El soberanismo en la nueva coyuntura

Manoel Barbeitos
Economista

La nueva legislatura que comienza nos va a mostrar la capacidad tanto del nuevo gobierno (PSOE+Sumar) para abrir los candados que los anteriores gobiernos, con el apoyo del poder judicial, le pusieron al desarrollo del Estado de las autonomías como de los partidos soberanistas (BNG, PNV, BILDU, ERC, JxCat) para encaminar con inteligencia y eficacia sus reivindicaciones. A pesar de las dificultades que aparecen en el horizonte, como la estrategia subversiva adoptada por las derechas extremas (PP, Vox), ambas partes deben tener presente que estamos delante de una oportunidad prácticamente única, por lo que se se desaprovecha, nadie sabe con certeza qué puede pasar a continuación, pero seguro que nada bueno para la democracia y la libertad.

 

Hay una evidencia que la mayoría de las fuerzas soberanistas deberán aceptar más temprano que tarde: ni España es la URSS de los años ochenta ni las comunidades históricas son las repúblicas bálticas. Un tremendo error de perspectiva que las lleva a notorios fracasos, porque ignoran que a corto y medio plazo, si quieren avanzar en sus derechos nacionales y democráticos, tendrán que caminar de la mano del gobierno español de turno: no es posible, ni tampoco deseable, una decisión unilateral. He ahí que no les debería ser indiferente de qué color sea el gobierno español. Una evidencia que camina paralela a otra: por el bien de la democracia, la igualdad y el bienestar social es preciso que el gobierno español de turno atienda sus reivindicaciones históricas y democráticas. Entre otras razones porque así consta en la Constitución Española (Título VIII C.Y: De la organización territorial del Estado) y esa es la voluntad mayoritaria como acabamos de ver con los resultados de las elecciones generales.

 

En este marco resulta evidente que estamos delante de un problema político que exige soluciones políticas. La sesión de investidura había parecido hacernos entender que ambas partes (gobierno de turno, fuerzas soberanistas) así lo entendieron: he ahí la principal razón que explica la investidura del señor Pedro Sánchez. Pero, como también estamos viendo, hay diferencias importantes en cuanto al alcance de las soluciones políticas, y aquí conviene hacer varias consideraciones. La primera, que las dos partes deberían tener muy presente cuál fue uno de los argumentos centrales de las derechas extremas para deslegitimar la alianza entre los partidos progresistas y las fuerzas soberanistas: “España se rompe”. Las negociaciones que vienen deberían servir para demostrarle a la mayoría de los ciudadanos la falsedad de esta acusación y también para mostrar que avanzar en la soberanía de las comunidades supone también hacerlo en fortaleza, solidaridad y democracia en el estado de las autonomías.

 

Debe también estar claro que en el corto plazo las reivindicaciones soberanistas tienen que acoplarse al marco constitucional mientras este no se modifique, pues ningún gobierno español puede ir mas allá si no quiere ser declarado inconstitucional. Así, y con relación al derecho de autodeterminación que reivindican algunas fuerzas soberanistas, es necesario también ser muy claros para no dar lugar a equívocos y posturas oportunistas. Cuando se reclama ese derecho se está refiriendo a la facultad de separarse del Estado español, mediante un referéndum, y de formar un nuevo Estado independiente. Facultad que no cabe (Arts. 1 y 2) en la actual Constitución Española (en realidad no tiene cabida en ningún estado democrático) por lo que solo sería posible sí esta se reforma. Una reforma que para su virtualidad debe ser aprobada según los términos previstos en la propia Constitución Española (Título X), que exigen mayorías parlamentarias muy amplias y referéndum de ratificación, por lo que no está a alcance de ningún partido ni gobierno en solitario. Por otra parte, hace falta también subrayar que en el marco político actual separar de España es separar de la Unión Europea, algo que se le debe explicar con claridad a los ciudadanos para que así sepan exactamente el alcance y la viabilidad de ciertas reivindicaciones.

 

Como nos demuestra la historia europea actual, el camino a la independencia por la vía democrática, la única posible hoy en día, es largo, muy largo, y además, en este caso, con escasas, por no decir nulas, posibilidades de llegar al final (Art.2 C.Y.), por lo que podemos decir que la independencia es realmente un espejismo. Negar esta evidencia es de una enorme irresponsabilidad, tanto como negarle a las comunidades históricas el derecho a avanzar en soberanía, que debe ser, este sí, su camino.

 

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