​Mina de Touro-O Pino: El demonio tiende al infierno

Xurxo Borrazás

Xurxo Borrazás (Carballo 1963) es un novelista, ensayista y traductor.  Sus obras dialaogan con la estética posmoderna y han recibido algunos premios, como el Premio de la Crítica española, el Premio de la Crítica de Galicia, el Antón Losada Diéguez y el San Clemente.

En el caso de Corcoesto la empresa tenía un capital cero, el capital esperaba conseguirlo aquí de cualquiera paspán que se dejara engañar, siempre los hay. Mismo es discutible que tuviera intención de ir adelante con la explotación. El primer triunfo lo consiguió como la Xunta de Galicia le otorgó la concesión, aun ahora estamos desviando fondos de I+D+i para hacerle frente a las compensaciones por la suspensión. El peor es que el pleito del lobby canadiano está en Bruselas con abogados de verdad que hablan inglés y francés y, ante la inacción y la incapacidad de la administración gallega, puede acabar costándonos una verdadera millonada, esa es la segunda fase. Ya cantaron línea pero ahora van por el bingo.


MIBNA touro desbordamento balsa mineira normal 15 febreiro 2018 3 r


El caso de Touro es más serio, lleva el carimbo de Riotinto y eso acojona. No de la multinacional Riotinto, que parecería responsable, sino de la empresa Atalaya Mining, con domicilio social en Chipre, que bajo la marca local de EMED Tartessus explota ahora la vieja mina de Huelva. En Touro la marca local es Cobre San Rafael. Así, cuando vengan mal dadas, será más difícil serguirles la pista y delimitar responsabilidades: Cobre SanRafael quebrará, Atalaya se acogerá la una cláusula que la desvincula de la filial y deriva la responsabilidad a la propia Junta y: “Lo siento, se debió confundir de número. Atalaia dice usted? Aquí no vive nadie que se llame así”.


Para las consecuencias que la mina tendría sobre el paisaje o la economía de la zona, desde las explotaciones agroganaderas al turismo (al pe del camino de Santiago) o el marisqueo en la Ría de Arousa, así como sobre la salud de la población, me remito a los informes de la Plataforma “Mina Touro O Pino No” . Yo, que como los abogados canadianos falo inglés, sumergí en la red en busca de información y encontré el siguiente:


El director ejecutivo de Atalaya es Alberto Lavandeira, un gallego que también se hizo con Río Narcea Gold Mines y fue fichado por la canadiana Black Dragon (ya me diréis si no mola el nombre) por su experiencia en minas en Katanga. Se funciona en el Congo, por que no va a funcionar en Galicia? Decimos Edgewater o Black Dragon y parece que hablamos de Microsoft, cuando la acción de cualquiera de ellas vale 5 céntimos de dólar, con el redondeo al alza. El capital constituido de Cobre San Rafael era hasta hace cuatro días de 5.000 euros. Atalaya Mining tiene presencia en una sola mina, la de Huelva.


Ahora Lavandeira, que también habla un inglés pulido, le ponen hacia una inversión de fondos suizos, británicos, chinos, árabes, etc, para especular con la fiebre del cobre en China o India y con la necesidad de los ayuntamientos sin escrúpulos y los gobiernos autonómicos de armar promesas de cuento de hadas en torno al empleo: La Junta de Andalucía inyecta incentivos para el desarrollo y, en el caso de Corcoesto, se hablaba de 300 empleos y la Xunta ya los multiplicaba por cuatro.


El proceso

En un estudio americano favorable la este tipo de explotaciones leo que las cuestiones medioambientales son las que marcan el diseño económico de un proyecto y determinan su viabilidad: la menos regulación y menos exigencia, más viabilidad. Pensad en Núñez Feijóo y os pondréis a temblar. Esas cuestiones son lo que en el sector llaman el daño estético, el ruido y las vibraciones de las explosiones diarias y el tránsito de camiones gigantescos, la erosión, la calidad del aire (entre paréntesis aclaran: polvo y productos contaminantes empleados), hundimientos y avalanchas, procesamiento de los residuos, contaminación de las aguas en superficie y en el subsuelo, daños en las infraestructuras, etc.


