Vísperas electorales

Manoel Barbeitos
Economista

Son tiempos anómalos para la celebración de unas elecciones democráticas. Si no hay cambios muy relevantes las elecciones autonómicas de 12 de julio vendrán junto a un prolongado estado de alarma (tres meses) que sin dudas afectará a los espíritus y también a los estados de ánimo de los/las gallegos. No sería nada extraño que impacte en la participación electoral ya que todo apunta la que será una de las más bajas en la historia de la autonomía. Una historia que nos muestra como una baja participación en las elecciones autonómicas favoreció siempre, excepto contadas excepciones como en el año 2009, a las fuerzas conservadoras (PP).


Unas elecciones que si bien se celebrarán finalizado el estado de alarma no resulta fácil, al día de hoy, vaticinar como será la situación real en el país tanto a nivel sanitario como muy especialmente a nivel psicológico. Sobre esto hay opiniones para todos los gustos, desde aquellas que aseguran que nada será igual que antes las que afirman, con el argumento de que la memoria es muy frágil, todo el contrario. Un estado de ánimo que, sin emabargo, influirá en el resultado final. Uno tiende a pensar que, aceptada una situación de fragilidad emocional, serán menos probables los cambios electorales que es el mismo que pensar que el Partido Popular (con Feijoo de candidato otra vez) repetirá la mayoría absoluta.


Unas elecciones que seguramente tendrán lugar en el marco de un panorama sociolaboral desolador. A pesar de las numerosas e importantes medidas de ayuda aprobadas por el gobierno español de las izquierdas (PSOE/ UP) no resulta aventurado vaticinar que el índice de desempleo estará en niveles elevadísimos, que cientos de miles de familias se encuentren en una situación de emergencia social, que muchos negocios (autónomos, pymes, comercio al por menor) no será capaces de recuperarse y seguirán cerrados, etc. ¿Cómo se canalizará el lógico descontento de todos estos colectivos? Difícil hacer un vaticinio.


Feijoo, con una estrategia muy inteligente de distanciamiento y desmarque con relación a Pablo Casado y su partido (PP), utilizando a fondo tanto el control absolutista de los medios públicos (Compañía de la Radiotelevisión Pública de Galicia) como de prácticamente la totalidad de los medios en papel, consiguió aparecer como un líder indiscutible, como un cesar gallego



El líder del PP, Pablo Casado, en un acto electoral con el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. Foto de archivo.




Un escenario político en el que  Feijoo, con una estrategia muy inteligente de distanciamiento y desmarque con relación a Pablo Casado y su partido (PP), utilizando a fondo tanto el control absolutista de los medios públicos (Compañía de la Radiotelevisión Pública de Galicia) como de prácticamente la totalidad de los medios en papel, consiguió aparecer como un líder indiscutible, como un cesar gallego. No conozco encuestas al respeto pero con toda seguridad que la valoración de Feijóo entre una mayoría de ciudadanos gallegos está, hoy por hoy, muy por encima de la de los líderes de la oposición.


Un vaticinio que será muy difícil que se mude debido a la campaña electoral. Una campaña, con toda seguridad, lastrada por la emergencia sanitaria , sin grandes y mucho menos multitudinarios actos, con medidas especiales de precaución a causa de evitar riesgos y contaxios. Una campaña en la que lo digital será muy relevante. ¡ De ser así y sí uno toma cómo referencia lo sucedido en las redes en este período de cuarentena, dios nos coja confesados!. Los debates electorales, de producirse, no provocarán importantes cambios en la preferencia de los electores. Por otra parte, la experiencia en este tipo de contiendas políticas nos lleva a pensar que Feijoo saldrá victorioso o, cuando menos, no derrotado.


¿Volverán las protestas sociales a germinar? Difícil cuándo en la mente de muchos está muy presente el riesgo de un nuevo rebrote en otoño.




No cabe dudas de que la pandemia y la cuarentena obligatoria vinieron a favorecer los intereses electorales de las derechas gallegas. Una última, pero muy importante, evidencia es la de que se en las vísperas de la pandemia había una creciente efervescencia social con cada vez más y mayores protestas sociales frente las políticas de la Xunta de Galicia (trabajadores de la industria y de los servicios públicos, ganaderos, mujeres,) el virus paralizó la contestación dejando en su sitio un páramo reivindicativo. ¿Volverán las protestas sociales a germinar? Difícil cuándo en la mente de muchos está muy presente el riesgo de un nuevo rebrote en otoño.


Son muchas las incógnitas pero no cabe duda de que, hoy por hoy, en Galicia los vientos no  parecen ser los de un cambio político.

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