Cloacas, élites, medios de comunicación y democracia

Manoel Barbeitos
Economista

Si ya teníamos evidencias de lo mal que le sentó las élites españolas (económicas, políticas y mediáticas) que Pedro Sánchez y el PSOE, con el apoyo de fuerzas democráticas españolas y gallegas (UNIDOS PODEMOS, COMUNS, EN MAREA, COMPROMIS, PNV, PDdeCat, ERC, BILDU…) ganasen la moción de censura y abriesen un nuevo tiempo político. Ahora que en el horizonte electoral aparece con claridad la posibilidad cierta de un gobierno progresista, esas evidencias son confirmadas por la gran ofensiva política y mediática de las que se conocen como cloacas del estado.


La experiencia nos enseña que en la defensa de su estatus y privilegios las derechas españolas no tienen reparos en utilizar los servicios tanto de las cloacas del estado, que tan bien conocen, como de magistrados y medios de comunicación y opinión (La RAZON, ABC, EL MUNDO, OK DIARIO, MONCLOA. COM….) afines y conocidos tanto por su simpatía por el franquismo y por la monarquía corrupta cómo por su dependencia financiera del IBEX 35 del cual son altavoces. Una ofensiva antidemocrática y fastizoide de la que el PSOE no debió perder de vista y que tiene como objetivo central impedir que, tras las elecciones generales, se lleguen a acuerdos con la izquierda que pongan en peligro el ancestral y oligárquico dominio de aquellas. En este histórico marco, cualquier acción política que tenga como horizonte ya no finalizar sino reducir, aunque sea mínimamente, las enormes desigualdades económicas y sociales que caracterizan a España, se encontrará con la furibunda reacción de las fuerzas conservadoras españolas y sus poderes fácticos (jefatura del estado, aparato judicial, cloacas, medios de comunicación y opinión majaderas …). No digamos sí a ese objetivo igualitario lo acompaña la intención política de reconducir democráticamente el estado de las autonomías y, por tanto, finalizar por caso con el llamado “problema catalán”. La “España, una grande y libre” regresaría con toda su virulencia.


En la actual coyuntura llama poderosamente la atención el comportamiento y las actitudes de una jefatura del estado que sí aparece como titular de un gran déficit democrático –propiciado por una condición sacrosanta de inviolabilidad tal que impide investigar cualquier acto delictivo de la misma- tiene al mismo tiempo una no menor responsabilidad en la actuación de estas cloacas que le sirven para tapar vergüenzas como, por caso, la existencia de muy opacas y turbias estructuras financieras. Vergüenzas que casan con un comportamiento autoritario y escasamente democrático tanto del rey emérito como de su sucesor. En el poco tiempo que lleva de monarca (va para cinco años), Felipe VI ya dejó muy claro que sigue fiel a tradición borbónica, lo que no es una buena noticia para una democracia tan deficitaria como la española. No es una buena noticia para un estado precisado de limpiar a fondo y con urgencia sus cloacas y que la jefatura esté en tales manos. Unas manos que, sin duda, llegan a chocarse con las citadas cloacas cuando se trata de la defensa de sus privilegios.


Si la más alta instancia del estado no se caracteriza por su talante genuinamente democrático, otras instancias no menos relevantes del estado como la justicia –la única institución del estado, excepto la jefatura, pendiente de democratización- que cuenta en sus filas con un numero nada despreciable de miembros (jueces, fiscales) con un fuerte talante conservador: se recuerde, por caso, el insólito manifiesto de los 750 jueces españoles con motivo de la sentencia contra los violadores “de la manada”. Un colectivo de magistrados que se muestra claramente beligerante con el nuevo gobierno salido de la moción de censura y no digamos con uno futuro gobierno de progreso. Aún más, hay miembros de la judicatura cuyas convivencias con las cloacas del estado son de sobra conocidas. Convivencias de las que tenemos sobradas evidencias como por caso están mostrando las “revelaciones” de la nueva garganta profunda del excomisario Villarejo. Revelaciones que ponen en evidencia cómo son fundadas las sospechas de que en España existe una organización criminal formada por jueces, policías, periodistas y políticos trabajando de la mano de las cloacas del estado en contra del estado de derecho y las libertades democráticas.


Unas fundadas sospechas que ponen en evidencia la enorme responsabilidad tanto del PSOE como muy especialmente del PP en este déficit democrático. Por caso, cabe preguntarse qué hicieron los gobiernos de Felipe González (1982/1996) y José Luís R. Zapatero (2004/2011) durante sus largos mandatos por limpiar las sucias cloacas del estado español. Difícil de entender, por no decir imposible, si no tenemos en cuenta que relevantes personalidades del viejo PSOE mantuvieron, y aún mantienen. He ahí el reciente caso de imputación del director de información de Pedro Sánchez, vínculos con las citadas cloacas. Claro está que estas responsabilidades se quedan pequeñas al lado de las atribuibles al partido más corrupto de Europa (PP: Partido Popular) cuando, por caso, durante el mandato de Mariano Rajoy tuvimos ocasión de comprobar, con Jorge Fernández Díaz y Juan Ignacio Zoido de ministros del Interior y auténticos jefes de una mafia política –“la policía patriótica” del PP-, como las cloacas funcionaron a pleno rendimiento, por caso persiguiendo, espiando y difamando nada más y nada menos que a partidos de la oposición (PODEMOS, ERC..). Recordemos que fue en este período de gobierno del Partido Popular (2015) cuando el comisario Villarejo, hoy encadenado por organización criminal, cohecho y blanqueo de capitales, recibió la medalla roja al mérito policial.


Sí las cloacas se atreven hoy a echarle un pulso al estado democrático, sí parecen quien de hacer tambalear gobiernos, las razones hay que buscarlas en su excelente relación –auténtico contubernio- con algunos destacados y relevantes miembros de las instancias citadas: jefatura del estado, élites económicas, magistratura, partidos políticos, medios de comunicación, quienes, en algún momento, se sirvieron y se sirven de las mismas para sus intereses. Unas instancias precisadas, por tanto, de una democratización profunda pues está en juego, nada más y nada menos, que la propia democracia española.


He ahí un gran reto de las fuerzas democráticas que, de ninguna forma, deben aceptar los chantajes de las cloacas. Que caiga quien tenga que caer. 

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