Uno de los puntos más delicados es lo de que hacer con los residuos. Por una parte están los sólidos y por otra los líquidos, o lamacentos, resultado estos de los procesos químicos para separar la ganga de, en este caso, el cobre. Los sólidos, el entullo, junto con el agujero, constituyen el daño estético. También ocasionan filtraciones y una salida es convertirlos en escombreras y colmatos con capas de tierra y vegetación esperando que se estabilice. No se puede dejar que se conviertan en lagos porque eso contribuiría a las filtraciones, de modo que esa solución no vale para climas con altas precipitaciones o con acuíferos, como por ejemplo… Se suponen que para que uno de estos depósitos adquiera una acidez neutra y deje de filtrar pueden tener que transcurrir entre cientos y millares de años. Como este tipo de explotación es relativamente nuevo no hay datos concluyentes: será una sorpresa. Ya lo sabrán las generaciones futuras.

Los residuos de barro son la madre del cordero. Hay que depositarlos en balsas, que son tóxicas debido a la presencia de sulfuros no extraídos, que al contacto con el agua se oxidan y producen ácido sulfúrico, así como plomo, arsénico y otros meales pesados. El proceso se describe al detalle en la web de la propia empresa para Riotinto.

Tras los barrenos y el transporte en camiones de gran tonelaje el mineral extraído se somete la una triple trituración y una fase de molido para convertirlo en micropartículas de 1 milímetro, se mezcla con agua para convertirlo en pulpa y pasa a la fase de flotación. Allí, en palabras de la empresa, “se producen los procesos físico-químicos que permiten recuperar su contenido metálico… Esto se hace en tanques sucesivos que generan burbujas que, asistidas por productos químicos, llevan las partículas de metal a la corteza y deprimen los elementos innecesarios… El material que va descartado es bombeado hasta el Depósito de Estériles”. La negrita es mía pero las palabras son suyas. En concreto ese depósito de estériles en Touro ocupará 300 hectáreas.


El ejemplo

En vez de seguir imaginando vamos a examinar un caso real, la mina de cobre a cielo abierto de Bingham Canyon en Utah, en los EUA. ES propiedad del grupo Riotinto, empresa británico-australiana, no vayáis a pensar. Si la buscáis en Google maps sólo aparece en la versión satélite, acaso es visible desde la luna, de eso presume la empresa. El agujero ocupa 9 km cuadrados y tiene una profundidad de 1.200 metros. Los helicópteros han prohibido sobrevolarlo porque las circulaciones de aire podrían devorarlos como un remolino. El aparcamiento de los empleados es diminuto, lo que da idea de cantos son. Las balsas están al lado del cementerio de Copperton (algo así como Cobreburgo) y contienen 1.800 millones de toneladas de “estériles”.


En los años 80 se descubrió que las aguas subterráneas estaban contaminadas y que el embalse de la explotación amenazaba una población cercana. La empresa compró los terrenos y sobornó las autoridades para esconder el informe. En los ’90 se supo que la zona estaba altamente contaminada de plomo, arsénico, mercurio, selenio, zinc, cadmio, cromo, sulfuros… La empresa fue obligada a retirar 25 millones de toneladas de residuos, “ calderilla”. El resto se consolidó y colmatouse sobre el terreno. En esta década se registraron siete vertidos y se descubrió que el polvo en suspensión también ponía en grave peligro a salud de las personas. Entre el 2000 y el 2011 hubo otros 18 vertidos, alguno de varios millones de litros de arsénico, uno de ellos de casi 20 millones de litros de ácido sulfúrico. En la ciudad más próxima, Salt Lake City, se plantean soluciones para aportar el agua de consumo humano en superficie dada la estimación de que en 70 km a la redonda no se aconsejan los pozos para extraerla. En 2013 se produjeron en la mina dos corrimientos de tierras en el agujero, uno de ellos de 70 millones de metros cúbicos. Esto es lo que ocurre en una mina en el primer mundo. Ahora se queréis os cuento lo que ocurre en las de Katanga.


Puede ser que Mr. Lavandeira nos lo vaya dejar todo limpio y fregado pero de momento ya fue denunciado porque el aire en torno a Rio Tinto superaba en diez veces los niveles normales de arsénico. Y a ver: vosotros imagináis una empresa pantalla radicada en Chipre que, al finalizar la actividad de la que obtiene los ingresos diga: “Y ahora, antes de marchar, le vamos a dedicar 400 millones de euros (esa es una estimación del coste, que supera con mucho el capital constituido de Atalaya Mining) a regenerar la zona, en muestra de agradecimiento con las tierras de Touro, que llevaremos para siempre jamás en el corazón”. Lo imagináis? Sí, no? Pues yo también.

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