Lecturas de las elecciones vascas desde Galicia

Una de las primeras preguntas que cabría hacerse sería sobre la relevancia que tienen en Galicia estas elecciones. Pregunta que nos lleva a concluir que no están en el foco de la mayoría de la ciudadanía gallega que parece mirarlas un poco de lejos. Varias podrían ser las lecturas desde esta distancia. 

La primera, que las realidades económicas y sociales de ambas comunidades son muy diferentes entre sí. Diferencias que hacen muy difícil una mínima simbiosis política, algo que prácticamente nunca existió en la historia reciente. Sí como señalaba en el artículo anterior (https://gal.galiciapress.es/artículo/opinion/2024-03-27/4773072-normalidad-democratica-y-barullo-politico) el País Vasco (PIB/percapita claramente por encima de la media española: 118,2%) forma parte de lo que podemos llamar centro del capitalismo español, Galicia (PIB/percapita: 85,4%) es claramente periferia. Una realidad que se refleja en las diferencias entre las magnitudes macroeconómicas más importantes (demanda, oferta...). 

La segunda, es que formando parte del mismo estado durante la presente democracia tienen algunas reglas políticas muy diferentes como comunidades autónomas. Así, aunque las dos comunidades se apoyan en sendos Estatutos de Autonomía hay diferencias importantes en competencias financieras: mientras el País Vasco se rige por el "cupo vasco", Galicia permanece entre las que lo hacen por el régimen común lo que en este caso supone una menor soberanía fiscal aunque la Galicia, en el corto y en el medio plazo, no le había debido interesar el sistema vasco por razones obvias. 

Diferencias que también se plasman en los actores políticos y su papel en el escenario. La lectura de la composición de los distintos parlamentos a lo largo de todo el período autonómico pone en evidencia una mayor y más fuerte presencia de las fuerzas soberanistas en el País Vasco que en el país gallego. Las diferencias son enormes: mientras en Galicia el soberanismo fue siempre minoritario y nunca ocupó la Presidencia de la Xunta (solo una vez estuvo en el gobierno gallego, en la legislatura 2005-2009) en el País Vasco de cinco lehendakaris que ocuparon Ajuria Enea, 4 pertenecían al PNV lo que supuso que en 44 años de gobierno vasco, 41 fueron bajo presidencia soberanista. En cuanto a la presencia de las derechas extremas (PP/Vox) si en Galicia el Partido Popular (PP) a día de hoy, y cuando iniciamos una nueva legislatura “popular”, ocupó la Presidencia de la Xunta de Galicia durante 35 años de los 42 que llevamos de autonomía, en el País Vasco nunca llegaría a gobernar y siendo durante la mayor parte de este período una fuerza secundaria. En la actualidad solo cuenta con 6 diputados en un Parlamento que tiene 75 escaños. 

Con estos perfiles tan dispares resulta lógico que las elecciones vascas reciban una escasa atención entre la ciudadanía gallega. Una atención que también se ve condicionada por la fuerte propaganda de unas derechas gallegas (PPdeG) que buscan, preferentemente, el identificar País Vasco con terrorismo etarra y separatismo. Mucho más en momentos como el actual cuando el soberanismo vasco le ha negado a Núñez Feijóo su apoyo para investirlo como Presidente del gobierno español. 

Una lógica que, a pesar de eso, no había debido ocultar una realidad que todos estos años de democracia han puesto en evidencia: el grado de democracia y de progreso social en España van a depender siempre de cómo se afronte la distribución del poder político e institucional. De si esa distribución tiene en cuenta o no la realidad de un estado con pueblos diferenciados (Galicia, Cataluña, País Vasco) que deben encontrar su acomodo. Algo que, a pesar de los avances producidos que son indiscutibles, aun está pendiente como estamos comprobando en el día a día. 

He ahí un tema de interés de las elecciones vascas: si el resultado va a facilitar, o no, que el País Vasco siga avanzando hacia su definitiva acomodación en el estado español. Todo apunta a que la respuesta del electorado vasco será afirmativa. De ser así la pelota estará en el tejado del gobierno español.