La "zorra" de Bad Gyal y el político pichabrava

Manuel Vilas López

Ourensano nacido en Vilagarcía (1978). Coordinador de Galiciapress desde 2018. Licenciado en Periodismo por la USC (2000) , Diploma de Estudios Avanzados en Comercio Electrónico por la UDC (2002) y Máster en Publicación Electrónica por la City University London (2004). Ex-miembro de las directivas del Colexio Profesional de Xornalistas de Galicia y del Sindicato de Xornalistas de Galicia.

Bienvenidas sean todas las voces que nos asustan a nosotros, señoros supuestamente tolerantes.

 

“Escúpeme en la boquita, que linda carita” cantó Bad Gyal sobre el escenario de O Son do Camiño en un concierto patrocinado por el Xacobeo de la Xunta, Abanca, Repsol y otras instituciones de mucha enjundia. Este viernes, como en pasadas actuaciones, se puso delante de un proyector de luz, facilitando, como dicen con mucha guasa en redes sociales, que sus seguidores sordos le leyeran los labios, aunque no le estuvieran mirando a la cara.

 

 

 

A Alba Farelo le caen críticas por su propuesta hipersexualizada. Han pasado 70 años desde que Elvis debutó en televisión y todavía hay quien se molesta por los movimientos de cadera sobre un escenario. También hay quien explota su cuerpo como principal argumento para lanzar su carrera profesional. A mi me parece estupendo, allá cada cual con sus abdominales, conciencia, bolsillo y autoestima. 

 

El post punk de Carolina Durante, la música urbana o como se llame el estilo de Bad Gyal -reconozco mi ignorancia pureta al respecto- o el indie de boutique de Amaia, por poner tres ejemplos que sonaron el viernes en O Son do Camiño, en el fondo sirven para lo mismo, circo para el pueblo.

 

Bendito circo. Además de entretenimiento para que la plebe capee su precaria existencia, la música popular en sus mil y un mutaciones es arte, más o menos afortunado. Como tal, un lienzo en el que se plasman los cambios sociales e incluso, algunas veces, motor de esos cambios.

 

A Bad Gyal y a otras cantantes les critican por usar palabras como zorra o puta. Ellas se defienden argumentando que están apropiándose de estos términos como parte de su forma de vida no subyugada a los varones, con plena libertad, afectiva y sexual. De paso, la polémica sirve para aumentar su popularidad, lo nunca visto.

 

 

Camino les queda por andar. Puta o zorra son palabras que siguen siendo insultos. Si una chica es promiscua, es una puta o una zorra, si un hombre hace lo mismo, es, simplemente, un pichabrava.


Por ejemplo, cuando hace unos días comentaba con unos compañeros la trayectoria personal de un político investigado por abuso sexual en Galicia, el calificativo que más usamos para describirlo fue ese, el de pichabrava o picaflor. Términos que, evidentemente, distan de tener la misma connotación negativa de puta o zorra. En ciertos contextos, como en la barra de un bar, incluso pueden tener una connotación positiva.

 

Concluyo pues que el bando Bad Gyal tiene, al menos, parte de razón; bienvenidas sean todas las voces que nos asustan a nosotros, señoros supuestamente tolerantes. Igual, superado el impacto, tenemos algo que aprender.

 

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Bad Gyal en O Son do Camiño en una imagen del Facebook del festival

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