Aniquilar al contrincante

Manoel Barbeitos
Economista

La portavoz del PP en el Congreso, Ester Muñoz y el presidente del PP, Alberto Sánchez Feijóo, durante un pleno extraordinario, en el Congreso de los Diputados, a 9 de julio de 2025, en Madrid (Esp
La portavoz del PP en el Congreso, Ester Muñoz y el presidente del PP, Alberto Sánchez Feijóo, durante un pleno extraordinario, en el Congreso de los Diputados, a 9 de julio de 2025, en Madrid (Esp

Subrayaba en un artículo anterior que los nombramientos de Miguel Tellado y Ester Muñoz como adjuntos inmediatos al líder de la oposición, Núñez Feijóo, reflejaban que el Partido Popular (PP) iba a copiar las tácticas de las extremas derechas y centrarse en lo que en política se llama “el arte de la guerra: el asalto a la ciudadela”, algo que el profesor Manuel Castells tan bien describe en sus trabajos sociológicos: “el otro es un contrincante, un enemigo al que hay que destruir”. 


 

Ya tuvimos un ejemplo, aunque no era la primera vez, en el debate parlamentario sobre la corrupción donde, tal y como recogía en el artículo anterior, el líder de la oposición en su intervención no hizo ni una sola propuesta para combatir la corrupción que afecta al sistema político español desde hace décadas centrándose en el ataque directo y personal al Presidente del Gobierno (Pedro Sánchez). Algo que puede parecer sorprendente pues si acusas a tu rival político de ese mal debes paralelamente, para tener credibilidad política, presentar tus alternativas. Claro que difícilmente puedes hacerlo si resulta que tu propio partido, y tú mismo, estáis consumidos por la corrupción.


 

Así, en lugar de un estadista que aspira legítimamente a gobernar, el señor Núñez Feijóo se presentó como un hooligang de la política, algo que ciertamente en Galicia ya no sorprende. Un camino que, por lo que estamos viendo, no parece quiera abandonar sino que piensa empeñarse en el mismo a pesar de los fracasos recogidos y de los perjuicios que le provoca la normalidad democrática y la convivencia pacífica, pues “el rechazo del otro se convierte en germen de violencia” (Manuel Castells). Cabe añadir que como nos muestran las diversas experiencias (Donald Trump, Jair Bolsonaro, Javier Milei, José María Aznar, Alberto Núñez Feijóo, Viktor Orban...) este comportamiento político suele ser propio de líderes con un bagaje cultural muy escaso, pobre oratoria, faltones con los rivales a los que llegan a insultar, muy sumisos con el poder económico pero muy tiranos con los más y pobres a los que menosprecian: “los políticos cada vez son peores”, (Manuel Castells).


 

Un comportamiento político este que, como reflejan destacados periodistas gallegos, Núñez Feijóo ya utilizara en su aterrizaje político en Galicia cuando el gobierno bipartito (2005-2009) y desde el liderado de la oposición (PPdeG), con el inestimable apoyo de La Voz de Galicia que luego sería muy bien recompensado, centró su estrategia en atacar al Presidente (Emilio Pérez Touriño) y al Vicepresidente (Anxo Quintana González) en clave personal como si fueran enemigos políticos. Un ataque que se centró en los asuntos personales, familiares y de amistad de los dos políticos y en los que las trolas, las noticias tendenciosas y los insultos fueron las armas. Se trataba de “aniquilar al contrincante”, una estrategia que, como es sabido, dio sus frutos pues el PPdeG recuperaría el control de la Xunta de Galicia pero que también supuso un enorme deterioro de la democracia (“las democracias se rompen cuando los contrincantes pasan a ser enemigos” Manuel Castells) y de la convivencia pacífica pues, como estamos viendo, esta estrategia finaliza trasladando a la sociedad el discurso del odio. Ahí tenemos el reciente caso de Torre Pacheco.

 

Ahora por lo que parece se trata de repetir la estrategia. Si antes fueron los líderes de las nuevas izquierdas (Pablo Iglesias, Irene Montero, Juan Carlos Monedero, Ada Colau, Mónica Oltra...) ahora el foco está puesto en el Presidente de gobierno, Pedro Sánchez, quien está siendo objeto de los más viles y mezquinos ataques que se han dado en la democracia española y que ponen a su familia en el foco. En estos ataques las derechas (PP, Vox) cuentan con el inestimable apoyo de magistrados ultras bien situados en las instancias del poder judicial (Tribunal Supremo, Audiencias Nacionales...), aparatos del estado (“policía patriótica”), y los consabidos medios de difusión (ABC, La Razón, El Español, El Confidencial, OK diario, La Voz de Galicia ...) y redes digitales (Reaccionarismo digital: Plataformas Digitales disidentes. Marcelino Madrigal)


 

Unos ataques que tienen mucho que ver con las políticas progresistas que, con los matices que se quieran hacer, está llevando adelante este gobierno y también con los resultados macroeconómicos que está consiguiendo. Como señala el repetidamente citado Manuel Castells, desde el triunfo de la moción de censura “la derecha nacionalista española confirmó que no soporta perder el gobierno, por que 500 años de control absoluto en lo social y en el institucional la convencieron de que eso es lo natural en este país. Como lo es el centralismo del Estado y la resistencia a reconocer las nacionalidades históricas consagradas en la Constitución”. Una derecha nacionalista para la cual España es “una, grande y libre”.

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