La irrealidad de las mentiras

Miquel Escudero

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Se nos dice que la mentira y la falsificación crecen día a día. ¿Es posible? Sea como sea, la psicóloga Mª Jesús Álava se ciñe a su ámbito profesional y describe casos clínicos concretos para detallar efectos dañinos del mentir. Y, por supuesto, propone adecuadas réplicas para contrarrestarlos. En su libro La verdad de la mentira (La Esfera) afirma que la mayor parte de las mentiras cuelan, y pasan inadvertidas.


La mentira, sin embargo, encierra una evidente incoherencia, el problema es ser crédulos ante ella y estar habituados al ejercicio de un arbitrario y flojo ‘pensar’. Álava aconseja adelantarse al mentiroso y sorprenderle; lo cual supone estar entrenados “para saber cuándo va a mentir y cómo va a hacerlo, para desactivarlo, y la mejor desactivación es no caer en la provocación”. Quienes más mienten, declara, “tienen un fondo de inseguridad e insatisfacción que les lleva a falsear su realidad”; una insatisfacción permanente, por la que “no valoran lo que tienen y desean lo que les falta o lo que ven en otras personas”. Las mentiras siguen patrones: hay exageraciones y hay omisiones, maneras continuas y compulsivas de emplearla, trampas y estereotipos que nos alejan sin remedio de la realidad.


¿Y en la política? También en esta actividad, y muy en particular en tiempo electoral, se miente para caer bien y se promete lo que no se puede cumplir. Ahora bien, “si no hay consecuencias ante hechos reprobables, estos tienden a incrementarse”. Con una expectativa alta de impunidad, se intensifican las mentiras, los engaños y los fraudes. Se desvanece cualquier límite no sólo por la ausencia o mal funcionamiento de los filtros de control, sino por el olvido y perdón que los electores irresponsables otorgan a sus representantes políticos.


A menudo, éstos se exhiben como superiores, tratan con suficiencia a los ciudadanos y no guardan clase alguna de miramientos hacia sus adversarios, el clima social se deteriora así gravemente. Son mentirosos peligrosos los manipuladores, cínicos o dogmáticos, que borran la huella de lo que es objetivo. Ante cualquier hecho que se interponga en su camino, apelan desde la emoción y no desde la razón. Hablamos siempre de diálogo, pero ¿tiene sentido razonar con quien solo quiere engañar? Álava lo tiene claro: si no estamos atentos a las mentiras, viviremos una irrealidad que, un día u otro, nos estallará.

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