Gobierno de cambio y agenda gallega

Manoel Barbeitos
Economista

Puede que la fecha de 7 de enero  del 2020 pase a la historia política europea como la que marcó el inicio en España de una etapa en la que tiene lugar un gran e importante cambio político. Un ciclo en el que, por caso, se reducen las enormes desigualdades sociales y territoriales que, hoy por hoy, se dan en el Estado español. Un período en el que se superan muchos de los grandes déficits democráticos y sociales que lo caracterizan. Una etapa en la que los pueblos que lo componen pasan a tener un mayor peso político en las decisiones que les afectan, que nos afectan a todos.


Por este motivo, y desde el punto de vista partidario y partidista, el BNG tiene motivos para estar satisfecho. En primer lugar por su foto con los representantes del PSOE mostrando un documento de acuerdo que es mucho mas de lo que, por caso, los representantes del PSdeG-PSOE y GALICIA EN COMÚN pueden mostrar hoy, o estos último pudieron en su día cuando eran EN MAREA. En segundo lugar porque su voto afirmativo al gobierno PSOE-UP puede ser también un motivo de orgullo porque, si bien resulta indiscutible que no hay una agenda gallega en el programa del nuevo gobierno, no cabe despreciar lo conseguido dada la precariedad de la representación galleguista en el Parlamento español: un solo diputado. 


No obstante, todo lo anterior y desde una perspectiva galleguista mas amplia, como la de una opción que aspire a ser mayoritaria en Galicia, sí cabe lamentar, como repetidamente venimos señalando en estas mismas páginas, la congénita incapacidad de las fuerzas galleguistas para procurar una presencia en el parlamento español equiparable a la que tienen las fuerzas homólogas del País Vasco y Cataluña. Una presencia que en la coyuntura política actual sí habría permitido incorporar una agenda gallega al escenario político español. Por estas razones, y en relación a nueva legislatura, cabe hacer desde Galicia dos lecturas dispares: una positiva como es la formación de un gobierno plural y progresista en España, otra que no puede serlo por la simple razón de que, por caso, ni  el documento firmado entre el BNG y el PSOE es una agenda gallega ni hay en el Parlamento español una presencia galleguista relevante. Ausencias estas que confirman que Galicia hoy por hoy ni está ni se le espera en la política española. Una realidad que se estuvo clara en el debate de investidura de Pedro Sánchez se hará más evidente, por caso, en el transcurso de la legislatura que ahora echa a andar. Una legislatura que, no obstante y como señalaba al principio, abre una puerta a la esperanza para los demócratas de los pueblos de España, quienes somos clara mayoría.


Un apunte final relativo a prensa gallega de mayor tirada. Su descarada apuesta a favor del bloque de las derechas y su manía por descalificar, muchas veces de una manera realmente mentirosa y también muy agresiva el bloque progresista, deja en evidencia tanto su total falta de independencia y de rigor como su escasa vocación democrática.

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