De Gaza a Libia: plan para una limpieza étnica

Lo reconozco, desde primera a última hora del día consumo y creo noticias sin parar. Cuando el apagón, hubo gente que se lanzó a los supermercados a por conservas, a internet a buscar casa en el campo o a las terrazas a emborracharse. Yo me dediqué a actualizar este medio al minuto hasta que agoté todas las baterías. A la tienda solo fui a comprar pilas para el transistor. 
 

Soy también aficionado a la literatura bélica, a las memorias en particular. Por eso -lo confieso con pudor- cuando estalla un conflicto me invade cierta ilusión. Me lanzo a encontrar testimonios en la ‘vida real’ que corroboren lo que he aprendido en la lectura sobre el poder de la propaganda, la deshumanización del enemigo o la extraña y profunda forma de amor que se crea entre los soldados en primera línea del frente. Durante semanas, devoro sin parar medios locales, canales de Telegram de ambos bandos y que no me falte el repaso diario a las flechitas en el mapa. 

Pese a esta fiebre morbosa, llevo años evitando las noticias de Gaza. 

- Visto un niño muerto, Manuel, vistos todos -me digo en un intento de acallar mi conciencia.

Hoy, sin embargo, en mi repaso diario a la prensa trumpista (otro de mis guilty pleasures es leer el equivalente actual del Völkischer Beobachter), descubrí el plan para “mover un millón de gazatíes a Libia”. 

El medio que dio la primicia fue la NBC, que señaló como principal obstáculo su elevado coste, como si los seres humanos no tuviésemos derecho a vivir en paz en nuestra tierra. 
 

El plan está en marcha. Israel lanzó este fin de semana su segunda fase de la invasión con el objetivo declarado de no dejar piedra sobre piedra. Si ya antes el presidente de Estados Unidos razonaba que nadie podía vivir en el “infierno” de Gaza, más peso tendrá este argumento terminada la ofensiva.

Malditos estos tiempos en los que nos ha tocado vivir en los que hay enunciar obviedades. Si Gaza es hoy es un “infierno” es debido al uso indiscriminado de armas por parte del gobierno de Israel y suministradas por el de Estados Unidos. La respuesta militar a la masacre de los civiles israelíes se podría haber ejecutado sin arrasar la Franja y provocar la hambruna de la población. 

Por lo tanto, si en el futuro les intentan convencer de que los gazatíes son los que se quieren marchar, que no es una expulsión forzosa, que no estamos ante una limpieza étnica sino ante una migración voluntaria, reflexionen. ¿Ustedes no harían lo imposible por sacar a sus familias de un lugar arrasado? 
 

Así pues, los responsables de una eventual “migración voluntaria”, de una limpieza étnica encubierta, serían los gobiernos de Israel y Estados Unidos. Del mismo modo, el responsable del 7 de octubre fue Hamás y no el pueblo palestino.

Distinguir entre pueblos y gobernantes, entre los señores de la guerra y los soldados, entre agresores y agredidos, es una de las muchas maravillosas cosas que podemos aprender leyendo. También a aprender a identificar los juegos de palabras con los que nos intentan manipular.  No es reubicar, no es mover, no es desplazar, es limpieza étnica.