Las nuevas responsabilidades del Bloque Nacionalista Galego

Manoel Barbeitos
Economista

Las últimas elecciones autonómicas colocaron al Bloque Nacionalista Galego (BNG) de líder de la oposición en Galicia por segunda vez en la historia de la autonomía. Sin embargo las condiciones en que se produce ahora son diferentes a la vez anterior. Aunque se repite la mayoría absoluta por parte del Partido Popular (PP) la coyuntura social marcada tanto por una pandemia como por una gran recesión (puede que la más grande desde la II Guerra Mundial) exige tanto del gobierno gallego como de la oposición una altura de miras seguramente como nunca antes. Una altura de miras que en el caso del BNG supone también nuevas y grandes responsabilidades.


Por una parte el Bloque Nacionalista Galego (BNG) tiene que demostrar su capacidad tanto para liderar la oposición en Galicia como para conformar una alternativa plural al poder de las derechas gallegas que monopoliza el Partido Popular (PP).  Esto exige tener como uno de los objetivos prioritarios ampliar la base social, para lo cual es preciso acercarse a las mayorías sociales y convencerlas de que las propuestas propias coinciden con las necesidades del país. No se trata solo de "abrir las puertas y ventanas" sino de ir al encuentro de las mayorías sociales de la sociedad gallega. Una estrategia que requiere de gran generosidad y también de gran pluralismo. He ahí una de las grandes responsabilidades del actual Bloque Nacionalista Galego (BNG): superar el muro frentista y abrir las grandes alamedas.


La  gravísima situación social que atraviesa Galicia, como el conjunto de España y una gran parte de Occidente, demanda de la clase política la búsqueda de los más grandes y amplios  consensos. Aunque, dada la actual correlación de fuerzas, la primera responsabilidad corresponde al Partido Popular (PP), el BNG tiene la oportunidad de aprovechar su condición de líder de la oposición para desde tal posición trabajar por esos consensos que han de extenderse a nivel social, económico y político. La situación de emergencia sanitaria y recesión económica así lo exigen.


Consenso, entre todos los agentes políticos y sociales con peso en Galicia, en torno a la necesidad de crear un escudo social que sirva tanto para hacer frente a la pandemia como para disminuir el impacto de la misma. Consenso tanto para extender las ayudas públicas a todas las familias y empresas no financieras de Galicia, duramente castigadas por el coronavirus, cuanto poner en marcha un plan de emergencia económica destinado a recuperarla actividad y el empleo anteriores a pandemia. Finalmente, un consenso que parte del convencimiento de que las fuerzas políticas gallegas han de actuar de manera coordinada y consensuada en los temas más urgentes y prioritarios.


Consensos que el BNG, en la responsabilidad que le fue concedida por la ciudadanía gallega, debe llevar al Parlamento español, lo que supone un cierto cambio inteligente de estrategia. Dada la composición actual de la cámara estatal, el Bloque Nacionalista Galego puede utilizar su presencia más para "participar en la gobernanza" que para ejercer como oposición. Debe dejar de mirar por el retrovisor qué hacen determinadas fuerzas soberanistas (catalanes y vascas) y mantener una estrategia propia que, para entendernos, esté más próxima a la del PNV que a la de Bildu o Esquerra Republicana cuyos intereses nada tienen que ver con los del soberanismo gallego.


El BNG debería empeñar su nada despreciable fuerza política y social en la búsqueda de estos consensos. No lo tiene nada fácil ni fácil la actual dirección que lidera, magníficamente, Ana Pontón, ya que esta estrategia supone superar viejos dogmas populistas y sectarios. La difícil y muy dura coyuntura actual, muy especialmente para las clases populares, y su condición de líder de la oposición que aspira a gobernar en un futuro inmediato exigen adecuarlas estrategias las nuevas realidades. El BNG no debería perder esta oportunidad, por ellos mismos como organización política y, sobre todo, por el país gallego.


Son tiempos de consensos, no de cavar trincheras. De política, no de dogmas.

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