Cuando no se cree en un proyecto político

Gustavo Olmedo Portela

Nacido en Pontevedra en 1964. Trabajador sanitario en el SERGAS.  Portavoz del Colectivo de Celadores del Área Sanitaria Pontevedra/Salnes. Expresidente provincial de organizaciones juveniles de centroderecha, siendo el primer cargo orgánico como presidente local de Nuevas Generaciones de Pontevedra en los años 80. Ex candidato por el CDS.


UPyD y Ciudadanos, entre otros, representan un claro ejemplo de fórmulas personalistas y de cuando sus líderes, en este caso Rosa Díez y Albert Rivera, no creen en sus respectivos proyectos, independientemente de quiénes fueran sus creadores o ideólogos, Sosa Wagner (UPyD), Javier Nart (Ciudadanos) o Ramón Espinar (Podemos), representan un claro ejemplo de cómo se dilapidan los activos de las formaciones políticas y que son estos últimos los que realmente creen en los proyectos de los cuales forman parte desde sus orígenes.

 

La UCD fue un buen ejemplo de lo que debe ser un partido a pesar de todas sus convulsiones internas ya que no dejaba de ser una coalición de 14 formaciones con distintas corrientes y sensibilidades, pero con un buen fin, que fue la aprobación de la reforma política con una cámara repleta de procuradores del antiguo régimen y con un resultado de 425 votos a favor de los 531 presentes, siendo la aprobación el 18 de noviembre de 1976.

 

Fue la UCD una de las formaciónes de las que surgieron en democracia hasta la fecha la que logró el objetivo político citado y con la complicidad del pueblo español y la Monarquía, hasta la disolución de los centristas el 18 de febrero de 1983. Por lo tanto, misión cumplida.

 

Volviendo para atrás, el 3 de Mayo de 1977, el pontevedrés Pío Cabanillas y José María de Areilza fundarían la UCD, que encabezaría como independiente Adolfo Suárez, quien siempre creyó en su proyecto político y en el de todos los españoles y que hasta la fecha es del que disfrutamos todos los ciudadanos. El referente de los centristas, sobre todo en sus inicios, es el que se debe tomar de ejemplo a la hora de crear una nueva formación política sin egos ni personalismos y creer, por lo tanto, en el proyecto. De lo contrario, sucumbiremos en los ejemplos de los dos primeros partidos citados que apenas han aportado nada a la democracia y que no cumplieron con los fines que decían defender en sus postulados ideológicos y, en el caso de Podemos, con una fragmentación de la izquierda que ya es tradicional en España, hasta llegar a la irrelevancia de esta formación.

 

La equivalencia de estos ejemplos en nuestra autonomía los podríamos encontrar entre otros, en Centristas de Galicia y Coalición Galega que no dejaba de ser esta última una UCD, pero más autóctona. Las terceras vías deben consolidarse como proyectos políticos sólidos y no como una simple creación oportunista de unas listas electorales con el único fin de satisfacer las ambiciones de poder de unos pocos y que al final terminan lastrando el proyecto.

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