Precariedad y frustración, por qué los jóvenes rechazan puestos de trabajo

La pandemia de COVID dejó huella en muchas personas trabajadoras. El teletrabajo ofrecía una nueva visión del mercado laboral antes desconocida, muchos antepusieron su bienestar a un salario elevado y otros muchos, sobre todo jóvenes, vieron que el puesto de trabajo no era garantía para una vida plena ni se sentían cómodos dentro de las políticas empresariales. Muchos optaron por renunciar


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Tres estudiantes de Formación Profesional de la Comunitat Valenciana compiten con el equipo español en el concurso Euroskills 2025 que se celebra en Dinamarca
Tres estudiantes de Formación Profesional / EP


 

La “gran dimisión” (great resignation) era el fenómeno del momento cuando muchas personas se largaban de sus puestos durante y después de la COVID. Ambientes laborales hostiles, salarios ínfimos, mejores sueldos en puestos totalmente distintos o el simple hecho de no poder ascender estaban detrás de esta “dimisión”. También sucedía el fenómeno contrario, buenos salarios por jornadas extenuantes y que impedían conciliar o tener una buena calidad de vida. Al final pesaban más los argumentos negativos que positivos y un número infinito de jóvenes no encuentran hueco en el mundo laboral, ¿o no quieren? ¿Sigue siendo esto así? ¿Se puede decir que los jóvenes a nivel global y local continúan dejando y rechazando trabajos por frustración y por falta de incentivos vitales? 



 

“Trabajar no tiene que doler”
El rechazo de ofertas de trabajo con buenos salarios por parte de la población joven (entre 18 y 29 años, la Generación Z) es más que una tendencia: es una reestructuración global del contrato laboral, según algunos análisis. Se observa que los jóvenes han establecido un nuevo umbral donde el bienestar y la salud mental son innegociables, afirmando que "trabajar no tiene que doler". 

La decisión de abandonar un puesto, incluso bien remunerado, se basa en un cálculo de costo emocional. Los motivos más comunes para el abandono laboral son el mal liderazgo, la falta de propósito y la ausencia de políticas de salud mental en las empresas. La lealtad corporativa está obsoleta; la nueva seguridad reside en la flexibilidad y las competencias transversales. De hecho, un 47% de estos jóvenes planea dejar voluntariamente su empleo en los próximos seis meses si sus demandas de propósito y bienestar no se cumplen. 

Este fenómeno se ve agravado por el contexto tecnológico. La irrupción de la Inteligencia Artificial está colapsando la "escalera profesional" tradicional, ya que el 63% de los ejecutivos cree que la IA absorberá las tareas de nivel básico. Esto obliga a los jóvenes a buscar seguridad a través de la diversificación de ingresos, usando el empleo tradicional para "financiar" sus proyectos personales: "el horario de 9 a 5 financia el de 5 a 9". La adaptabilidad y el pensamiento crítico se han convertido en las habilidades más valiosas. 

España: ¿se acabó la precariedad?
En España, la demanda global de calidad laboral choca con una precariedad crónica. A pesar de los altos niveles de formación, la juventud se enfrenta a una tasa de paro del 24,9%, bajos salarios y una alta temporalidad. Solo dos de cada diez menores de 30 años logran emanciparse del hogar familiar. Esta precariedad estructural genera un "efecto desánimo" que impulsa a los jóvenes a buscar la emigración o a rechazar ofertas que consideran insatisfactorias. 

El factor salarial, aunque importante, es menos decisivo para la Generación Z (25%) que para la anterior. En su lugar, han irrumpido con fuerza dos variables de rechazo: la ética de la empresa y los planes de flexibilidad laboral. La juventud aplica un "filtro ético" corporativo, descartando a empresas cuyos valores o actividades no se alinean con sus principios personales. 

¿Y en Galicia, qué?
En Galicia, la crisis demográfica y la dureza de ciertos sectores exacerban la brecha. El desajuste laboral en las cuatro provincias es notable: a pesar de 12.728 vacantes sin cubrir, la juventud sigue anclada en la precariedad. Existe un rechazo significativo hacia oficios del sector primario como marinero, cocinero a bordo o trabajos en agricultura y ganadería. 

 

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Ocupación laboral entre los jóvnes gallegos /INE-IGE


 

Detrás de este rechazo está la dureza en las condiciones, a veces con jornadas de 12 horas con inicio a las 4:30 de la mañana en el mar, y la inestabilidad salarial ("si un día no faenas, no cobras"). El sector agrario ha perdido el 90% de su mano de obra en las últimas cuatro décadas. Dentro de los sectores cualificados también se dejan sin cubrir vacantes que requieren alta cualificación STEM (científica, tecnológica, ingeniería), que representan el 21,1% de las vacantes en Galicia. 

 

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Tasas de actividad laboral, paro y ocupación de jóvenes en Galicia / INE-IGE

 

Las cifras del Instituto Galego de Estatística (IGE) confirman la priorización del bienestar: el 22,5% de los profesionales en Galicia rechazó una oferta por otros condicionantes laborales como el horario o la ausencia de teletrabajo y conciliación. El porcentaje de personas que rechazaron un trabajo por condiciones salariales inadecuadas ha sido del 15,5%.

 

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Tipo de jornada y contrato laboral entre jóvenes gallegos / INE-IGE



Desde la óptica empresarial, el discurso se centra en el déficit de talento. Así, no son pocos los empresarios y empresarias además de cargos políticos quienes señalan: “No hay gente suficiente para cubrir la demanda de trabajo”. Seis de cada diez vacantes no se cubren por falta de personal con la formación requerida. El empresariado percibe una escasez de oferta, mientras la juventud percibe una escasez de calidad laboral. 

A menos jóvenes, más inmigrantes
La renuncia de la juventud gallega a cubrir los puestos más duros o precarios se produce en un contexto de crisis demográfica crítica. En Galicia, por cada nuevo trabajador que se incorpora, se jubilarán 4,4 personas, lo que significa que solo se cubrirá el 22,7% de las salidas en la próxima década. 

Esta falta de relevo generacional y el rechazo selectivo de empleos obligan de manera ineludible a la contratación de más inmigrantes. El fenómeno migratorio se ha consolidado como la clave para paliar esta escasez. Los trabajadores extranjeros ocupan, de facto, los puestos de trabajo que, de otro modo, quedarían vacantes, especialmente en sectores como la agricultura y servicios donde los españoles manifiestan renuencia. 

 

El reto, sin embargo, es asegurar que esta mano de obra no solo cubra los puestos más precarios, sino que también se cualifique y se homologuen sus títulos para abordar el déficit de alta cualificación (STEM).


 

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