¿Utopías derrotadas?: Spotify, el Archivo de Ana, Ghodsee y Marcuse

Manuel Vilas López

Ourensano nacido en Vilagarcía (1978). Coordinador de Galiciapress desde 2018. Licenciado en Periodismo por la USC (2000) , Diploma de Estudios Avanzados en Comercio Electrónico por la UDC (2002) y Máster en Publicación Electrónica por la City University London (2004). Ex-miembro de las directivas del Colexio Profesional de Xornalistas de Galicia y del Sindicato de Xornalistas de Galicia.

 

Unos trasuntos de Alexandra Kollentai y de Taylor Swift miru00e1ndose a los ojos
Unos trasuntos de Alexandra Kollentai y de Taylor Swift creados por IA mirándose a los ojos

 

Everyday Utopia: What 2,000 Years of Wild Experiments Can Teach Us About the Good Life repasa los movimientos sociales, políticos, filosóficos, religiosos etc. que desafiaron las convenciones de sus tiempos. Del colectivismo en el cristianismo primigenio a la ecoaldea portuguesa de Tamera, Kristen R. Ghodsee nos muestra cómo hubo y hay colectivos  capaces de vivir al margen de valores dominantes.
 

Eso sí, la autora admite que casi todos estos movimientos fracasaron. Al menos en teoría no pasaron de ser eso, “Wild Experiments”.
 

Además, el discurso dominante nos alerta constantemente de su supuesta peligrosidad.  El ejemplo de cómo el marxismo engendró los gulags soviéticos es quizá, y no inocentemente, el ejemplo más repetido en nuestra cultura del riesgo íntrinsico en poner en práctica utopías, por muy altos que sean sus ideales. Los idealismos, nos dicen clásicos aparentemente defensores del individuo como 1984 o un Mundo Feliz, a menudo degeneran en pesadillas aún peores que los males que prometieron combatir.

 

Pese a su aparente fracaso a corto plazo, muchas de estas utopías han terminado por mejorar el mundo a medio plazo.

 

El principal valor del libro de Ghodsee es que nos explica que, pese a su aparente fracaso a corto plazo, muchas de estas utopías han terminado por mejorar el mundo a medio plazo.
 

Puede que Alexandra Kollontai no lograra convencer al campo de nabos del Sovnarkom que legislara en contra la familia nuclear. Sin embargo, el feminismo logró permear lo suficiente al socialismo, siendo clave en que las mujeres del otro lado del telón lograsen una libertad afectiva y sexual que las mujeres de la Europa Occiental no conquistaron hasta décadas después. 
 

Mujeres con iguales derechos ante la ley que los hombres, abolición de la exclavitud, un Estado que no se somete a ninguna teocracia, alfabetización cuasi universal, unas garantías sociales que impiden que nadie se muera de hambre … todas estas ideas fueron tildadas de utopías irrealizables no hace tanto, pero acabaron convirtiéndose en derechos cuasi universales.

 

Habría, por lo tanto, motivos para el optimismo. Es más, ¿debemos darle la razón a los que predican que, al fin y al cabo, la historia se mueve, en términos generales, en la dirección correcta?
 

Tal vez. El mundo actual no invita al optimismo, en gran medida porque, al menos en Occidente, es difícil identificar utopías de nuevo cuño.  Yo  sólo puedo señalar un par y no sin esfuerzo. Es entendible que Ghodsee las pase por alto.
 

Son, por un lado, el software libre y, por otro, la catalogación universal y acceso, también universal, a la cultura.
 

El software libre es otro caso de manual de como una utopía puede que no logre convertirse en la norma social - la mayoría del software de nuestros PCs es privativo y la mayoría de la industria del software se mueve por el lucro- pero esto no implica su fracaso total, ya que una parte de sus ideales son incorporados al mainstream.

 

Por ejemplo, el motor de navegación de código abierto Chromium es la base de casi todos los navegadores más importantes, incluido Edge de Microsoft o Chrome de Google. 

 

Abriendo el plano, Internet es, en esencia, un red de puentes construidos sobre cimientos libres. Los servidores que alojan las webs, las bases de datos y los lenguajes de programación más extendidos suelen ser de código abierto. Sin esa apertura, el crecimiento  habría sido mucho más lento y costoso.

 

Con la inteligencia artificial pasa algo similar. Aunque los modelos más famosos son cerrados, parte de la base que permite construirlos (como las librerías PyTorch o TensorFlow) es libre. Esto es uno de los factores que explican la velocidad del vértigo en su desarrollo. 

 

Respecto al acceso universal a la cultura, es una utopía más madura y que todavía no ha logrado permear al mainstream. De hecho, ha retrocedido. El P2P ya no supone la mitad del tráfico de internet como a principios de siglo. Con todo, ha logrado sobrevivir a décadas de ofensivas legales y antídotos “antipiratería”, que no es poco.  Pasan los años, cierra y abre The Pirate Bay, aparecen y desaparecen sus clones, pero el intercambio sin lucro entre pares resiste. 
 

Se estima que tiene más de 100 millones de usuarios activos mensuales de P2P en el mundo. Es, además, una comunidad que sigue encontrando maneras de innovar. Anna’s Archive - un repositorio de bibliotecas de libros electrónicos gratuítos basado en P2P-  acaba de anunciar que copió el 99% de Spotify.  
 

Se supone que pronto esa cantidad de datos será partida en archivos, que miles de voluntarios compartiremos en redes torrent para ser distribuídas entre pares. Son las mismas redes que hoy permiten que cualquiera libro electrónico, descatalogado o no, pueda bajarse y leerse gratis.

 

Tal facilidad de acceso a la cultura sería considerada una utopía irrealizable hace unas décadas. 
 

El sueño prosigue así: al sacar a los productos culturales y de ocio de las reglas del mercado, las personas podemos aprender que no todo bien que nos produce felicidad debe ser objeto de un precio y, por lo tanto, no siempre tenemos que dejarnos explotar para poder pagar ese precio.


La utopía de Marcuse, la creación de una generación que valore más el tiempo libre, la belleza, la contemplación y el placer sexual no mercantilizado que el dinero, estará un pasito más cerca.  ¿Será derrotada al final? La historia nos enseña que a corto plazo, sin duda. A largo plazo, está por ver.

  


 

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