Galicia se libra de la ola de calor, pero no del riesgo de incendio: "Hay fuegos que no se paran ni con todos los medios"

No hemos llegado ni al ecuador de la primavera y el tiempo ya es de absoluto verano. España vive una inusual y temprana ola de calor que evidencia el reto climático al que nos enfrentamos, con unas temperaturas cada vez más altas y en épocas mucho más tempranas de lo habitual. Un fenómeno meteorológico del que Galicia se libra parcialmente, ya que no sufrirá el calor extremo de los cerca de 40ºC que marcará el mercurio en puntos del sur y el levante español. Sin embargo, de lo que no se va a librar la comunidad es del riesgo de incendio. El calor, la humedad del suelo, los episodios de sequía…son muchos los condicionantes que encienden las alertas en los montes gallegos, desguarnecidos en estos momentos para algunos grupos.

No son pocos los profesionales que están lanzando avisos de que la situación es especialmente delicada y que las administraciones públicas no están poniendo toda la carne en un asador que en cualquier momento se puede poner al rojo. Desde la Asociación profesional dos Axentes Forestais e Medioambientais de Galicia son especialmente críticos porque ya el verano pasado sufrieron una situación apocalíptica con una ola de incendios que arrasó la comunidad de extremo a extremo, con miles de hectáreas quemadas y una pérdida de la biodiversidad incuantificable. No obstante, el escenario, dicen, no es ni mucho menos nuevo.

“Refiriéndonos la serie histórica, en Galicia siempre hubo un pico de muchos fuegos entre finales de invierno y principios de la primavera”, señalan desde Aprafoga. Son los conocidos en el mundillo como “fuegos de invierno” que se dan principalmente en el interior y que son producto en muchas ocasiones de quemas de particulares que se descontrolan y terminan provocando un incendio forestal de grandes dimensiones, como el de Baleira.
 

La Xunta no parece especialmente preocupada por esta clase de episodios, que este año se dieron en marzo y que desde Aprafoga recalcan que no son tan extraordinarios como podría parecer. Con todo, el servicio parece operar a medio gas con un dispositivo que “cuenta con los medios que estamos desplegados todo año”.

EL “POLVORÍN” GALLEGO

No obstante, algunas voces señalan que Galicia es “un polvorín” a causa de su orografía y masa forestal. La plataforma de agentes forestales destacan que el abandono del rural y el cambio climático contribuyen de forma decisiva a estos condicionantes en un escenario en el que el clima suele ayudar al crecimiento de las especie vegetales. “Eso implica combustible en los montes”, precisan. 

“Si a eso le sumamos que no hay gente en el rural para limpiar montes y finca y que cada vez hay más episodios de sequía prolongada asociada a altas temperaturas, pues ya tenemos el caldo perfecto para que cuando se produzca un fuego corramos el riesgo de que se haga grande”, explican, si bien apostillan que los montes no arden porque sí. “Por mucha biomasa que tengan, si nadie le planta fuego… Las causas habrá que buscarlas más en la sociedad que en el monte”.

MÁS MEDIOS Y MÁS PERSONAL AYUDA, PERO NO GARANTIZA NADA

Ante este panorama tan incierto y complicado, desde la Xunta defienden que trabajan para tener el dispositivo antiincendios “preparado” para cuando “llegue el periodo de alto riesgo”. Pese a todo, algunas voces critican que la situación de los brigadistas y agentes forestales sigue presentando muchas carencias en cuanto a medios y recursos, algo que quedó patente en algunas dotaciones que operaron en incendios el año pasado. 

En Aprafoga consideran que más medios no siempre es sinónimo de éxito. “Ciertos fuegos, como los del 2022, se apagan teniendo zonas y momentos de oportunidad, no por más medios vamos a ser más efectivos. Hay ciertos fuegos y en ciertos momentos que están se encuentran fuera de la capacidad de extinción”, lamentan. Son, por ejemplo, los conocidos como incendios de quinta generácion o ‘mega incendios’, fuegos con una capacidad destructiva totalmente incontrolable y que, según los expertos, serán cada vez más habituales. 

En esta clase de situaciones extremas, los agentes forestales subrayan que ni por más dotación de personal que se añadan a las brigadas “nunca habrá suficiente personal”. “Otra cosa es si hablamos de otro tipo de fuegos, o simultaneidad o prevención”, afirman. “En nuestro caso, sí que demandamos a nuestra consellería un aumento de plazas, ya que en Galicia cada vez contamos con más superficie forestal, con lo que eso implica en todos los nuestros ámbitos competenciales”, reclaman en torno a la polémica de las plazas que hay sin cubrir o los mínimos de personal en algunos gremios de la lucha contra incendios. 

EL PROBLEMA DE DESBROZAR FINCAS PRIVADAS

Si atendemos al capítulo de la prevención, desde Aprafoga son especialmente cautos a la hora de analizar este aspecto, que consideran “muy ambiguo” ya que “muchas veces el sistema de propiedad de Galicia impide poder limpiar todos los terrenos forestales”. “Sí que se hace prevención desde la administración en montes vecinales y públicos, pero nunca es suficiente, ya que la vegetación está en constante crecimiento, lo que significa que lo que se roza hoy, en 2-4 años, ya precisa ser rozado de nuevo”, valoran.

“En cuanto a formación, desde la Dirección General de Defensa del Monte se está haciendo un esfuerzo muy grande en este campo, formando a todo el personal de incendios en muchas y diferentes materias relacionadas con la prevención y extinción. Algo que llevábamos demandando desde hace años y que ahora se está cumpliendo”, celebran.

Con todo, la fiesta no puede ser completa, ya que en el colectivo guardan un listado con otras muchas reclamaciones que hacer a la Xunta y al Gobierno de España para mejorar su situación. Así, piden en primer lugar “que se adelanten a las circunstancias que pueden derivar de este abandono del rural y del cambio climático, no ser cortoplacistas; adaptando los montes a este nuevo escenario que parece que va a ser irremediable”. 
 

“No se puede seguir plantando al igual que hace 50 años, estamos en un escenario diferente, ciertas zonas que hace años posiblemente no estaban disponibles para arder, a día de hoy sí lo están. Tenemos que, de alguna manera volver a los paisajes de mosaico, a formar discontinuidades en los montes, y no hacer que el monte tenga plantaciones tan extensas de monocultivos con unas cargas de biomasa inmensas”, reprochan.
 

En lo que son especialmente categóricos es en solicitar que los gobiernos “escuche más a los que están en el monte todos los días, a los que batallamos con los incendios vis a vis todos los años, que tenemos muchas cosas que contar y que aportar”. “Hay cosas que no deben solucionarse en una oficina nada más”, zanjan los que son “los ojos de la administración en el mundo rural”.