repartir entre el público, pero parecieron más. No quedó papel en las taquillas del PortAmérica, donde agotaron todos los boletos para los tres días de música y alta cocina, y se notó. Había gente en todas partes. Daba igual si ibas a los escenarios principales, como al Showrocking, como al mercado de talentos, como a la Duendeneta, como si andabas bichear entre las muchas actividades paralelas del recito... Todo estaba hasta la bandera, sinónimo del éxito de crítica y público del que goza el festival.
La propuesta no puede ser más seductora, pues entre sus virtudes el PortAmérica destaca por ser un trampolín para artistas emergentes, como la berciana afincada en Vigo Carla Lourdes, y para consolidar voces que, tal vez, ya no necesiten presentación, como ocurre con Carlos Ares o Travis Birds, dos ejemplos del buen momento que vive la canción de autor.
En paralelo, encontramos la cocina de autor, que en este sábado con sabor a despedida endulzaron la destreza culinaria de la colombiana Catalina Vélez, la argentina Carito Lourenço o el mexicano Fabián Delgado, flanqueados por titanes de la cocina nacional como Alén Tarrío, Álex Marugán, Begoña Rodrigo o Dani Carnero, por citar a solo algunos de la lista que compuso un año más el PortAmérica durante tres días de fogones al rojo para deleitar a miles y miles de paladares bajo el liderazgo de Pepe Solla, que se desenvuelve igual de bien con una sartén como con una guitarra.
Más allá de las sorpresas, a nadie sorprendió ver a cien gaviotas sobrevolando la Azucareira, pues Duncan Dhu las soltó en el viaje de los guipuzcoanos a sus grandes éxitos. Tampoco escatimaron en temazos los componentes de Sidonie, tan en forma como siempre con su cuarto de siglo de psicodelia a la espalda y más de una decena de discos contemplando su trayectoria.
Desenfrenados como el primer día, navegan entre el público sin miedo a perderse entre la gente, porque aunque no puedan verlos, siempre están aquí, y porque aunque sostengan una y otra vez que no salen más, siempre están dispuestos a una última ronda. A nosotros nos gustan todo el rato, sobre todo cuando Axel saca un sitar y el PortAmérica vuela hasta la India o nos ahorran el billete a Cardiff, pues hicieron sonar el 'Wonderwall' de Oasis en el corazón de Pontevedra. Con razón estamos todos tan fa-fa-fa-fa-fascinados con su estilo.
MUCHO SABE A POCO
Pese a todo, quedó patente que al que esperaba el público era a Melendi. Una panorámica basta para constatar que no entraba nadie más para ver al asturiano, que lleva más de 20 años dando unas noticias que no terminan de llegar. El de Oviedo, después de muchas y distintas etapas, parece haberse reconciliado consigo mismo y sus guerreros lo agradecen, pues de una forma u otra su música ha acompañado a muchas generaciones que han crecido al abrigo de sus grandes éxitos rompe pistas como 'Con la luna llena', 'El parto', 'Barbie de extrarradio', 'Lágrimas desordenadas' o 'La promesa', canciones de distintos Melendis pero que siguen sonando frescas y actuales para sus incondicionales, que abarrotaron el lugar y dejaron pequeña la Azucareira.
Aunque cuando le tocó el turno a Viva Suecia un sector se había vaciado parcialmente, seguía el festival muy vivo y repleto para disfrutar de una de las bandas referencia del indie nacional. Los murcianos con pasaporte escandinavo se vuelcan cada vez que vienen a Galicia y pocos grupos se implican tanto con su público y con el lugar que visitan como ellos. Unas pocas palabras en un gallego más que correcto bastan para reconocer el empeño que Rafa Val y la banda que comanda ponen en cada actuación para que esta sea memorable.
Detalles como una camiseta del Xabarín Club o poner fin a la disputa de si la canción de Dragon Ball en gallego es superior a las demás versiones hacen de Viva Suecia un grupo diferente, cercano y aterrizado siempre a pesar de ocupar el pódium del indie español en estos momentos. No tienen un solo tema malo y aunque no siempre puedan compartir escenario con Leiva, Siloé, Dani Fernández o Valeria Castro para entonar las muchas colaboraciones que han descubierto a lo largo de los años, no se echa en falta a los ausentes, pues los murcianos se sobran y se bastan para llenar el escenario por ellos mismos. Somos los parroquianos los que, pese a haberlos visto una y mil veces, no hemos aprendido nada, pues cada concierto de Viva Suecia es nuevo, cosa que no podemos más que agradecer y celebrar.
La traca final corrió a cargo de Galician Army, que se encargó de darle un final de relumbrón al PortAmérica y un último baile a los irreductibles que aguantaron hasta la madrugada del domingo, que echó la llave a una nueva edición del festival de Portas, tan lleno de sabor como siempre. O como nunca. Porque cada año se superan a sí mismos y porque, por muy rico que resulte, siempre nos va a saber a poco.
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