Camino, camino largo

Manoel Barbeitos
Economista

Hay que agradecerle a Ana Pontón el enorme esfuerzo personal y político que está llevando a cabo en el objetivo de situar al soberanismo gallego (BNG) en una posición en el escenario gallego que le permita aspirar con cierto fundamento a presidir la Xunta de Galicia. Objetivo que, según sus propias declaraciones, piensa conseguir convirtiendo al BNG "en una fuerza de mayorías para liderar al país desde la Presidencia de la Xunta".


Este legítimo optimismo de Ana Pontón no puede ocultar que tal objetivo encuentra, hoy por hoy, importantes atrancos para su consecución como ya expuse en un artículo anterior en este mismo medio.

La presente legislatura española está poniendo en evidencia que el BNG, hoy por hoy, carece de una estrategia coherente a nivel de estado. La mínima representación (1 diputado) no puede servir de excusa (por caso, Compromis tiene 1 solo diputado pero consigue una mayor presencia y protagonismo). Como habitualmente se pone de manifiesto en los debates el Parlamento español está hoy alineado en torno a dos grandes bloques: el de las izquierdas y el  soberanismo y el de las derechas y el  españolismo. En este marco mantener la equidistancia equivale a la irrelevancia parlamentaria con los  consiguientes costes políticos, electorales y mediáticos.


Otro atranco no menor deriva de la reducida presencia del BNG a nivel local. El poder municipal debe ser una de las palancas que lleven al soberanismo a presidir la Xunta de Galicia. Con 457 concejales (12% del total) y 29 alcaldías (9%) el poder municipal del  soberanismo aparece como muy endeble y difícilmente se puede aspirar la presidencia de la Xunta con este bagaje municipal. A pesar de eso, y como demostraron las elecciones municipales del 2015, el mapa local es muy voluble y el soberanismo puede tener un espacio notablemente superior al de la actualidad. Queda mucho tiempo para las próximas elecciones municipales -mayo 2023-, tiempo que debe aprovechar el BNG tanto para perfilar la estrategia municipal, como para trasladar el soberanismo a los ayuntamientos, y elaborar unas candidaturas que deberían ser muy abiertas y plurales pero dotadas de un programa municipal coherente (base económica de los ayuntamientos, urbanismo, nuevas plantas municipales, competencias y servicios, diputaciones....).


No menor atasco, aunque parece que Ana Pontón y sus apoyos lo están superando, serán las resistencias internas a los cambios necesarios. Como nos enseña la experiencia histórica los cambios de esta naturaleza en las organizaciones tradicionales, con culturas políticas muy respetables pero superadas por la historia, no son sencillos y las más de las veces finalizan en rupturas. No debería pasar eso en el BNG si quiere liderar el país desde la Presidencia de la Xunta de Galicia. No debería pasar eso en una organización, que como la mayoría de las organizaciones de izquierdas, conoció demasiados episodios cainitas.


A pesar de los atascos citados no me cabe la menor duda de que si el BNG avanza por el camino dibujado en la XVIII Asamblea Nacional -que puede finalizar siendo histórica- algo empezará a cambiar en Galicia para bien de las clases populares que son mayoría en el país pero que llevan mucho tiempo olvidadas por los poderes públicos.

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