¿Las playas de Galicia son demasiado frías para bañarse? Los datos desmontan el mito y traen una seria advertencia
La imagen tópica de las playas gallegas evoca paisajes salvajes y, para muchos de los visitantes mesetarios y mediterráneos, aguas gélidas. ¿Es realmente imposible un buen baño en el Atlántico gallego durante el verano? Los datos desmienten el mito, el mar de Galicia no es tan fría. De hecho, sufre un calentamiento paulatino que amenaza uno de los motores de la economía y de identidad del país: el marisqueo.
La creencia de que las aguas gallegas son excesivamente frías para el baño es una constante en el imaginario de los turistas, alimentada por la reputación del Atlántico como mar bravo frente al plácido y civilizado Mediterráneo. Sin embargo, los datos de la temperatura del agua en temporada estival, que abarca de julio a septiembre, revelan una realidad con con muchos más matices.
Lo primero que hay que apuntar es que eso del agua fría va por barrios. En pocos kilometros, dos playas vecinas pueden tener temperaturas bastante diferentes. Por poner un ejemplo, Vilariño y Liméns, en Cangas. Separadas por solo 2,3 kilómetros, en Liméns hoy está fresca -fría para muchos turistas- en torno a 15 grados, y en Vilariño agradable, en torno a los 18.
Pese a las peculiaridades locales, hay ciertas tendencias comunes. En general, cuanto más dentro de la ría está el arenal, más calida está el agua.
Otra tendencia general es que, a grandes rasgos, cuanto más al norte, más fría está el agua. Tomemos de ejemplo dos playas abiertas muy famosas; Riazor, en A Coruña, puede presentar temperaturas de 13-14°C incluso en verano, mientras que A Lanzada, en Pontevedra, se mueve alrededor de los 17-19 ºC.
Ese salto de solo tres grados puede suponer la diferencia entre un baño confortable y uno refrescante. Hay que tener en cuenta que por debajo de 20°C, el agua es demasiado fría para muchas personas, especialmente si no se está acostumbrado a lidiar con el Oceáno Atlántico.
Las más resguardadas Rías Baixas suelen ser más calientes que A Costa da Morte o las Rías Altas. La temperatura superficial promedio histórica, registrada entre 1999 y 2018, de estas rías es de 17,10°C. La Ría de Vigo, por ejemplo, alcanza una media de 17°C en julio y agosto , llegando incluso a los 20°C durante episodios de olas de calor marino. Las zonas intermareales de las rías, el agua más próximo a la costa, al quedar expuestas durante las mareas bajas, pueden incluso superar los 21°C.
Este año, desde mediados de junio a mediados de julio ha sido un período de aguas excepcionalmente calientes en muchas partes de las Rías Baixas. En la ría de Vigo, por ejemplo, el Observatorio Tiamat halló que la temperatura media del agua superó los 18 °C, frente a los 15-16 °C habituales en esa época. En el fondo de la Ría, en la playa de Arealonga (Redondela) el agua alcanzó 20,3 °C, cuando lo normal ronda los 17 °C.
Incluso en las Illas Cíes, tradicionalmente más frías, la media también rondó los 19 °C en junio. La temperatura habitual del agua en la playa de Rodas de Cíes en julio es de aproximadamente 17.6°C. Es decir, niveles adecuados para un baño refrescante, no gélido.
El Mediterráneo se está volviendo demasiado cálido para un baño refrescante
Ahora bien, si lo que busca es aguas en las que poder pasarse toda el día a remojo, quizás Galicia no deba ser su primera opción. Los estudios apuntan a que el cuerpo humano se siente a gusto durante largos períodos en agua en torno a los 25 ºC. Son números propios de otras latitudes y que para muchos gallegos no invitan al baño.
Este verano, Barcelona, por ejemplo, registró una media de 24,6°C en el verano de 2024 (junio-agosto), con 24,5°C en julio y 27,1°C en agosto. Palma de Mallorca puede superar los 26°C en julio y agosto , con medias estivales en el Mar Balear que alcanzaron los 26,5-27,3°C en 2023. Benidorm ve sus aguas subir de 20°C a 26°C en el transcurso del verano , con una media de 25,6°C.
Marbella, en la Costa del Sol, experimenta un aumento de 18°C a 22°C en verano , con medias en torno a los 20-22°C en julio y agosto. Las Islas Canarias, por su parte, gozan de una temperatura del agua más estable y cálida durante todo el año, con medias de 23°C en agosto y septiembre.
