
Mi abuelo Manolo, que era gallego y del Celta, en los tiempos en que Miguel Muñoz se vestía de corto, triunfaban los hermanos Alonso, Pahiño era un as del regate y el canario Roig marcaba córneres olímpicos como si nada, cogía el viejo Castromil desde Ourense con su hija Pura, mi madre -que anda cerca ya de los 91 años- y se iba al viejo Balaidos, tras una una odisea de varias horas, a ver como el Celtiña de sus amores peleaba con los grandes, con un equipazo de leyenda con la camiseta azul cielo de la bandera gallega y el blanco del pantalón que le acompaña. Para mi desgracia, yo, salvo por lo que me contaba mi abuelo, nunca pude ver semejante maravilla.
Por aquel entonces, no había listas únicas para el soberanismo y ser del Celta con Franco en el poder marcaba paquete, en una España a la que mi admirado Celso Emilio Ferreiro definió brillantemente en uno de sus grandes libros de poemas como la “Longa Noite de Pedra”. Uno, que nunca ha renunciado a sus raíces gallegas, ha heredado de sus ancestros conservado esa devoción futbolera por el equipo vigués, que solo se extinguirá cuando me llame el que ha de hacerlo y me vaya de este mundo.
Bajo esa declaración de principios, que no tiene la menor importancia ya que se trata de una pasión personal y de una actitud ante la vida, se esconde la que “hasta ayer” era mi segunda afición, que no era otra, que la de seguir al Barça y alegrarme de todas sus victorias y pillarme el correspondiente disgusto con sus derrotas, algo, que en el resto del llamado Reino de España , creo yo, comparten miles y miles de“inocentes” amantes del futbol y amigos también de Catalunya.
Eso era, como escribo un poco más arriba, hasta ayer. Hoy, al haber escuchado al imbécil de Joan Laporta explicar aquello de la mujer maltratada –Catalunya- por los machistas españoles, y contemplar luego la foto de todos los candidatos a la Presidencia del Barça declarándose independentistas, alardeando en sus manos de la camiseta con el slogan inconfundible que nos “excluye” a los culés que no abrazamos esas ideas, me planto en mis convicciones y por lógica humana y dignidad personal, regreso a mis orígenes.
Solo espero que los patrocinadores del Club, que son los que “verdaderamente” se gastan cientos de millones de euros y sostienen financieramente la nave azulgrana, se vayan dando cuenta de que este lamentable gesto es solo el principio de un “complejo de superioridad insuperable” y poco a poco vayan gastándose el dinero de sus patrocinios en club modestos como “mi Celta” o el Almería de mi señora andaluza, por poner dos ejemplos muy claros de forofismo apasionado pero en nada excluyente con sus compatriotas. En el mercado español compiten numerosos equipos que se dedican a jugar al fútbol y no a hacer política tribal, que ahora estará muy de moda, pero que poco a poco lo veremos incluso los de mi generación, irá autodestruyéndose a sí misma, sobre todo cuando la gente que la apoya se dé cuenta que, detrás de esas listas únicas- ¿el Movimiento Nacional no tenía también listas únicas?- solo se esconden intereses privados de familias de poder, a las que, por ejemplo, no les gusta que metan a sus hijos en la cárcel por cobrar comisiones fraudulentas y esconderlas en paraísos fiscales tras haberlas “sacado” del erario público.
Al decirles esto, les reitero mi profundo respeto por las ideas de los independentistas honestos que quieren para su país lo que consideran lo mejor, y mi más profundo desprecio para los profesionales de la política que por mantenerse en el poder, mienten , engañan y por supuesto, manipulan Y les digo más, si Laporta gana la presidencia del Barça, la foto que acompañará la noticia en este diario será la de este señor con una corbata como sombrero, una botella de Moët Chandon en sus manos con una fotográfica melopea de mil pares de naices en el rostro. Palabra de ex culé.
Por lo demás, a mis ex compañeros de afición, los socios culés, les deseo una muy feliz y pacífica jornada electoral. Que gane el menos malo, si es que existe.
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