Nació en Cariño en el año 1975 y reside en Compostela desde 1993. Médica de familia por vocación. Licenciada en Medicina y Cirugía por la Universidad de Santiago de Compostela (1999). Diploma de Estudios Avanzados en Medicina. Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. Colaboradora docente de la Facultad de Medicina de Santiago en la materia de Medicina de Familia y Atención Primaria entre los años 2007 y 2011. Trabajó en la Central de Coordinación de Emergencias-061
Vivimos tiempos duros para la Atención Primaria. Pero también nos encontramos ante una importante ventana de oportunidad para el nivel asistencial que debe ejercer la centralidad del sistema sanitario. Lástima que falte voluntad política.
En los últimos días, varios hitos lo demuestran: la dimisión de las jefas y jefes de servicio de Vigo, su liderazgo sin tutelas en una manifestación multitudinaria, el gran apoyo de la ciudadanía (que una vez más demostró altura y compromiso), la organización del personal de los PACs en pie de guerra reivindicando dignidad, la emotiva y valiente comparecencia en el Parlamento de Pilar Rodríguez y Eduardo Díaz (enfermera y médico de PAC) en una comisión con el consenso de la oposición, la aprobación en varias ciudades gallegas del apoyo en Pleno a su reivindicación y el posicionamiento de referentes de la AP, como el Jefe de Servicio de A Estrada, en una valiente y exhaustiva exposición de los defectos, necesidades y propuestas de mejora de la Primaria en la comisión oficial de los recortes del Parlamento, entre otras.
Ante eso, a Consellería de Sanidad ofrece la constitución de seis grupos de trabajo en los que el propio gerente del SERGAS justifica a no inclusión de los dimisionarios de Vigo porque “quieren contar con gente que asuma sus responsabilidades en tiempos difíciles”. Una lectura interesada del compromiso que ilustra la voluntad real: desmobilizar.
Compromiso con la sanidad pública es pensar en la gente enferma antes que nada. Y en la dignidad de sus profesionales, auténtico valor intrínseco del sistema. Están demostrando que no solo sostienen la asistencia con su esfuerzo denodado, sino que tienen capacidad para identificar graves defectos y exigir - responsablemente- soluciones. Sobre todo para prestar una atención de calidad.
Esas soluciones deben pasar por empoderar la primaria, dignificar el trabajo de sus profesionales, incrementar su presupuesto (actualmente en un pírrico 12.6%), vertebrar el sistema en torno a ella, dotarla de estructuras de gestión propias (actualmente diluidas en las Gerencias de Gestión Integrada), fomentar un sistema de trabajo conjunto con el nivel hospitalario en igualdad de condiciones, reducir la fragmentación, incrementar la autonomía de sus profesionales en el acceso a pruebas, reducir su estrés y frustración, reivindicar su motivación como un “plus” de calidad asistencial, considerar su opinión en los protocolos, rebajar la sobrecarga de trabajo, combatir la precariedad, considerar la atención domiciliaria (paliativos incluidos) como un valor intrínseco de la primaria que precisa recursos (tiempo, profesionales), integrar la cuestión sociosanitaria en un contexto de envejecimiento y devalo demográfico, considerar la cronicidad como un problema real que incrementa la complejidad de la atención, retribuir la disponibilidad de las profesionales para evitar descubiertos en la atención (PAC de A Estrada), compensar el compromiso con la docencia y la formación, mostrar sensibilidad con los derechos de las trabajadoras, cultivar políticas de buen trato, fomentar la autonomía de las personas mediante la educación y promoción de la salud, frenar el asistencialismo desmedido (abocado a la insostenibilidad), ejercer la valentía, reducir la sobreintervención diagnóstica y terapéutica, trabajar la comunicación, defender la autonomía de las personas en la toma de decisiones, evitar la obstinación terapéutica y recobrar el sentido común en la aspiración de una “vida vivible”.
Defendamos la primaria. Solo así conseguiremos una atención a las personas humana, cercana, resolutiva, empática, con equidad y justicia en la distribución de recursos, social, con capacidad para luchar contra la soledad, la exclusión y la vulnerabilidad, accesible y comunitaria.
Una atención que sustente una vida vivible, más también una muerte digna. Acompañando el sufrimiento, manejando la cronicidad y propiciando la recuperación cuando sea posible. Preferiblemente en el entorno donde viven las personas
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