¿Pirómano o incendiario? Psicólogos responden sobre esta patología "poco frecuente" y con "alta tasa de reincidencia"

¿Qué motiva a un pirómano? ¿Hay una "cura" para las personas con este diagnóstico? ¿Es más frecuente de lo que creemos? En un país donde la ola de incendios ha provocado que haya once detenidos y más de una veintena de investigados por provocar algunos de los fuegos que han arrasado, según Copernicus, con más de 150.000 hectáreas de terreno, Galiciapress consulta a los expertos del equipo de psicología forense de IPSIA Psicología (Instituto de Psicoterapias Avanzadas) sobre las características de este trastorno, que no debe confundirse con la denominación de "incendiario", pues sus causas son bien distintas. 


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Incendio fuego rtve
Foto: RTVE

 

Lo primero de todo, ¿puede explicar qué debemos entender cuando hablamos de pirómanos o de la piromanía? ¿Es lo mismo que un incendiario?

La piromanía es un trastorno mental recogido en el DSM-5 dentro de los llamados trastornos del control de los impulsos. Se caracteriza por:
• Una necesidad irresistible de prender fuego, precedida de tensión o ansiedad.
• Una sensación de alivio, placer o gratificación al iniciarlo o al observar sus consecuencias.
• Ausencia de motivos económicos, políticos o de venganza que expliquen la conducta.
• Reiteración: no se trata de un episodio aislado, sino de un patrón de conducta.


El diagnóstico forense requiere descartar otras causas: el fuego no se enciende por beneficio material, encubrimiento de delitos, intento de intimidar o trastornos psicóticos donde el fuego se enciende siguiendo una orden delirante. En otras palabras: no todo incendiario es un pirómano. El pirómano actúa movido por una compulsión interna, mientras que el incendiario suele tener un motivo externo y consciente.

 


Diferenciamos claramente entre ambos:
-Pirómano
o Trastorno mental específico.
o Quema por impulso incontrolable.
o Suele permanecer en el lugar del incendio, e incluso colaborar como “voluntario” en la extinción, buscando revivir la emoción.
o Suele presentar antecedentes de problemas de autocontrol, conductas disruptivas en la infancia y, en ocasiones, fascinación patológica por el fuego.
 

-Incendiario
o Persona que provoca fuego con un propósito concreto.
o Puede hacerlo por interés económico (cobrar un seguro, recalificación urbanística), por venganza, por terrorismo o sabotaje, o incluso por negligencia grave.
o No se considera un trastorno mental en sí mismo, aunque puede darse en sujetos con rasgos antisociales o psicopáticos.
 

En la práctica pericial, para determinar si alguien tiene diagnóstico de pirómano, se analiza:
• Historia clínica y antecedentes: episodios repetidos de incendios sin justificación.
• Entrevista clínica forense: valoración de la motivación, control de impulsos y posibles delirios.
• Pruebas psicométricas y proyectivas: escalas de impulsividad, personalidad y control conductual.
• Observación de patrones conductuales: permanencia en la escena, disfrute observado, participación activa en incendios.

 

Es fundamental recordar que la piromanía es muy poco frecuente. La mayoría de los incendios provocados en España no se deben a este trastorno, sino a intereses económicos, negligencias o imprudencias. De hecho, estudios muestran que apenas un 10% de los incendiarios diagnosticados en procesos judiciales cumplen criterios de piromanía estricta.
 

Cuando hablamos de “pirómanos” en los medios solemos englobar bajo ese término a cualquier persona que inicia un incendio. Sin embargo, desde la psicología forense debemos diferenciar con rigor: el pirómano es un enfermo que quema por impulso y placer; el incendiario, en la mayoría de los casos, actúa con intención consciente y motivada.

