La marcha a Madrid de Alberto Núñez Feijóo después de 13 años de ejercer como Presidente de la Xunta, siempre con el apoyo de una mayoría absoluta parlamentaria, le da pie a hacer un balance de su gestión en todo este tiempo.
Un tiempo en el que Galicia, como prácticamente toda Europa, conoció una crisis bancaria (2008), una crisis del euro (2010), una pandemia (2020) y ahora el impacto de la guerra en Ucrania (2022). Unos tiempos y unos acontecimientos que, vista su gestión, ponen en evidencia como el señor Feijóo y su equipo (PPdeG) nunca fueron quienes ni de entender la naturaleza y la dimensión de los cambios que se estaban produciendo ni de, utilizando tanto las potencialidades propias como las compartidas con el Gobierno central además de las ayudas que venían de la Unión Europea, impulsar desde la Xunta aquellas transformaciones que la realidad económica y social de Galicia exigían.
Repasemos: su actuación frente a crisis bancaria facilitaría el destrozo de las cajas de ahorro gallegas que eran fundamentales en el mercado monetario autóctono. Ciertamente que no toda la responsabilidad fue del Gobierno gallego, pues el Banco de España no fue menos responsable, pero resulta indiscutible que, seguramente por no llegar a entender la dimensión de la crisis bancaria, aquel no fue quien de impedir el destrozo dejando así en la memoria colectiva una sensación de clara incompetencia.
Tampoco el señor Feijóo y su equipo fueron quienes de ver que el final de la crisis financiera dejaba a los gallegos y gallegas, al igual que en el conjunto de los españoles, una clara insatisfacción con la marcha de la economía y la sociedad ya que, por caso, la desigualdad se disparaba como demostraba la creciente distancia entre las rentas del capital y del trabajo en la distribución de la riqueza gallega. Su respuesta fue la de sumarse, con la aplicación de un alumno aventajado, a las políticas de austeridad compulsiva que tuvieron su reflejo tanto en los ajustes fiscales en los servicios públicos más importantes (atención sanitaria, vejez, infancia, exclusión...) cuanto en la precarización laboral.
Frente el desastre sanitario provocado por la pandemia, y contra toda lógica, el señor Núñez Feijóo aprovechó las dificultades del momento para comparar con el Gobierno central (PSOE/UP) cuando lo que se requería, dada la dureza del impacto, era la colaboración entre todas las administraciones públicas, pero bajo la dirección del gobierno central. Al tiempo se ponían en evidencia los negativos efectos de las privatizaciones y las reducciones del personal y medios en los servicios públicos asistenciales (residencias de mayores, hospitales, centros de atención primaria).
En todos estos años quedó siempre de manifiesto la ausencia de una estrategia, de una mirada política más allá del inmediato. La incapacidad de fijar otros objetivos que no fuesen los de la permanencia en el poder. Los resultados están a la vista: una Galicia más pobre, más envejecida, con menos empleo y peores salarios, con una juventud que se ve forzada a emigrar por no encontrar un trabajo decente en su país, un sector agrario en una encrucijada vital, una industria que desfallece y unos servicios públicos que cada vez cubren menos las necesidades de la población gallega.
Para más bochorno cuando, a causa de la pandemia y la guerra en Ucrania, nos enfrentamos a una serie de retos cada cual más relevante y de urgente solución el señor Feijóo deja el barco, olvida sus promesas de permanecer en Galicia y se va para Madrid.
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