Los derechos son de todos, no de unos cuantos

Carmen P. Flores


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Las personas no son marionetas –en muchos casos sí- a los que se les pueda manejar al antojo de los que mueven los hilos. Manipularlos hasta cierto punto, pero llegado el momento, el control se puede volver en contra de ellos, la gente vuela y decide hacerlo sola.


En Catalunya, cuando se ha permitido todo inducidos por los políticos, las instituciones han depositado unos derechos no adquiridos en las urnas en algunas entidades sociales y culturales. Que una parte de la ciudadanía se apodere de las calles y plazas, como si fueran de su propiedad, en plena democracia, llega un momento en el que la otra gente se planta. Las calles son de todos y hay que respetar ese derecho. La dictadura quedó atrás después de haberla sufrido durante cuarenta años.


Cuando el principio del derecho a respetar las libertades de los demás no se cumple, se está jugando con la democracia. El respeto, en su más amplio concepto, y la tolerancia no deben olvidarse nunca. Hay cosas con las que no se puede jugar, y puede acarrear unas consecuencias que pueden resultar altamente peligrosas.


De las manifestaciones pacíficas convocadas desde el poder y ejecutadas por las “asociaciones” se ha pasado a la intolerancia hacia las otras manifestaciones que no reivindican lo mismo. A éstos se les consideran fachas. Son los que no piensan como ellos y, por lo tanto, enemigos. Es la máxima de “estás conmigo o estás contra mí”. Un discurso de pensamiento e ideología únicos, supremacista, que tiene un tufillo muy malo y peligroso.


Catalunya siempre ha contado con un gran pluralismo ideológico, donde la tolerancia y el respeto han sido valores muy importantes que ahora se están perdiendo a marchas forzadas, por mucho que algunos prediquen lo contrario.


Hay espacios de la ciudad que no pueden ser ocupados como si fueran sus fincas. Los espacios públicos son de todos, piensen como piensen, hablen como hablen y voten a quien consideren que mejor les representan. Eso es libertad, eso es democracia.


Lo que viene sucediendo en Barcelona es lamentable. Primero los independentistas ocuparon la plaza de Catalunya. Un lugar emblemático donde los ciudadanos de todo el mundo vienen a disfrutar de ella. Después le ha seguido la plaza de Sant Jaume, una zona simbólica donde se encuentra las sedes de la Generalitat y el Ayuntamiento. La plaza es de ellos. No dejan que cualquier manifestación que no tenga que ver con su causa pueda llegar hasta allí. El espacio está bloqueado, nadie se atreve con ellos. ¿Por qué? Porque se les ha permitido todo hasta ahora.


Este sábado, una vez más se conjuraron para no dejar pasar a una manifestación de policías nacionales y guardias civiles. No solo eso, sino que les persiguieron y hasta agredieron a más de uno. Esta vez, los Mossos de Esquadra actuaron, ante la actitud agresiva de los independentistas. Una situación cuyas imágenes han dado la vuelta al mundo. Deben estar muy orgullos los instigadores así como los artífices de las acciones. La imagen ha sido realmente vergonzosa y preocupante. Si no se pone coto a este tipo de acciones, las cosas van a seguir cada día peor.


Manifestaciones sí, ocupación de espacios públicos, no. Los derechos son de todos, no solo de unos cuantos.


El Gobierno y las instituciones catalanas deben poner las medidas necesarias para que estas situaciones no vuelvan a producirse, si no, la democracia corre un serio peligro. 

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