El calentamiento del mar, un arma de doble filo para Galicia
Las temperaturas están al alza en todas las latitudes. De hecho, las playas del Mediterráneo occidental han sido este verano verdaderos jacuzzis naturales.
La AEMET destaca que en julio la media de temperatura de las aguas mediterráneas superaron los 26 °C, llegando habitualmente hasta 28-30 °C. Malas noticias, en torno a los 29 grados el agua ya no le resulta refrescante a muchas personas.
Los análisis climáticos confirman que este calentamiento no es aislado. Los científicos de AEMET encuentran tendencias claras de subida de temperatura en el mar español en las últimas décadas. En Galicia las anomalías han sido más modestas que en el Mediterráneo pero la tendencia apunta a un Atlántico en calentamiento constante.
Si ampliamos el foco, las cifras empiezan a resultar preocupantes. Desde el año 1982, la temperatura media de la superficie del mar en las islas Cíes ha experimentado un calentamiento de un grado y medio. En las Rías Baixas, este incremento ha sido de 0,8°C en los últimos 30 años.
Las proyecciones futuras son aún más preocupantes. Se espera un aumento de la temperatura superficial del agua de alrededor de 3°C de media en todas las rías gallegas para finales de siglo. La Ría de Vigo y la de Pontevedra, en particular, podrían ver incrementos de hasta 3,3°C, e incluso 3,7°C en su costa sur. Es decir, que si Vigo se mueve en torno a los 17 grados actualmente, acabará el siglo en torno a los 20 grados. Es un cambio que puede parecer nimio, pero que ya no lo parece tanto que implica un alza de la temperatura de casi un 20%.
La Ría de Muros, la más fría de las Rías Baixas, históricamente promedia 15,65°C, podría alcanzar 19,05°C, y la Ría de Arousa, de 18°C a 21°C. Estas proyecciones no solo evidencian una tendencia, sino que anticipan una transformación fundamental del ambiente marino gallego.
El calentamiento de las aguas no es una mera curiosidad estadística o incluso una baza para atraer más veraneantes al país. Puede tener consecuencias directas y devastadoras para la economía de Galicia, especialmente para el sector del marisqueo, que ya se encuentra en una profunda crisis debida a la paulatina degradación ambiental de las rías.
La producción de bivalvos en Galicia se está desplomando. Esta bajada se traduce en una pérdida de ingresos para las mariscadoras, que ganan un 38% menos que hace cinco años.
En 2024 en Galicia, en su conjunto, perdió casi un tercio de su marisco en el que se considera el peor año del siglo. La situación es particularmente crítica en las zonas más cálidas: el fondo de la la Ría de Arousa, una de las principales áreas de cría, sufrió una caída del 55% en su producción en 2024 respecto al promedio de los últimos cinco años, pasando de 2.572 a 1.166 toneladas.
Expertos y estudios señalan al cambio climático como la principal causa de este desplome. El aumento de la temperatura del agua afecta directamente la supervivencia, la capacidad reproductiva y el crecimiento de los mariscos, acelerando sus procesos fisiológicos y alterando sus ciclos vitales. El aumento de la temperatura del agua altera las corrientes y la distribución de larvas, e incluso facilita la llegada de especies propias de hábitats más cálidos antes ausentes en las rías.
Además, las olas de calor y los cambios de temperatura pueden favorecer la proliferación de biotoxinas, llevando a cierres prolongados de las zonas de extracción. Por ejemplo, las rías de Pontevedra y Vigo están sufriendo cierres por biotoxinas de entre 90 y 100 días cada año.
Además, las precipitaciones fuertes en poco tiempo, también vinculadas al cambio climático, alteran la salinidad del agua. Esto ha provocado mortalidades masivas, como el 85% del stock de berberecho y el 25% de almeja japonesa en Arousa el año pasado.
En definitiva, la Galicia actual no posee un mar helado ni mucho menos: sus aguas alcanzan habitualmente 18-20 °C en verano y, aunque siempre muy notablemente por debajo del Mediterráneo (26-28 °C), hay muchos lugares y días para baños confortables.
Por otra parte, el calentamiento es innegable. Un calentamiento puede suponer otro aliciente para el turismo pero también la sentencia de muerte para el marisqueo.
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