La socialdemocracia gallega sigue en el laberinto

Es posible que los cuadros y, muy especialmente, los dirigentes de la socialdemocracia gallega, aún se estén preguntando cómo fue posible el resultado del 12J. Como fue posible que, dadas sus aparentemente bien fundadas expectativas, fuese tan decepcionante: 14 diputados y 19,4% de los votos emitidos que los convirtieron en la fuerza minoritaria del Parlamento gallego, algo que sucede por segunda vez en la historia de la autonomía gallega (1997, 2020).

Una incomprensión que indiscutiblemente tiene fundamentos empíricos. En las elecciones generales del 2019 el PSdeG-PSOE  fue el segundo partido más votado en Galicia (31,3% de los votos emitidos). Anteriormente, en las elecciones locales del mismo año 2019, este partido consiguió acumular un gran poder municipal (1.200 concejales) con lo 33% de los votos. ¿Cómo fue posible entonces que con tales precedentes este apoyo social no se repitiese en las elecciones autonómicas del 12J? ¿Cómo fue posible que por el camino (en poco más de un año) perdiese más de 200.000 votos?

Para encontrar una respuesta estos dirigentes no deberían buscar en las enciclopedias políticas ya que aquello es más sencilla de lo que parece. Una respuesta que ya se hizo previsible en la propia campaña electoral. El PSdeG-PSOE, tanto su candidato como la mayoría de sus dirigentes, nunca entendieron bien el escenario político en el que se estaban celebrando las elecciones autonómicas. Un escenario, dejando a un lado a pandemia, no muy diferente del de las anteriores elecciones autonómicas (2016) aunque mudasen algunos de los principales actores. Un escenario en el que tanto el PSdeG-PSOE como en mucha mayor medida UP aparecieron siempre como actores secundarios cuando no mal ubicados. Estos partidos no fueron quien de entender que Galicia, a nivel de política autonómica, se hizo más soberanista como lo confirmarían los ciudadanos con sus votos.

Si el  soberanismo, en sus diferentes modalidades y tonos, fue el guion político de la campaña, el PSdeG-PSOE nunca supo interpretarlo, ni siquiera fue quien de mostrar un cierto tono del mismo. He ahí que el PP y el BNG, Alberto  N. Feijóo y Ana Pontón, que sí supieron, apareciesen como los/as grandes rivales y las primeras espadas actuando el resto bien como actores secundarios (PSdeG-PSOE) bien como meros extras (UP).

Grave error que sitúa al PSdeG-PSOE en el escenario político gallego en una posición secundaria como nunca en la historia de la autonomía gallega. Con además peores perspectivas que por caso tenía l finales de los años noventa ya que ahora ni Feijóo es Fraga, aquel tiene hoy mucho mayor recorrido político que tenía este en esos años en los que ya daba muestras de su declive físico, ni Ana Pontón es Beiras, a pesar de contar con un bagaje intelectual muy inferior ya que, por caso, aquella no tiene los problemas partidarios (UPG) que tenía este.

Esta realidad hace que muy probablemente el futuro del PSdeG-PSOE vaya a depender más de los errores de los rivales (especialmente del BNG pero también del PP) que de sus propios aciertos. Un panorama nada esperanzador porque, además, el PSdeG-PSOE tiene que salir definitivamente del laberinto en el que se embarulla cuando se trata de las elecciones autonómicas. Tiene que demostrarle a los gallegos y gallegas que el PSdeG es mucho más que una sigla, que un reclamo electoral. Que tampoco es una delegación del gobierno cuando el PSOE gobierna en Madrid. Que es un partido gallego quien de disputarle el campo soberanista no solo al BNG y a UP (en el centro izquierda) sino también al PPdeG de Feijoo (en el centro) porque este, como resulta indiscutible, no es el PP español. Claro está que antes debe aparecer realmente unido.

Tiene cuatro años para conseguirlo.