Ourensano nacido en Vilagarcía (1978). Coordinador de Galiciapress desde 2018. Licenciado en Periodismo por la USC (2000) , Diploma de Estudios Avanzados en Comercio Electrónico por la UDC (2002) y Máster en Publicación Electrónica por la City University London (2004). Ex-miembro de las directivas del Colexio Profesional de Xornalistas de Galicia y del Sindicato de Xornalistas de Galicia.
Rindo este torpe homenaje al Robe y la principal lección que dejó en mi vida: por muy mal que te miren, ellos se lo pierden
El Robe llegó a mi vida en forma de cinta TDK de 90.
Un colega había grabado en aquellos cachitos de hierro y cromo de un lado el Rock Transgresivo, de otro Deltoya.
Andábamos, pues, en primero o segundo de BUP, creo. Debía ser el 93, tendríamos unos 15 años.
Esos discos me impactaron tanto que le di un tratamiento especial a aquella cinta. Cogí el catálogo de las tiendas Tipo, recorté las portadas y las pegué en la carátula de mi primera cinta de Extremoduro.
Miro esta mañana esa edición de lujo y me pregunto ¿qué aprendí de el Robe?
Muchísimo aunque no todo bueno, es cierto.
Pienso en los que se quedaron por el camino de una u otra manera y admito que nos equivocamos, que no medimos bien el impacto de tanta tralla a tan temprana edad pero, supongo, hay lecciones que solo se pueden aprender en la propia piel.
Reniego también en esa nociva visión del amor obsesiva e hiperomántica , que tanto daño causa.
Me río de mi mismo recordando lo difícil que fue asumir el éxito de Agila. De repente, lo que era nuestro, agresivo y obsceno estaba en las carpetas de las niñas pijas y sonaba en Los 40 . Solo con el tiempo aprendí que despreciar o amar un arte en función de si es popular o no es una enorme estupidez.
Todas estas mierdas se esfuman en cuanto suenan los primeros acordes de De acero y me elevo una vez más en su euforia.
Rindo, pues, este torpe homenaje al Robe y la principal lección que dejó en mi vida: por muy mal que te miren, ellos se lo pierden; puedes y debes creer en ti mismo.
Esta noche murió el Robe, pero yo me siento bien, porque sé que aún tengo una estrellita, pequeñita, pero firme.
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