Bomberos de cuatro patas: Los caballos salvajes combaten el fuego pero retroceden ante el lobo y el eucalipto
Las ancestrales "Rapa das Bestas", festivales que celebra la simbiosis entre el hombre y el caballo en los montes gallegos, se enfrentan a a un futuro incierto. La drástica disminución de la población de caballos salvajes en Galicia, que todavía es la mayor de Europa, amenaza no solo una tradición cultural única, sino también un pilar fundamental para el equilibrio ecológico del país. La expansión de las plantaciones de eucalipto, los incendios forestales y la creciente presión de los lobos han creado una tormenta perfecta que pone en jaque la supervivencia de estos animales y el legado de las comunidades que velan por ellos. Quizá el problema de los incendios sirva para avivar el debate sobre el fomento de la cría del caballo en extensivo, pues no hay mejor herramienta para rozar el monte. Además, trabajan gratis, 24 horas al día 365 días al año.
En la parroquia de Amil, como en otras tantas de Galicia, el sonido de las campanas y el murmullo de la gente anuncian el comienzo de lsu Rapa das Bestas. Este festival, es una tradición milenarias en la que los aldeanos suben a los montes para reunir a los caballos salvajes, bajarlos a los valles y, en un recinto circular llamado "curro", cortarles las crines y desparasitarlos.
Luisito, un cartero jubilado que organizó el evento durante 35 años, lo describe como una parte intrínseca de la cultura gallega. "Es parte de nuestra cultura y Galicia es el único lugar donde puedes encontrar este tipo de festivales y estos caballos. Si nos deshacemos de ellos, no será Galicia", afirma en un reportaje que acaba de publicar la BBC.
Sin embargo, detrás de la fiesta y la aparente fuerza bruta de los "aloitadores" —los jóvenes que luchan cuerpo a cuerpo con los caballos para inmovilizarlos— se esconde una realidad preocupante.
La población de caballos salvajes de Galicia ha caído en picado en los últimos 50 años, pasando de unos 22.000 ejemplares a aproximadamente 10.000 en la actualidad.
Luisito recuerda con nostalgia cuando en su comunidad contaban con 400 caballos hace apenas veinte años; hoy, apenas llegan a 140. Esta reducción dramática, asegura, "ha sido una cosa general que está sucediendo". Sin caballos, la rapa no puede existir, y con ella se iría una parte del alma del país.
Estos animales no son caballos comunes. Son más pequeños, más resistentes y están perfectamente adaptados a la vida en la montaña. De hecho, no necesitarían al hombre para sobrevivir.
Aunque técnicamente son salvajes, las comunidades locales los consideran suyos, una propiedad comunal que se transmite de generación en generación, identificada antiguamente con marcas de hierro y hoy con microchips. A pesar de este vínculo, su valor económico directo es casi nulo. Según Luisito, un potro apenas se vende por cien euros. Los potros pueden destinarse a los mataderos de carne pero la demanda es escasa, pues el caballo no forma parte de la dieta tradicional en Galicia, a diferencia de otras partes del mundo.
La verdadera riqueza que aportan los caballos salvajes no es monetaria, sino cultural y, sobre todo, medioambiental, un hecho que a menudo se pasa por alto. Con todo, la devastadora ola de incendios que ha arrasado Ourense este verano puede servir para reactivar el interés por el caballo salvaje gallego como herramienta de prevención de los fuegos forestales.
De hecho, algunos colectivos medioambientalistas ya se están organizando para recabar fondos con los que reintroducir el caballo salvaje en algunas sierras. Es el caso, por ejemplo, de Naiterra, que impulsa la vuelta de los caballos salvajes al monte de Froxán mediante el programa “A volta das bestas”.
La Sombra del Eucalipto y el Fuego
Una de las mayores amenazas para los caballos es la alteración de su hábitat natural. Lara Lagos, ingeniera forestal e investigadora de la Universidade da Coruña, señala directamente al eucalipto.
Este árbol, originario de Australia, se ha extendido por todo el paisaje gallego para abastecer a las fábricas de pasta de papel, como la de ENCE que opera en Pontevedra hace décadas y la macrocelulosa que Altri pretende instalar en Palas de Rie. Las plantaciones han reemplazado la vegetación autóctona de la que dependen los caballos, reduciendo drásticamente su territorio y sus fuentes de alimento. Además, el eucalipto seca la tierra y degrada los suelos, afectando a ecosistemas vitales como las turberas, que actúan como esponjas naturales y reservas de carbono.
