Pablo Iglesias y el ‘savonarolismo’

Joan Ferran


PI 1


Pablo Iglesias es una especie de Savonarola español en pleno siglo XXI. Así lo define una buena amiga mía amante de la historia y de las historias del día a día. Hijo de familia ilustre y acomodada, el dominico Girolamo Savonarola, provoco con sus sermones exaltados y demagógicos no pocos incidentes y disturbios en la Florencia del siglo XV. Sus prédicas atacaban tanto al Papa y la jerarquía eclesiástica, como a las autoridades políticas. Savonarola instaba a las masas a levantarse violentamente contra lo establecido. 


Famosa es su Hoguera de las Vanidades - Falò della vanità- en la que ardían sin conmiseración los libros de Boccaccio o Petrarca junto a pinturas de Botticelli y cualquier otro símbolo mundano de lujo o paganismo. Vestido con andrajos, con una cruz entre las manos, las arengas del fraile contra la corrupción y las elites incitaban a la acción callejera… Ya saben ustedes como acabo la historia de Girolamo Savonarola: Excomulgado por el Papa, encarcelado, torturado y, tras sufrir garrote vil, quemado en la hoguera hasta la desaparición de sus cenizas llevadas por el viento.


Desde que mi amiga comparo al dirigente de Podemos, con el dominico nacido en Ferrara, cada vez que veo a Pablo Iglesias pienso en Savonarola. Me viene a la mente su incisivo combate contra los Médici pero, también, la cruel y rigurosa dictadura que implanto en Florencia.


Cuando Pablo Iglesias habla de ‘la gente’- antes ‘las masas’ en terminología gramsciana- justificando el cerco al Congreso de los Diputados pienso en Savonarola. Cuando justifica como libertad de expresión el acoso a Felipe González en la universidad, sigo pensando en el dominico autoritario. Cuando gesticula como un poseso, en el pleno del Parlamento hasta ser llamado al orden, veo la imagen del fraile con capucha. Cuando tilda de traidores a aquellos que a los que veto el camino de la Moncloa, veo al pirómano de las falsas vanidades.


Pero lo cierto es, amigos, que los Savonarola desgraciadamente abundan. Se manifiestan en el abucheo a Lluís Rabell a la salida del Parlamento Catalán; en el intento de boicot al pregón de Pérez Andújar; en el hostigamiento a la exposición del Born; en los trompazos a los partidarios de la selección española de fútbol…


Este país necesita profundas reformas y decisiones políticas de calado, cierto. Pero no es menos cierto que sobran hogueras, demagogia y Savonarolas. 



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