​Rosalía d’o meu corazón!

Miquel Escudero

Rosalia castro


No soy crédulo con las estadísticas que se ofrecen en general, a menudo se usan para desenfocar con descaro la realidad.


Les diré que, en especial, no llevo la cuenta de la procedencia femenina o masculina de los autores que aquí van saliendo, tampoco de su religión o de su ideología o de su país. Todo es incompleto, traigo a quienes tengo más a mano en mi biblioteca personal. 


Hablemos hoy de Rosalía de Castro, gallega nacida en 1837 y fallecida con sólo 48 años. Una escritora delicada, melancólica y llena de sensibilidad para con los desvalidos.


Escribió tanto en gallego (‘consuelo dos males, alivio das penas’) como en español. En 1863 publicó sus Cantares Gallegos, dedicado a Fernán Caballero, pseudónimo de la novelista Cecilia Bölh de Faber, que tenía entonces 67 años.


Pero yo querría comentar hoy unos versos de Follas Novas (1880), libro prologado por Emilio Castelar, quien fuera primer ministro en 1873. El ampuloso orador republicano sentía una profunda admiración por la poetisa de Santiago de Compostela y decía no conocer en las diversas lenguas de la Península composición alguna “más tierna y más sentida que la titulada ¡Padrón! ¡Padrón!”. En esas viejas hojas se puede leer: “Aquelas risas sin fin,/ aquel brincar sin delor,/ aquela louca alegría,/ ¿por qué acabou?”; saudade y filosofía.


Siento míos estos versos, bien inteligibles para cualquier español: 


“¡Animo, compañeiros,/ tod’a terra é d’os homes./ Aquel que non veu nunca mais que a propia/ a iñoranza o consume./ ¡Animo! ¡A quen se muda, Dio-l-o-axuda!/ ¡E anque hora vamos de Galicia lonxe,/ verés dês que tornemos/ o que medrano os robres!/ Mañan é ò día grande, ¡â mar, amigos!/ ¡Mañan, Dios nos acoche!/ N’ó sembrante á alegría,/ n’ò corazón ò esforzo/ y a campana armoniosa d’á esperanza,/ lonxe, tocando a morto”. 


La hermosura de una donación de esperanza, empuje y dignidad. Empatía con la morriña de los emigrantes.


Para acabar esta conexión poética, recogeré unos versos sonoros, también de Rosalía, que aprendí hace muchos años:


“Ben sei que non hay nada/ novo en baixo d’o ceo,/ qu’ antes outros pensaron/ as cousas qu’hora eu penso./ E ben, ¿para qu’escribo?/ E ben, porqu’asi semos,/ relox que repetimos/ eternamente o mesmo”. 


Pero yo entiendo que las voces, cuando son personales, aportan inevitablemente tonos nuevos y valiosos. 


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