#Claves de la semana

​La complicada relación de Celta y Depor con sus ultras

Los jugadores del cuadro herculino recibieron ayer la visita de medio centenar de miembros de los Riazor Blues durante el entrenamiento.


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Los jugadores del cuadro herculino recibieron ayer la visita de medio centenar de miembros de los Riazor Blues durante el entrenamiento.


Riazor blues

Los jugadores del depor entrenan con los Blues de fondo / Foto: RC Deportivo



El entrenamiento del Depor ayer en Abegondo fue particularmente colorido, si se puede definir así. Medio centenar de Riazor Blues se acercaron a la sesión matinal del Deportivo de La Coruña para animar a los suyos antes del partido ante el Almería, conscientes de que el ritmo que marca el cuadro blanquiazul en las últimas fechas no es el mejor para pelear por el ascenso.


Entre bengalas, banderas y canticos, los hombres de Natxo González recibieron el impulso de los ultras herculinos, que esperan que el equipo de sus amores dé el do de pecho después de cuatro jornadas seguidas sin ganar y tras cuatro partidos seguidos como local sin regalar una victoria a los suyos.


Como agradecimiento, los jugadores del Depor devolvieron el gesto a sus aficionados deteniendo el entrenamiento a la mitad de la sesión y aplaudiendo a los incondicionales desplazados a Abegondo. Un gesto peligroso, ya que, aunque aficionados, hay que recordar que los Riazor Blues son un grupo ultra organizado. Si bien no es la primera vez que los jugadores del Depor estrechan lazos con los radicales coruñeses, no deben caer en el error de confraternizar en exceso con ellos, porque los que ahora aplauden son los mismos que mañana pueden manchar la imagen del club con altercados con ultras rivales. Porque ya ha pasado.


CASO PARECIDO EN VIGO

Con todo, lo ocurrido en Abegondo no es un caso aislado esta temporada en Galicia. En A Madroa se vivió una situación parecida el pasado enero. Radicales celestes se acercaron al entrenamiento del Celta de Vigo, por entonces con Cardoso al frente del banquillo de Balaidos, para protestar por el ritmo del equipo.


En esa ocasión fueron una veintena de encapuchados los que fueron a la sesión preparatoria del cuadro vigués que se celebraba a puerta cerrada y, con peores formas que en el caso del Deportivo y los Blues, todo hay que decirlo, pidieron a la seguridad del recinto hablar con los capitanes del Celta.


Ante la imposibilidad de poder dirigirse a los capitanes, los encapuchados exigieron a los jugadores “más actitud” y les recordaron que “el escudo no se mancha”. En este caso, ningún jugador del cuadro vigués se dirigió a los aficionados, marcando distancias, al menos en este caso, entre el equipo y los ultras.


Difícil para los dos conjuntos lidiar con una situación así. Aunque en muchos casos sean el pulmón de la grada, los clubes no pueden verse sometidos a sus radicales. No hay nada más peligroso que ver como los ultras se acaban apoderando de los fondos, luego del estadio y por último del club. Ha pasado y seguirá pasando. Pero ni el Depor ni el Celta pertenecen a una “raza de aficionados” concreta. Son, y serán siempre, de todos sus aficionados. Porque el sentimiento no entiende de marcas.




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