Rodrigo Brión Insua (A Pobra do Caramiñal, 1995). Grado de Periodismo en la Universidad de Valladolid (2013-17). Redactor en Galiciapress desde 2018. Autor de 'Nada Ocurrió Salvo Algunas Cosas' (Bohodón Ediciones, 2020).
En Twitter: @Roisinho21
No me canso de decir y de repetir que soy un ignorante en casi todo. Reitero, como en otras ocasiones, que hay dos materias sobre las que digo tener cierto dominio: frases de capítulos viejos de Los Simpson y fútbol. En poco o nada más puedo descubrirme como alguien versado. Y si antes me confesaba un profundo desconocedor de casi todo, un mundo como el del ordenamiento jurídico no me resulta menos ignoto, pero cuanto más creo saber más ignorante me descubro. El caso particular del fiscal general del Estado, juzgado y condenado por el Tribunal Supremo, me hace pensar que o bien soy un ignorante que no comprende nada, o que el mundo es más maquiavélico y terrorífico de lo que presuponía, pues si este es el trato y el destino de un fiscal, ¿qué podemos esperar los demás?
No sé si hay alguna escena de Los Simpson aplicable a esto. Se me ocurre la del indecente Lionel Hutz, picapleitos metido a tiburón inmobiliario, explicando a Marge que existen “La verdad” (meneando la cabeza de lado a lado con rostro serio) y “La verdad” (asintiendo afirmativamente con una sonrisa de oreja a oreja). Vaya por delante que no soy jurista, como sí lo son amigas mías que al conocer la inhabilitación de García Ortiz se echaban las manos a la cabeza leyendo los titulares, a falta de poder asirse a una sentencia que no está redactada. Lo que sí soy es periodista, la otra pata de este enjuiciamiento a la Fiscalía y al derecho de información, por lo que el fallo judicial me toca de manera sensible.
Ante el Supremo desfilaron, además del evasor fiscal confeso González Amador y del mentiroso, también confeso, Miguel Ángel Rodríguez, algo más de una decena de periodistas que, cada uno con su exposición propia, sostuvieron ante los jueces que el correo por el que se encausaba al ya exfiscal general llegó a sus manos mucho antes de que llegase a conocimiento del mencionado García Ortiz. Alguno, incluso, sin dar a conocer sus fuentes -uno de los pocos derechos de los que gozamos los plumillas-, indicó que quien le hizo llegar la información, días antes de que saliese el cacareado bulo difundido por el jefe de prensa de Isabel Díaz Ayuso, no fue el fiscal general, que parecía quedar exculpado de la filtración de ese mail al que, como él, tenían acceso cientos de personas.
Mi sorpresa llega al saber que García Ortiz será inhabilitado de su cargo, multado y obligado a indemnizar a González Amador. Sin sentencia y en una deliberación más rápida de lo que ha sido la redacción de este artículo -lo que me lleva a pensar que, tal vez, ya tenían su dictamen antes del juicio-, resulta difícil conocer el verdadero delito por el que han encontrado culpable al fiscal general. Lo que parece evidente es que, o bien la Justicia no ha escuchado el relato de los periodistas que, poniendo en juego su carrera y prestigio, narraron la sucesión de acontecimientos y se ciñeron a la verdad, o lo que es peor, sí han atendido a las informaciones periodísticas, pero las han despreciado en el mejor de los casos o tachado de patrañas en el peor, poniendo un derecho que creíamos consolidado como es el derecho a la información varios peldaños por debajo de un bulo corroborado por el titiritero mayor del gabinete de comunicación del PP madrileño.
La causa contra García Ortiz se sostenía con pinzas sobre hechos indiciarios y una investigación de la UCO llevada a cabo por agentes que, reconocieron, no sabían ni qué ni dónde tenían que buscar aquellas pruebas que iban a demostrar la culpabilidad del fiscal. En una sala dividida, cinco jueces encuentran responsable a García Ortiz, incapaces todavía de argumentar por qué. ¿Qué no hará la Justicia en otros casos menos mediáticos? ¿Se puede condenar sin pruebas? ¿Qué futuro tenemos los periodistas si un buen titular, como es el de que la Fiscalía ofrece un trato al novio de Ayuso, mata al auténtico relato? ¿Dónde cabe la profesión si los que contrastan, trabajan y tiran del hilo de la información quedan sepultados por los que repiten como loros las notas de prensa interesadas de un espécimen como MAR? Volvemos a Lionel Hutz: “La verdad” con gesto serio y “La verdad” con sonrisa afirmativa.
Tendrá que estar muy bien argumentada la sentencia más esperada de la historia reciente de España, pero el tufo a venganza contra García Ortiz y contra el Gobierno, por asuntos como la Ley de Amnistía o la reforma que propone Félix Bolaños y que dejó la imagen de jueces y fiscales acudiendo a la huelga con toga, será difícil de ventilar. Desde luego, aquel mantra de “El que pueda hacer, que haga” que dijo Aznar parece que se está aplicando. Los que pueden hacer ya están haciendo.
Una vez un argentino, de cuyo nombre soy incapaz de acordarme, explicó que el mundo podía entenderse como un partido de fútbol de buenos contra malos, en el que los malos ganaban 2-1, pero que en este momento del duelo los buenos tenían la pelota y estaban atacando. De fútbol algo entiendo, insisto, y no sé quién tiene la posesión, pero si los árbitros nos señalan fuera de juego continuamente cuando estamos en línea, será difícil remontar y quedará para siempre la idea de que el partido está amañado desde el pitido inicial. El que pueda o quiera entender, que entienda.
Escribe tu comentario