El Dépor fue uno de esos afectados ya no solo por la crisis económica, sino también por los desmanes de sus dueños durante años, por las malas planificaciones deportivas y por su incapacidad para admitir que el juego había cambiado y que tocaba crecer desde la base, desde un sentimiento primario como el del deportivismo recalcitrante, ese que hizo a miles ir a ver al Deportivo penar por las catacumbas del fútbol nacional cada domingo durante cuatro años.