21 días en huelga de hambre por un despido injustificado: “Podría morirme de hambre y seguirían sin hacer nada”

Carlos Prado, trabajador despedido del CTAG sin motivo aparente, anunció que estaría en huelga de hambre hasta que no le diesen una respuesta al por qué de la extinción de su contrato. Tres semanas sin comer y 12 kilos menos después, relata a Galiciapress su calvario y la indefensión que sufre. La empresa, pese a los esfuerzos de este diario por conocer su punto de vista, mantiene el silencio. 


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Protesta en apoyo a Carlos Prado ante el CTAG

 

21 días sin comer. Esa es la triste marca que ha establecido Carlos Prado, ex operario de Stellantis y, sin motivo alguno, también extrabajador del laboratorio del Centro Tecnolóxico de Automoción de Galicia, donde extinguieron su contrato alegando “fin de obra” en lugar de adaptarlo a un contrato indefinido, tal y como establece la nueva Reforma Laboral aprobada por el Gobierno de España. El suyo es un caso sin precedentes en el CTAG, pero puede ser solo el primero de muchos, ya que hay muchos operarios que se encuentran en su misma situación y con la que su huelga de hambre trató de ser solución a esa precariedad.

 

Pero Carlos, tristemente, se ha rendido. Sin respuestas a sus demandas y sin ver ningún movimiento positivo en la dirección del CTAG, fijó este viernes 7 de julio como su último día en ayunas. “Podría morirme de hambre y seguirían sin hacer nada”, lamenta al otro lado de la línea, con voz cansada después de tres semanas de lucha. 

 

 

 

12 KILOS MENOS EN TRES SEMANAS

“Me encuentro bien. La semana pasada estuve un poco decaído, pero después de ponerme una fecha para finalizar parece que tenía el objetivo un poco más a la vista”, comenta Carlos, con casi 12 kilos menos que cuando empezó su huelga, monitoreada por su médico con dos citas para seguir su estado. “Empecé haciendo una jornada laboral, unas ocho horas frente a la empresa esperando que recapaciten e hiciesen algún movimiento, ya no por mí, sino también por los compañeros que se encuentran en la misma situación”, relata sobre sus días de protesta. 

 

El extremo de anunciar una huelga de hambre tuvo lugar después de ver que sus peticiones a sus inmediatos superiores para saber qué iba a pasar con su contrato caían siempre en saco roto. Aunque los mensajes eran de tranquilidad, Carlos quería una voz autorizada que le garantizase la prórroga de su contrato, pasando a ser indefinido como marca la ley, después de años trabajando con un contrato de fin de obra, algo que ya no contempla la nueva normativa, donde se exige transformarlo en contrato indefinido superados los seis meses. 

 

Con el silencio por respuesta, su primer paso fue una huelga a la japonesa: no dejaría de trabajar hasta que alguien le comunicase su situación. ¿El resultado? “Me quitaron las credenciales. Vino la directora de recursos humanos a sacarme de allí: o me iba por las buenas o llamarían a la Guardia Civil”.

 

UN PRINCIPIO DE ACUERDO ROTO POR LA DIRECCIÓN

Después de eso comenzó su calvario de denuncias. Sin embargo, todo pudo solucionarse más rápido de lo esperado, ya que en el primer día de protesta el Director de Diálogo Social, una persona contratada durante las huelgas previas en el CTAG y que mantiene contacto con los sindicatos para tratar con todos los actores implicados, estuvo conversando con Carlos y llegaron a un principio de acuerdo verbal para desbloquear su situación y las de compañeros que, como Carlos, todavía tenían contratos de fin de obra

 

“Proponía que los contratos que superasen los 12 meses pasasen a indefinidos. Era una medida conciliadora, pero quería verla por escrito y que confirmasen los sindicatos el texto. Pero lo que ocurrió es que al día siguiente esta persona le mandó un mensaje al presidente del comité de empresa, explicando que la dirección no le había permitido materializar el acuerdo que habíamos alcanzado un día antes”, expone el afectado. 

 

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Foto: Carlos Prado

 

La CIG señala que ante esta maniobra de la empresa el Director Dialogo Social presentó su dimisión en la CTAG. En adelante, las conversaciones con la empresa dejaron de pasar por este intermediario y se encargó una persona externa “con un perfil más duro y sin proponer soluciones concretas, negando que hubiese posibilidad algo en colectivo por los compañeros”.

 

A partir de entonces, las preguntas que dirigían a Carlos eran qué quería él a título personal, pero el extrabajador siguió en sus trece: readmisión en su caso y regularizar los contratos de sus colegas. “Lo que yo quiero a nivel individual viene de un problema colectivo, de un contrato precario. Siempre me preocupé mucho por la estabilidad, porque cuando trabajé en Stellantis sufrí la precariedad que impera en el mundo de la automoción. Fueron 17 años con contratos temporales. Pero yo consideraba a CTAG una empresa seria, buena, que no iba a caer en estas prácticas…cuando me propuse hacer la huelga de hambre no pensé llegar tan lejos”, reconoce. 

 

ENTRE 20 Y 30 TRABAJADORES COMO ÉL

Hay unas 20 o 30 personas, según las cuentas de la CIG, con un contrato como el de Carlos. El sindicato estudia los siguientes pasos a dar, toda vez que el contrato por obra en los laboratorios de la CTAG deberían ser indefinido por la altísima carga de trabajo existente. “El laboratorio es la parte que más crece. Hacemos prototipos para diversos fabricantes y el trabajo no para. No finalizan los proyectos, sino que no deja de crecer. A raíz de mi marcha se quedaron los compañeros con un volumen de trabajo en estas fechas que los sobrepasa por completo”, afirma. 

 

En este tiempo de ayuno Carlos recibió el apoyo de sus compañeros, que incluso celebraron ayer una gran protesta a las puertas del centro, así como el respaldo a “título individual” de la CIG en sus semanas de protestas, aunque “no así otros sindicatos, más cercanos a la dirección”. “Siempre me sentí arropado, porque esta es una situación extraña, no se procede así en esta empresa y todos me transmitían tranquilidad”, recuerda, sin entender bien por qué a él le tocó vivir esta experiencia y si se trata tal vez de una venganza personal. 

 

Las opciones de acudir por la vía penal tampoco son inmediatas, ya que dice estar redactando la demanda pero sin mucha convicción, ya que “económicamente no me compensa, lo suyo sería una readmisión, pero está difícil porque están entroncados en no hablar y a la defensiva desde la alta dirección”. “No considero que sea una mala empresa. En otras esto es el pan de cada día”, reflexiona Carlos, mientras sigue sin dar bocado, como el CTAG sigue sin darle respuesta.


 

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