Este no es otro titular de violaciones y futbolistas

Rodrigo Brión Insua

Rodrigo Brión Insua (A Pobra do Caramiñal, 1995). Grado de Periodismo en la Universidad de Valladolid (2013-17). Redactor en Galiciapress desde 2018. Autor de 'Nada Ocurrió Salvo Algunas Cosas' (Bohodón Ediciones, 2020). 

En Twitter: @Roisinho21

El fútbol tiene un problema, y va más allá del terreno de juego. Podemos quedarnos en lo frívolo: en los precios desorbitados, en los sueldos insultantes, en discusiones de VAR... Pero por encima de todo eso asistimos a que los futbolistas protagonicen titulares que nada tienen que ver con la pelota. Y estamos saltando de los escándalos de las superestrellas a los de canteranos, pequeños Pelés que se creen intocables por vestir el chándal del equipo de la ciudad y recibir elogios todos los fines de semana. "Tú vas a ser el próximo Messi". ¿Cómo no te vas a creer invencible si te dicen algo así? 

 

Esta semana se dio a conocer el caso de unos canteranos del Racing de Ferrol que intentaron violar en grupo a una joven de 15 años. La intervención de otros dos chicos frustró el asalto sexual. Al parecer, las pesquisas policiales posteriores los relacionan con al menos cinco episodios similares, de los que solo cuatro han sido denunciados. Los llaman "Mini Manada". Solo el apelativo ya asusta.

 

Querría pensar que es un hecho aislado, pero no puedo. Porque a estos chicos hay que sumar la prisión a espera de juicio de Dani Alves, investigado por violar a una joven en un pub. O a Achraf Hakimi, ídolo de Marruecos y el PSG e imputado por violación. O el citizen Benjamin Mendy, procesado por violación. O Robinho, al que Italia pide a Brasil que lo extradite para cumplir una condena por violación. O Gonzalo 'Chacha' Montiel, futbolista para siempre eterno por dar la tercera estrella a Argentina con su penalti ante Francia y denunciado por (¿adivinan?) violación.

 

Considerando siempre la presunción de inocencia y sin entrar en valoraciones, son demasiados casos como para no encontrar un patrón. De hecho, son solo un puñado de los muchos casos a citar: están los futbolistas de la Arandina, que acaban de ingresar en la prisión de Monterroso, Santi Mina, condenado a cuatro años de cárcel por abusar sexualmente de una chica que conoció de fiesta, Sergi Enrich y Antonio Luna, condenados a dos años de prisión por difundir un vídeo sexual en el que filmaron a una joven sin su consentimiento, los juicios a Ribery y Benzema, por solicitar los servicios de una prostituta menor de edad, los acuerdos extrajudiciales de Cristiano Ronaldo para evitar juicios por violación...y un largo etcétera. 

 

Y luego están los casos de violencia de género, que los hay: el ex del Atleti y futbolista del Bayern Lucas Hernández, condenado por violencia de género, los líos de Rubén Castro con su expareja por maltratos y quebrantar la orden de alejamiento, la promesa del United, Mason Greenwood, o la también leyenda de los reds, Ryan Giggs, ambos con sendos procesos abiertos por violencia doméstica... Hasta un canterano de Las Palmas, el juvenil Joel Domínguez, se ha visto envuelto en una denuncia de su pareja por violencia machista.

 

No. Desde luego que no parecen hechos aislados. Se asemeja más a una gran red de abusos continuados y perpetuados en el tiempo en una élite que actúa con impunidad ante una sociedad enferma que los aclama. Y no, claro que no son todos, faltaría más, pero sí es una conducta que se reproduce, que es transversal a todos los equipos, a todas las ligas, sin importar las categorías, un modelo que pasa desde el primer equipo hasta las inferiores, con la idea de que ellos son futbolistas, merecen otro trato y todo debe venirles dado, porque lo merecen, porque son los elegidos, porque nadie puede decirles que no. 

 

La estructura es comparable a la de la Iglesia católica, en el sentido en que en el mundo del fútbol, como en el Vaticano, la norma es el silencio, cerrar filas y, si te pillan, condenar a posteriori culpando a un par de manzanas podridas. Es todo mucho más complejo y la raíz del problema es una sociedad machista en donde los hombres expresan su autoridad ejerciendo dominio sobre las mujeres, exhibiéndolas como trofeo y considerándolas como un territorio que hay que conquistar, ya sea por lo civil o lo criminal. Así demuestran poder sobre otros hombres, que ven a estos como modelos de conducta a imitar, continuando con la saga de abusos, transmitiendo estas enseñanzas a las siguientes generaciones de hombres frágiles, cuyo único método de manifestación es a través de la fuerza, de la sumisión del contrario, de la humillación y con la violencia y el sexo como arma. 

 

En el deporte rey estos hombres, muchos de ellos jóvenes de origen humilde, que siempre han tenido a la pelota como modo de vida y el dinero por castigo desde muy temprana edad, se ven ahora más expuestos por las redes sociales, por un foco mediático totalmente alucinógeno que los distorsiona y aparta de la realidad. No se les puede negar nada, porque están por encima del bien y del mal, y muy por encima de la ley. Cuántas muchachas no habrá a lo largo de las décadas que sufrieron abusos de los grandes regatistas, de los goleadores, de los zagueros... Mujeres silenciadas por un sistema dominado por un público que ovaciona a los delincuentes, entierra a las víctimas y olvida pronto, porque la semana que viene hay partido, y necesitamos a los muchachos con la mente despejada. 

 

La grada es el mejor juez, pero la condena del hincha llega por un mal pase, por una pérdida de balón o por un gol en propia, no por lo que sucede en la intimidad del hogar. La afición se desplaza hasta las puertas de los juzgados, con banderas y bufandas, a vitorear al imputado y pedirle autógrafos. Nunca hay cánticos en la platea para las víctimas ni pancartas en el fondo sur con su cara. Son futbolistas, no tienen que ser ejemplares. Para eso esta la Casa Real. Bueno, tal vez no haya escogido el mejor ejemplo. Mientras, el goteo de casos sigue, acallados por los gritos de gol. Serán solo más nombres en una infausta lista y todo terminará en una tertulia de taberna. La pelota sí se mancha. 

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