Alerta biológica: cuatro nuevos positivos de gripe aviar en Tomiño, Ribeira, Ares y Oleiros

El virus de la influenza no entiende de festivos ni de calendarios, y mientras la ciudadanía gallega apura los últimos días de este 2025, la naturaleza sigue su curso con dinámicas que requieren toda nuestra atención. La vigilancia epidemiológica en la comunidad autónoma ha vuelto a dar la voz de alarma tras la confirmación de cuatro nuevos casos de gripe aviar en aves silvestres, un recordatorio persistente de que la salud de nuestros ecosistemas está íntimamente ligada a la seguridad sanitaria global. El Laboratorio Central de Veterinaria de Algete, en Madrid, ha sido el encargado de ratificar unos resultados que ponen de manifiesto la circulación viral activa en nuestro litoral.


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Archivo - Gaviota
Archivo - Gaviota

Los protagonistas involuntarios de este nuevo capítulo epidemiológico son cuatro ejemplares de gaivotas patiamarillas, una especie habitual en nuestras costas que actúa como centinela de lo que ocurre en el medio ambiente. La detección se ha producido de manera dispersa geográficamente, abarcando desde el sur hasta el norte de la comunidad, lo que sugiere que el patógeno no está confinado en un único punto. En concreto, se ha localizado un animal enfermo en el municipio pontevedrés de Tomiño, mientras que los otros tres aparecieron en la provincia de A Coruña, específicamente en los concellos de Ribeira, Ares y Oleiros. La respuesta de la administración ha sido activar el protocolo habitual, trasladando a los animales a los centros de recuperación de fauna silvestre de Cerdedo-Cotobade y Oleiros, dependientes de la Consellería de Medio Ambiente.

 

Con estas nuevas notificaciones, el contador anual de la enfermedad en Galicia alcanza una cifra que invita a la prudencia pero no al pánico: son ya 22 los focos confirmados en aves silvestres a lo largo de este año 2025. Es crucial destacar que la detección temprana es fruto de una red de vigilancia que funciona, permitiendo a la Consellería de Medio Rural comunicar los datos al Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación con la celeridad necesaria. Este flujo de información es vital para mantener blindada la cabaña ganadera, pues hasta la fecha, y este es el dato más tranquilizador para el sector productivo y los consumidores, no se ha registrado ningún caso en aves de corral dentro del territorio gallego.

 

 

 

Si levantamos la vista del mapa gallego y observamos el contexto nacional, la situación adquiere unos matices más complejos y preocupantes. España está atravesando un periodo de vigilancia anual, que se contabiliza desde el primero de julio, con unos números que superan con creces los registros de años anteriores. Las autoridades han notificado casi un centenar y medio de focos en aves silvestres en todo el país, una estadística que refleja una presión patógena muy elevada. Este escenario obliga a las administraciones a no bajar la guardia, ya que la fauna silvestre actúa como un reservorio incontrolable que se mueve con total libertad.

 

La preocupación no es teórica, sino que tiene consecuencias económicas tangibles para el sector primario en otras comunidades autónomas. Mientras Galicia resiste, otras regiones han sufrido el temido salto del virus a las explotaciones ganaderas. A finales de este mismo diciembre de 2025, el sector se estremeció con la confirmación de un brote importante en una granja de gallinas en la provincia de Lleida. Este tipo de incidentes son los que se intentan evitar a toda costa, pues implican sacrificios masivos de animales y pérdidas millonarias, además de suponer un riesgo añadido para los trabajadores que están en contacto directo con los animales infectados en las granjas.

 

El mapa de la enfermedad durante la temporada 2025-2026 se ha ido tiñendo progresivamente, demostrando que el virus no conoce fronteras administrativas. Además de los casos gallegos y el brote catalán, la enfermedad se ha dejado sentir con fuerza en el interior de la península. Comunidades como Castilla y León, Castilla-La Mancha, Madrid o Navarra, así como el País Vasco y la Comunidad Valenciana, han reportado la presencia del virus. Hacia finales de año, las autoridades veterinarias lidiaban con una quincena de focos activos simultáneos, lo que dibuja un escenario de alerta constante para los servicios de sanidad animal.

 

 

 

 

 

El peligro de la lotería genética

Para entender por qué las autoridades sanitarias dedican tantos recursos a monitorear a unas simples gaviotas, hay que comprender la biología del virus. Las aves silvestres funcionan como un inmenso laboratorio natural en perpetuo movimiento y mutación. El riesgo para el ser humano no reside tanto en el contacto casual, sino en la capacidad del virus, especialmente la cepa H5N1 predominante, para aprender y transformarse. Cada vez que el virus se replica en un animal, compra un boleto en una macabra lotería genética que podría permitirle adaptarse a nuevos huéspedes.

Aunque el salto de especie de ave a humano sigue siendo un fenómeno raro que requiere un contacto muy estrecho y sin protección, la comunidad científica mantiene una vigilancia exhaustiva. El temor de fondo es que, en una de esas millones de mutaciones, el virus encuentre la llave para transmitirse eficazmente de persona a persona. Al tratarse de un patógeno nuevo para nuestro sistema inmune, carecemos de defensas previas, lo que teóricamente podría desencadenar una crisis sanitaria mayor. Por ello, la salud animal no es un compartimento estanco, sino la primera línea de defensa de la salud pública.

 

La dinámica de las migraciones aviares complica enormemente el control de la enfermedad, ya que las aves dispersan el patógeno por vastos territorios, cruzando fronteras internacionales sin control aduanero. En Galicia, la incidencia del virus se ha intensificado notablemente en la segunda mitad de 2025. Ya desde agosto se detectaron los primeros indicios en las tres provincias costeras, y hacia noviembre, la Xunta identificó varios focos en municipios turísticos como Sanxenxo, Cee o Ortigueira. Las especies más afectadas suelen ser carroñeras o depredadoras, como los mascatos y las gaviotas, que por sus hábitos alimenticios tienen una mayor exposición al virus.

Gripe aviar

Ante este panorama, la colaboración ciudadana se vuelve un elemento complementario a la vigilancia oficial, pero debe ejercerse con extrema precaución. Las autoridades insisten en un mensaje claro: si durante un paseo por la playa o el monte se encuentra un ave marina muerta, o un ejemplar vivo con un comportamiento errático, incapaz de volar o moverse con normalidad, la norma de oro es no tocarla. La curiosidad o el deseo de ayudar no deben poner en riesgo la seguridad personal; lo correcto es avisar a las autoridades locales, que disponen de los protocolos y equipos de protección necesarios para manejar estos casos y evitar cualquier riesgo de contagio.
 

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