La proliferación del eucalipto está directamente relacionada con otro de los grandes males de Galicia: los incendios forestales. Xabier, miembro de las brigadas de extinción de incendios, lo califica como una amenaza. "Definitivamente, el eucalipto es una amenaza porque es pirófito", explica.
Sus cortezas colgantes y su composición hacen que arda con facilidad y que las llamas trepen rápidamente por el tronco, propagando el fuego a gran velocidad. El árbol, además, está adaptado para sobrevivir e incluso beneficiarse del fuego, eliminando a otras especies competidoras y expandiéndose aún más tras cada incendio.
Paradójicamente, los caballos salvajes son los mejores aliados en la lucha contra los incendios. Su labor de limpieza del monte es impagable.
Al alimentarse de tojos y otra maleza, controlan el crecimiento del sotobosque, que actúa como combustible para el fuego. "Son muy útiles porque comen la vegetación y también abren caminos, y van a lugares donde el tractor no puede acceder", comenta Xabier.
El trabajo de desbroce que realiza cada caballo salvaje costaría entre 8.000 y 10.000 euros al año
Esta tarea la realizan de forma gratuita, 24 horas al día. Un estudio económico estimó que el trabajo de desbroce que realiza cada caballo salvaje costaría entre 8.000 y 10.000 euros al año si tuvieran que hacerlo los humanos. Si los caballos salvajes volviesen a todas las sierras de Galicia, la prevención de incendios sería mucho menos costosa y más eficaz.
El lobo pone en peligro la cría de caballo
A la presión del eucalipto y el fuego se suma un depredador natural: el lobo. Su impacto en la cabaña equina es devastador. En las áreas donde ambas especies coexisten, los potros son la principal presa del lobo en Galicia. La tasa de depredación es altísima: entre el 60% y el 80% de los potros nacidos cada año son devorados por los lobos.
El problema, según Jaime, es que los caballos salvajes no pueden ser protegidos con las medidas estándar que se aplican al ganado. No se les puede encerrar por la noche ni proteger con perros mastines.
Una solución sería disparar la población de caballos para que, por pura fuerza numérica, el porcentaje de potros depredados disminuya. Sin embargo, las políticas de conservación del lobo a menudo no tienen en cuenta su impacto sobre estos caballos, centrándose únicamente en los daños al ganado, lo que deja a los propietarios de caballos en una situación de total desamparo .
La propia gestión humana también puede estar haciendo a los caballos más vulnerables. Jaime advierte que al capturarlos repetidamente para las rapas o para moverlos, se está interfiriendo en su comportamiento natural.
Una Tradición en la Cuerda Floja
La "Rapa das Bestas" de Sabudeco o Amil no son solo un espectáculo para los turistas . Durante el evento, los "aloitadores" no solo cortan las crines —un producto que antiguamente se vendía para hacer colchones o cuerdas—, sino que también desparasitan a los animales y les cambian las baterías de los collares GPS que permiten su seguimiento en el monte.
Iria, una joven "aloitadora" de 21 años de Amil, defiende la práctica. "Parece peligroso, pero no lo es tanto como parece, sobre todo si tienes a tus amigos contigo", asegura. Frente a las críticas de los animalistas a la violencia en las rapas, es tajante: "No les duele. Son bastante duros. Nos aseguramos de no usar más fuerza de la que tienen para no hacerles daño".
Los festivales, con la atracción de público y la atención que genera, dan un valor añadido a los caballos. Sin las rapas, habría menos incentivos para que las comunidades locales siguieran cuidando de unos animales que no generan beneficios económicos directos y que, sin embargo, conllevan gastos y preocupaciones. La tradición es, en última instancia, el principal motor para su conservación y el frágil eslabón que mantiene vivo este patrimonio natural y cultural.
Al final de la jornada, los caballos son liberados de nuevo. Las yeguas se reencuentran con sus potros y, juntos, emprenden el camino de vuelta a los montes. Pero la pregunta flota en el aire. ¿Seguirán existiendo estos caballos para las futuras generaciones? Luisito se muestra pesimista. "Mientras yo esté aquí, estarán, pero después, no lo sé", confiesa con tristeza.
Cáritas se compromete a acompañar a los afectados por incendios en León y Ourense y a ayudar a "recuperar la esperanza"
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