 

En IPSIA-Psicólogos hacen una importante diferenciación entre la piromanía en niños y adultos. ¿Hay alguna edad en la que sea más frecuente? ¿Puede corregirse si se reconoce pronto? ¿Qué indicadores pueden hacer saltar las alarmas de los padres? 
La piromanía suele manifestarse en la adolescencia temprana y media (entre los 12 y 18 años), aunque puede haber conductas de fascinación por el fuego desde la infancia. Los niños pequeños que juegan con cerillas o mecheros no son necesariamente pirómanos: en edades tempranas hablamos de curiosidad normal. La preocupación surge cuando la conducta se vuelve repetitiva, secreta, peligrosa y está acompañada de excitación emocional o placer tras el incendio. En adultos, la piromanía es menos común, pero puede persistir si no ha sido abordada en etapas previas. En el ámbito forense, la mayoría de diagnosticados tienen un inicio temprano de la conducta.


La detección temprana es clave. Cuando se aborda en la adolescencia, es posible trabajar con técnicas cognitivo-conductuales orientadas al control de impulsos, la gestión de ansiedad y el desarrollo de alternativas de conducta. También puede ser necesario el trabajo familiar y, en algunos casos, apoyo farmacológico.
 

 

Algunos indicadores de alarma que pueden hacer sospechar que la curiosidad por el fuego está evolucionando hacia un patrón problemático:
• Fascinación excesiva por fuego, explosiones o sirenas de bomberos.
• Reiteración en encender pequeños fuegos, incluso sin motivo.
• Mentir u ocultar la conducta incendiaria.
• Expresar alivio o placer tras provocar fuego o presenciar un incendio.
• Mostrar escaso miedo a las consecuencias o a los riesgos para sí y los demás.
• Asociar el fuego con poder, dominio o forma de liberar tensión.
• Historia de otros problemas de conducta (agresividad, robos, vandalismo, crueldad con animales).
 

¿Qué busca un pirómano con sus acciones? ¿Obtienen algún tipo de beneficio personal o esconden otras patologías?
El pirómano verdadero no busca un beneficio externo. Lo que persigue es una gratificación interna:
• Liberar tensión acumulada antes de encender el fuego.
• Experimentar placer, alivio o excitación al provocar y contemplar las llamas.
• Sentirse poderoso al controlar un elemento destructivo como el fuego.
• En algunos casos, revivir la emoción volviendo al lugar del incendio o participando en la extinción como espectador activo.

 

Se trata de un impulso incontrolable más que de un plan racional. Esto es lo que diferencia al pirómano del incendiario motivado por intereses económicos, políticos o de venganza. A diferencia de otros incendiarios, no obtienen un beneficio material (dinero, venganza, encubrimiento de un delito). El “beneficio” es exclusivamente psicológico:
• Sensación de descarga emocional.
• Placer subjetivo o excitación.
• A veces, refuerzo social si son reconocidos por “estar cerca” del suceso o incluso colaborar en la extinción.

 

Ese refuerzo interno convierte la conducta en altamente adictiva y repetitiva, lo que explica las reincidencias.
El diagnóstico de piromanía es excluyente, es decir, solo se confirma cuando no hay otra explicación mejor. Entre los diagnósticos diferenciales encontramos:
• Trastornos de personalidad antisocial o límite: el fuego como conducta impulsiva o destructiva para hacer daño.
• Trastornos psicóticos: el incendio como respuesta a alucinaciones o delirios.
• Retraso intelectual o daño neurológico: donde la persona no comprende la magnitud del riesgo.
• Consumo de sustancias: incendios cometidos bajo intoxicación o como parte de conductas de riesgo.
 

¿PUEDE CORREGIRSE LA PIROMANÍA? ¿CON QUÉ FRECUENCIA REINCIDEN?

¿Existe “cura” para una patología como la piromanía? ¿Cómo se trata o reconduce?
La piromanía es un trastorno del control de impulsos, y como tal se parece a lo que ocurre en otras adicciones conductuales (como la ludopatía). Lo que sí existe es la posibilidad de reducir drásticamente la reincidencia, controlar el impulso y dotar a la persona de estrategias de afrontamiento. En la práctica forense se observa que, sin tratamiento, la probabilidad de que un pirómano reincida es alta. Con intervención adecuada, esa probabilidad disminuye significativamente.

