Ourensano nacido en Vilagarcía (1978). Coordinador de Galiciapress desde 2018. Licenciado en Periodismo por la USC (2000) , Diploma de Estudios Avanzados en Comercio Electrónico por la UDC (2002) y Máster en Publicación Electrónica por la City University London (2004). Ex-miembro de las directivas del Colexio Profesional de Xornalistas de Galicia y del Sindicato de Xornalistas de Galicia.
Que arda Ourense y a lo mejor si de esta vez arde bien-bien, podremos empezar de nuevo.
Que arda. Que el fuego arrase esta maldita ciudad. Que se queme el ridículo rascacielos, el Puente Romano, las barbas del Santo Cristo y esa fuente de la que agua ya mana podrida. Que toda su suciedad, su retraso y su caciquismo desaparezcan por fin en el fuego purificador.
¿Salvemos a los ourensanos? Salvémoslos, venga, pero sólo por humanidad. Eso sí, que sufran como Eneas. Subámoslos al Castro de San Tomé y que desde allí tengan que contemplar la destrucción de sus propias casas.
Sé que entre ellos habrá algunos que se reirán, pero quizá otros puede que aprendan y algunos incluso que cambien; porque ellos, y no las llamas, son los culpables.
Por elegir a políticos que llevan décadas robándoles, mintiéndoles y explotándolos; contentos, o celosos, porque les enchufaron al sobrino en la brigada municipal de la aldea.
Por creer que nada se puede hacer contra el fuego porque hay muchos incendiarios. Eso es falso, estadísticamente mentira, la mayoría de los incendios vienen de las imprudencias.
Por abandonar sus aldeas, por dejarlas literalmente a monte, por no volver más que en las fiestas, para las verbenas. Por dejar a barbecho los caminos, las fincas.
Por emigrar o esconderse en ese socavón insalubre que le llaman Ourense ciudad, donde nunca corre el aire y hay que empezar a vivir las diez de la noche.
Los ourensanos son culpables por pasar de todo, en la última protesta de Lumes Nunca Más fueron dos docenas, a lo mejor porque era antes de las diez
Por, básicamente, pasar de todo. En la última ola de incendios, cuando los ecologistas organizaron una concentración de protesta delante de la Casa de Chocolate, la sede de la Xunta de Galicia, acudieron sólo dos docenas de personas. La culpa fue de ellos, ingenuos, por convocar antes de las diez.
Que arda Ourense, oh sí, que arda Ourense por los cuatro costados; que el fuego se lleve con él también tanta rabia por tener que narrar otra vez desde la distancia como desaparece mi tierra.
Que arda Ourense y a lo mejor, si de esta vuelta arde bien-bien, podremos, tal vez, empezar de nuevo.
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