Vecinos de San Vicente de Leira alertan del riesgo de que corrimientos sepulten otros pueblos tras el incendio
Un mes después de que el devastador incendio de Larouco calcinase por completo la aldea de San Vicente de Leira, en Vilamartín de Valdeorras, sus vecinos alzan la voz. A través de una carta abierta, no solo denuncian el "abandono institucional" y reclaman un plan integral de reconstrucción, sino que lanzan una seria advertencia: la llegada de las lluvias otoñales podría provocar escorrentías y corrimientos de tierra que amenazan a los núcleos de población situados monte abajo, como San Miguel de Outeiro o la propia villa de Vilamartín.
El pasado 16 de agosto, un fuego voraz, que se extendió con rapidez por la comarca de Valdeorras, redujo a cenizas la práctica totalidad de San Vicente. La Asociación de Vecinos recalca en su escrito que no se trata de "unas pocas viviendas", sino de "un pueblo entero". A pesar de que muchas eran consideradas segundas residencias, para ellos eran el hogar de sus "raíces, familias y recuerdos", lugares que, denuncian, nunca pudieron habitar de forma permanente por la carencia de un acceso digno durante más de treinta años.
La misiva pone el foco en un peligro inminente que trasciende las ruinas del propio pueblo. Las escorrentías son un fenómeno que ocurre cuando el agua de la lluvia, al no poder ser absorbida por un suelo quemado e impermeabilizado, fluye ladera abajo arrastrando consigo cenizas, lodo, piedras y todo tipo de detritos. La falta de vegetación que sujete la tierra convierte las pendientes que rodean San Vicente en una potencial amenaza para las localidades situadas a una cota inferior, que podrían sufrir inundaciones repentinas y peligrosos aludes de fango.
Los afectados insisten en que la reconstrucción no puede depender de trámites individuales y critican la lentitud de la respuesta institucional. "Hoy seguimos rodeados de escombros y ruinas", lamentan. Por ello, exigen a las administraciones un plan urgente que contemple el desescombro, la limpieza de la zona y la estabilización del terreno para mitigar el riesgo de corrimientos, así como la reconstrucción de viviendas y servicios básicos.
La situación del acceso al pueblo ha sido un punto de fricción especialmente doloroso. La polémica se avivó en los días posteriores al incendio, cuando trascendió la disputa entre una vecina y la alcaldesa de Vilamartín de Valdeorras, relativa al estado del camino de entrada, una pista forestal que, según algunos testimonios, dificultó las labores de extinción y la evacuación. Este problema histórico es, para los vecinos, un símbolo del abandono que han sufrido durante décadas.
La alcaldesa ha respondido a las críticas asegurando que el Concello está trabajando para dar soluciones y ha recordado la complejidad administrativa de actuar en un núcleo con las características de San Vicente. Ha señalado que los técnicos municipales están evaluando los daños y que se están buscando todas las vías de financiación posibles para acometer tanto la limpieza como la futura reconstrucción, pidiendo paciencia ante una catástrofe de una magnitud sin precedentes en el municipio.
Ayudas en marcha mientras la burocracia avanza
Por su parte, la Xunta de Galicia ya ha movilizado una línea de ayudas para los afectados por los incendios forestales del verano. Este programa contempla subvenciones para la reconstrucción y rehabilitación de viviendas habituales dañadas por el fuego, cubriendo hasta el 100% de los gastos de las obras, con un límite máximo que puede superar los 100.000 euros dependiendo del caso. También se incluyen ayudas para el menaje del hogar y para daños en segundas residencias, aunque con cuantías menores.
Sin embargo, los vecinos de San Vicente reclaman que las ayudas sean "justas y accesibles", sin limitarse a la clasificación de primera o segunda vivienda y sin imponer "plazos y trámites inasumibles". Temen que la burocracia y la falta de una visión de conjunto condenen al pueblo a la desaparición definitiva. "¡San Vicente de Leira no quiere desaparecer!", claman en su carta, una llamada de auxilio para que la memoria de su aldea no se la lleve el agua, después de que se la llevara el fuego.
¿Qué se puede hacer y qué se está haciendo contra las escorrentías?
Para combatir el fantasma de las riadas y los corrimientos de tierra que amenaza tras un gran incendio, la Xunta de Galicia despliega un operativo de emergencia centrado en "coser" las heridas del monte. La batalla contra la erosión comienza con una evaluación técnica que identifica las laderas de mayor riesgo, aquellas cuya pendiente y proximidad a pueblos o ríos las convierte en una amenaza inminente.
Una vez mapeada la zona, la actuación más frecuente es el acolchado o mulching con paja. A menudo, son los helicópteros los encargados de esparcir este manto protector sobre el suelo calcinado, una técnica conocida como helimulching. Esta capa de paja amortigua el impacto de las gotas de lluvia, absorbe el agua como una esponja y evita que la tierra se compacte, reduciendo drásticamente la cantidad de ceniza y lodo que podría ser arrastrada ladera abajo.
A pie de terreno, los equipos forestales construyen pequeñas barreras de contención conocidas como fajinas y albarradas. Utilizando la propia madera quemada y las rocas del entorno, levantan pequeños diques permeables en puntos estratégicos de la ladera y en pequeños cauces. Estas estructuras no buscan detener el agua por completo, sino frenar su velocidad, obligándola a depositar los sedimentos que arrastra y a filtrarse poco a poco en el subsuelo.
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