La vida se está encareciendo en Galicia todavía más que en España con los alimentos creciendo a niveles récord
El Índice de Precios de Consumo (IPC) en Galicia varió aumentó más de un 11% en variación interanual, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Es una cifra todavía peor que la malísima de España, el 10,8%. Sin embargo, no todos los productos se están encareciendo igual.
El encarecimiento de la vida afecta a casi todos los ámbitos, salvo excepciones puntuales como las telecomunicaciones. Especialmente preocupante para los más pobres es el encarecimiento de los alimentos, que encadenan tres meses subiendo a unos niveles no vistos en varias décadas.
Las medidas del Gobierno de España lograron bajar la inflacción de otros gastos como la energía en primavera. Sin embargo, es evidente que en los últimos meses esas ayudas están resultando insuficientes para compensar el alza relacionada con la guerra de Ucrania.
La vida está muy, muy cara. Probablemente, esta afirmación no le de ninguna información al lector, porque todos lo notamos. Lo podemos ver en las facturas de la luz y del gas, a la hora de hacer la compra -¿Quién no ha puesto 4 cosas en el cesto de la compra y se ha quedado ojiplático al ver el precio final por algo que, hace tiempo, hubiera salido mucho más barato?-, a la hora de pagar el alquiler o en el momento de llenar el depósito de gasolina.
Todo sube -excepto los sueldos, claro-. De hecho, el Índice del Precios de Consumo (IPC) se ha disparado en este mes de julio y ha alcanzado ya el 10,8%, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Hay que remontarse a 1984 para ver un nivel de inflación tan elevado en España.
Por aquel entonces, entre 1973 y 1985, España estaba sumida en una grave crisis económica, cuyo inicio coincidió, por cierto, con la muerte del dictador Francisco Franco. La economía española mostraba un retraso importante respecto a otras potencias europeas, la estructura de las industrias era demasiado anticuada y poco competitiva, por lo que se dependía en gran medida de la exportación... y acabó desembocando en una rápida elevación de los costes de producción, una caída de la inversión, una reducción de las exportaciones, un descenso de los ingresos externos... vaya, lo que viene siendo una crisis económica en toda regla.
Los historiadores se hartan de decir que la historia es cíclica, y algunos de los puntos de la crisis de hace 40 años se están produciendo ahora, como el precio elevado de los costes de producción, aunque en este caso ha venido provocado por una pandemia a escala mundial.
En cualquier caso, el quid de la cuestión es el mismo: los precios están por las nubes. La inflación encadena tres meses consecutivos de ascensos en su tasa interanual: en abril estaba por 8,3%, en mayo subió hasta el 8,7%, en junio escaló hasta el 10,2% y, en julio, se ha alcanzado el 10,8%. Según el INE, esta escalada de los precios se debe, principalmente, a la subida de los precios de los alimentos y bebidas no alcohólicas, y de la electricidad.
Pedro Sánchez, el presidente del Estado, ha reconocido que es un "mal dato", y que la inflación "es la principal tarea que tiene por delante el Gobierno de España". Y ya está bien que lo sea, ya que los precios que nos encontramos los ciudadanos a la hora de comprar o pagar facturas se hacen cada vez más inasumibles. La teoría es "fácil" de entender -una guerra que ha provocado escasez en los alimentos y en los materiales de producción, con la subida de precios que comporta según la ley de la oferta y la demanda, etc.-, pero a la hora de la práctica, que un carro de la compra que antes se llenaba por 120€ ahora se llene por 170€, cuesta de asimilar.
Sin embargo, la parte buena es que el precio de los carburantes ha disminuido en las últimas semanas. En algunas gasolineras, aún se alcanza a ver los 2 euros/litro, pero en algunas otras el precio ha disminuido (sin ir más lejos, una servidora ha puesto gasolina esta semana a 1,749€/litro). Ojo, que sigue siendo un precio desorbitado, pero la capacidad de resiliencia (o de estar atontados con otros temas, que también puede ser) que tienen los españoles ha hecho que nos acostumbremos a dejarnos más o menos medio riñón cada vez que tenemos que llenar el depósito del coche. Y es una pena, pero así son las cosas, y así parece que seguirán durante un buen tiempo.
Escribe tu comentario