​Ricardo Darín y Andrea Pietra ponen nuestras relaciones ante un espejo con ‘Escenas de la vida conyugal’

Los dos actores argentinos, bajo la dirección de Norma Aleandro, representan esta semana en la capital gallega la obra de Ingmar Berman. Estarán en Santiago de Compostela hasta este domingo 24 de abril. 

Con un Ricardo Darín fascinante en el papel de Juan y una Andrea Pietra camaleónica como Mariana, ‘Escenas de la vida conyugal’ arranca risas, divertidas y nerviosas, al conseguir que el espectador se sienta identificado con muchas situaciones cotidianas que, vistas desde fuera, nos resultan más graciosas que aquella vez que las vivimos. Porque las vivimos.

'Escenas de la vida conyugal' | Foto: Gabrielle Saplana

La vida de Juan y Mariana no es distinta a la suya o a la mía. Viven, sin saberlo, atrapados en la cotidianeidad, sin que nadie les avisase o preparase para ello. Entre el cuidado de los hijos y organizar la comida familiar de los domingos, los dos tiran hacia adelante, como buenamente pueden, intentando buscar un poco de tiempo juntos, compartir alguna afición sencilla, como ir al teatro, o planificar los momentos de afecto, sometidos siempre al calendario y al reloj, que nunca corre a su favor. Esto es lo que presentan Ricardo Darín y Andrea Pietra sobre el escenario estos días en Santiago con ‘Escenas de la vida conyugal’, en el Auditorio Abanca desde el pasado 20 de abril y hasta este domingo 24.

Bajo la dirección de Norma Aleandro, la gran dama del cine argentino, Darín y Pietra representan la obra de Ingmar Berman, versionada en esta ocasión por Fernando Masllorens y Federico González del Pino. Desde el humor, la obra presenta al espectador una relación que poco a poco se va haciendo añicos, un matrimonio que trata de resistir todas las embestidas, pero al que la erosión va dinamitando, poco a poco, detalle a detalle, hasta que solo queda el amor, y ni eso es suficiente a veces.

Darín, Aleandro y Pietra | Foto: Archivo 'Escenas de la vida conyugal'

La necesidad de responder siempre a la imagen preestablecida que los demás tienen sobre nosotros, la obligación de complacer a todo el mundo, de mantener las apariencias, de enmascarar lo que sentimos, “el culto a la formalidad”, como llega a definirse en la obra. En torno a todo esto gira una desgarradora función con un soberbio Darín, hilarante y desquiciado, y una desgarradora Pietra, que se desgañita y recompone como un fénix.

Desde el sarcasmo y la realidad violenta que se nos presenta, quedamos ante un espejo en el que muchos nos podemos ver reflejados a nosotros mismos, y al que respondemos a veces con una carcajada donde no corresponde, solo por nerviosismo, o por culpabilidad, o porque nos resulta tan cercano que no podemos más que asumir como triste, pero cierto.

Risas que se van tornando tristes a medida que la comedia se convierte en drama, la obra evoluciona, y el matrimonio se descompone. A pesar de las suegras, las hijas, los amigos, el trabajo y los compromisos. Cuando solo importan dos personas sobre las tablas, con sus contradicciones, sus miedos y sus fortalezas. Cuando la vida conyugal se parece tanto a la nuestra, pero no siempre se nos presenta la oportunidad de contemplarla y diseccionarla. Les aconsejo que se acerquen a Compostela, con papel y boli, y aprovechen alguna de las tres próximas funciones. Y tomen nota. Tal vez aprendan algo, o saquen alguna conclusión. O tal vez solo se sienten, miren y disfruten, que ya en casa les espera la tormenta.