Una nueva cultura del agua

El 28 de Julio del 2010 la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció el derecho humano al agua y al saneamiento. El agua es un elemento clave de vida a nivel de la biosfera, un bien necesario e insustituible que debe ocupar el centro de nuestras preocupaciones/ocupaciones en el actual contexto de cambio climático y de emergencia medioambiental. Es el principal vector de afectación social y ambiental derivado del ciclo de cambio climático en curso.

El carácter vital y esencial del agua exige un modelo de gestión desde la perspectiva del bien común, razón por la que, a la hora de escoger un marco de gestión para el agua, es necesario optar por aquel que garantice de forma eficaz el cumplimiento de este derecho.

La directiva Marco del Agua, directiva europea de obligada trasposición en los países miembros, es muy clara a la hora de señalar que es urgente priorizar una buena gestión del ciclo integral del agua, comenzando por su cuidado ecosistémico, garantizando cantidad y calidad, la eficiente gestión del abastecimiento, evitando las pérdidas en las infraestructuras, y una depuración de las aguas residuales también basado en la eficiencia.Todo ello bajo el obligado principio de precaución frente al cambio climático, y priorizando el cuidado ecosistémico. Pues todas entenderemos que de poco sirven las presas y las infraestructuras de gestión si no contamos con suficiente agua de calidad.

El mejor antídoto contra la crisis medioambiental que asola Galicia es pasar de la vieja gestión del agua como recurso a una moderna gestión ecosistémica. Recuperando el buen estado ecológico de las aguas tal como establece la Directiva Marco de Agua.

La práctica totalidad de problemáticas medioambientales que salpican nuestro territorio tienen como nexo común el agua. Así , la mina de Touro comprometería la vida en el Ulla al tiempo que provocaría un gravísimo impacto en la ría de Arousa. La eucaliptización está convirtiendo nuestros montes en un gran desierto verde.

La práctica totalidad de problemáticas medioambientales que salpican nuestro territorio tienen como nexo común el agua. Así , la mina de Touro comprometería la vida en el Ulla al tiempo que provocaría un gravísimo impacto en la ría de Arousa. La eucaliptización está convirtiendo nuestros montes en un gran desierto verde. El colapso del modelo de gestión de residuos de Sogama está desparramando vertederos por todo el país, los cuales, además de generar muchísimas molestias al vecindario, están contaminando el patrimonio hidráulico. También existen proyectos, como lo que se pretende hacer en Tameiga con la ciudad deportiva del Celta, Monte Cabral o el pretendido campo de Baredo, que suponen una agresión a las reservas de agua. Por no hablar de la multitud de EDARes desperdigadas por el país que funcionan deficientemente, vertiendo directamente aguas sin tratar, o la multitud de agresiones producidas por actividades productivas que deben pasarse a la necesaria nueva cultura del agua.

Una nueva cultura del agua que pase de la gestión de la oferta a la gestión de la demanda, al ahorro y a la concienciación, desde la racionalidad económica. Es preciso centrar los esfuerzos en diseñar estrategias de prevención y de gestión de nuevos ciclos. Como es obligado, cumplir con la Directiva Marco de Agua, haciendo una apuesta decidida por la recuperación del buen estado ecológico de todas nuestras aguas. Dotar de instrumentos presupuestarios a nuestros ayuntamientos y aplicar con rigor el principio de precaución frente al cambio climático.

El Portapego desbordado y bajando contaminado por las calles de Touro