La libertad de expresión

Manuel Fernando González Iglesias

Maquina de escribir


Como el lunes no voy a poder escribirles porque me meten en un quirófano y esa circunstancia nunca es deseable -porque la incertidumbre siempre planea sobre nosotros los seres humanos anunciándonos la insoportable levedad del ser- quiero dejarles a mis colegas y amigos la constancia escrita con intención beligerante de lo mucho que debe seguir preocuparnos a los periodistas algo que siempre damos por supuesto y que en este país ya comienza a parcer casi un artículo de lujo: la libertad de expresión.


Todos los que publicamos en los medios de comunicación a lo largo del año usamos las palabras en muchas direcciones y propósitos. Eso hace que lo que criticamos refleje excesos literarios que hacen que nuestros lectores se desconcierten o incluso nos critiquen abiertamente por no coincidir con nuestras opiniones. Y sin embargo casi ninguno de esos lectores discute que la prensa libre deba existir, sin coartarse, ya que aunque con defectos, forma parte de la esencia misma de la Democracia, tal y como la entendemos en la mayoría de los países que presumen ser libres y soberanos.


Cuando se "trata de acallar el mensaje, inhabilitando al mensajero" es frecuente encontrar a otro tipo de lectores, que al ostentar algún tipo de poder político o económico, dejan sus fobias depositadas en los bufetes de abogados más caros, presentando querellas para que los que escribimos dejemos de hacerlo o volvamos al dócil redil de sus intereses más obscenos, dejándonos de paso, en la chaqueta, una condena económica difícil de asumir o incluso un lío penal que nos aparte del oficio que tanto nos gusta. Y eso sigue siendo un problema muy grave.


Si contáramos cada uno los pleitos que nos sientan en el banquillo cada año, seguramente la cifra sería terrible para los mass media, y aun peor para los profesionales. Pelear pues por conseguir que la libertad de expresión triunfe es, en los tiempos que corren, más que un deseo, una necesidad vital, especialmente viendo lo que estamos viendo.


Por eso, antes de pasar al descanso que me obligan mis circunstancias vitales, quiero renovar mi juramento de periodista, que siempre ha ido en la dirección de que mis artículos y opiniones tuvieran como norte ser fuerte con los más fuertes y débil con los mas débiles, aunque ello traiga consigo tener las alforjas cargadas de querellas y presiones de todo tipo.


Equivocarse es humano en nuestra profesión y cuando eso sucede hay que disculparse, callarse ante lo que es injusto es inadmisible.


Que Vds. disfruten de buena salud y tengan una buena familia que les quiera… y por mi parte, claro, hasta pronto.



Artículo original publicado en catalunyapress.es 

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