 

 

La terapia cognitivo conductual es la intervención con mayor evidencia:
• Entrenamiento en control de impulsos: identificar señales previas al impulso y aplicar técnicas de demora o sustitución.
• Reestructuración cognitiva: trabajar las creencias de fascinación o poder asociadas al fuego.
• Exposición y prevención de respuesta: enfrentar la excitación asociada al fuego sin llegar al acto.
• Manejo de ansiedad y emociones: técnicas de relajación, mindfulness o biofeedback para reducir la tensión que precede al impulso.
También se hace intervención con familiares, especialmente en adolescentes, para:
• Supervisar conductas de riesgo.
• Reducir acceso a materiales incendiarios.
• Establecer normas claras y consistentes.
• Favorecer refuerzos alternativos al comportamiento peligroso.


Según su experiencia, ¿existe más riesgo de reincidencia entre los pirómanos diagnosticados que en otros pacientes con trastornos de conducta? 
La piromanía, al ser un trastorno del control de los impulsos, tiende a presentar altas tasas de reincidencia si no hay tratamiento ni supervisión. Estudios forenses señalan que entre un 30% y un 60% de los pirómanos diagnosticados reinciden en un plazo de pocos años si no se interviene.

 

Incendios
Foto: EP

 

En comparación, los incendiarios con motivaciones instrumentales (económicas, venganzas, encubrimientos) suelen reincidir menos, porque su conducta depende de una motivación externa concreta y no de un impulso interno repetitivo. Esto convierte a la piromanía en una condición de especial riesgo social: el pirómano puede repetir su conducta aunque haya sido sancionado o haya comprendido racionalmente las consecuencias, porque la gratificación interna prevalece sobre el castigo.


Imagino que existe todavía mucho hermetismo a la hora de reconocer o tratar un caso como la piromanía y será difícil hablarlo en público. ¿Los pacientes responden o se ajustan a algún perfil concreto? ¿Existen redes o grupos de apoyo para estos pacientes?
Se trata de un trastorno poco frecuente, con gran estigma, y que en la mayoría de los casos se aborda solo tras un incidente grave o una intervención judicial. No existen redes de apoyo específicas para pirómanos en España ni en la mayoría de países europeos. Lo que se aplica son programas clínicos individuales de control de impulsos, a veces enmarcados en unidades de psiquiatría forense.
 


En entornos penitenciarios, algunos países han ensayado programas grupales adaptados de terapias cognitivo-conductuales y de prevención de recaídas, similares a los que se usan en adicciones.

 

'EFECTO WERTHER'

En el periodismo existió durante mucho tiempo la creencia de que no se debía informar de casos de suicidio porque esto podría alentar a otras personas a intentarlo. ¿Puede suceder con los pirómanos, que ante una oleada de incendios puedan verse animados a dar rienda suelta a sus ideas, o existen otros detonantes?
Se conoce como efecto Werther que la cobertura mediática de un suicidio puede desencadenar imitaciones. En el caso de la piromanía, aunque la evidencia científica es más limitada, sí se han descrito fenómenos similares:
• Exposición mediática intensa a incendios forestales puede actuar como estímulo desencadenante en personas con impulsos pirómanos latentes.
• No tanto porque “copien” el acto, sino porque se reactiva la fascinación por el fuego, al ver imágenes repetidas de llamas, helicópteros y equipos de extinción.
• Además, la narrativa mediática que a veces presenta al pirómano como una figura casi misteriosa puede reforzar la fantasía de quienes ya sienten atracción patológica por el fuego.

 


En cuanto a los medios, ¿cuentan los profesionales con suficiente apoyo de las administraciones para poder prestar una correcta atención y seguimiento a las personas diagnosticadas?
La piromanía es un trastorno poco frecuente, estigmatizado y muchas veces invisible hasta que llega a los tribunales. Esto provoca que:
•No existan protocolos específicos en la mayoría de servicios de salud mental para su detección y tratamiento.
•El seguimiento clínico-forense recaiga en unidades de psiquiatría forense, muy limitadas en número y recursos.
•La coordinación entre justicia, sanidad y servicios sociales sea débil, lo que dificulta la continuidad asistencial tras una condena o medida judicial.

 

 

 

 

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