LOS HOMBRES NO TENEMOS VERGÜENZA

Manuel Fernando González Iglesias

Vuelan por el cielo las Perséidas mientras en la tierra los asesinos de mujeres y los incendiarios de montes siguen su macabro camino hacia ninguna parte. Todos los veranos pasa lo mismo, y uno se desespera denunciando tan salvajes formas de entender la vida. Ahora para rematar los malos tiempos en los que vivimos se acerca la anacrónica fiesta del toro de la Vera que tiene tantos partidarios y que a este que les escribe le parece una auténtica salvajada en pleno siglo XXI. ¿Y los políticos qué hacen? Pues como cada verano lamentarse y organizar sentidos minutos de silencio que son muy emotivos pero que no sirven para acabar con las 800 muertes que llevamos solo desde el 2003 y que a “los machotes” que acorralan y matan a tantas mujeres se la traen al pairo.


O cambiamos el chip, o este país se nos va al “carallo”, que decimos los gallegos, mucha reeducación que nos anuncian los que entienden de estas cosas, pero a la hora de la verdad, muy escasos resultados para tanto esfuerzo. Me he pasado toda mi vida peleándome con los que piden prisión perpetua para determinados crímenes, pero, al final de la vida, he llegado a la conclusión de que, o le metemos a esta gentuza miedo en el cuerpo, o esta espiral de violencia machista nunca va transformarse en tolerancia y paz social.


Respecto a los montes, hay que crear empleo para que los parados puedan limpiarlos y trabajar como guardabosques que vigilen caminos y pistas rurales, y diseñar ayudándose de la informática detectores de fuego y balsas que en invierno guarden el agua para usarla en verano. ¿No existe el gota a gota? Pues hagamos redes de aspersores que nos sirvan para que el incendio de la Sierra de Gata no vuelva producirse. Y sobre todo, enseñémosles a los niños desde la guardería que quemar un monte convierte al adulto en una persona despreciable y a la naturaleza en una víctima indefensa que a la larga nos devuelve a todos el daño que le estamos causando. Y a los pirómanos incluyámoslos por ley un cumplimiento de pena que les obligue a repoblar todo el año los montes con su propio esfuerzo. Al menos, que no se pasen la condena encerrados y viendo en la televisión como otros colegas les imitan impunemente.


Cuando acabo de escribir estas líneas los telediarios nos machacan con la muerte de un senegalés en circunstancias muy extrañas. ¿Qué hacían los Mossos persiguiendo por un bloque de pisos a un pobre “mantero”? ¿Tan grave era el delito? ¿Perjudicaba más a la hacienda de todos que lo que nos han guindado los Millet, los Montull, los Sumarroca o los Pujol que duermen tranquilamente cada día en sus acomodadas residencias sin que la policía se atreva a molestarlos?


Mientras, escucho que han aparecido en el cauce de un río los cadáveres de dos chicas que sus familias estaban buscando desesperadamente estos días en Cuenca. ¡No tenemos remedio! La mayoría de los hombres de este país somos una verdadera vergüenza. Unos cobardes, muchos por acción, pero sobre todo casi todos ….por omisión.

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