Sánchez tiene razón en que la UE necesita reformas, pero no unas reformas cualquiera

Manoel Barbeitos
Economista

 

El president del Govern central, Pedro Sánchez, al Parlament Europeu
El presidente Pedro Sánchez, en el Parlamento Europeo - EP


 

Pedro Sánchez  "Europa se encuentra en una encrucijada y debe decidir si se convierte en un faro que inspira al mundo como ejemplo de integración y progreso o si se esconde detrás de las trincheras" 


 

Pedro Sánchez tiene razón en que la Unión Europea necesita reformas, pero no cualquier reforma, sino reformas en profundidad, porque de lo contrario se alejará cada vez más de los principios que la definen y será cada vez más irrelevante en el mundo. Solo faltaba que empezaran a descubrirse casos de corrupción para que cobrara más fuerza la impresión de que la Unión Europea está perdiendo el rumbo.

 

No se puede negar que el creciente auge de los partidos de extrema derecha en la mayoría de los estados que integran la Unión Europea es una clara manifestación ciudadana de rechazo tanto al funcionamiento (de la toma de decisiones) como a las políticas que se aplican (que favorecer claramente a una minoría, la gran banca). ¿Por qué este ascenso de la extrema derecha no se limita a unos pocos estados con características similares? No es el caso. A día de hoy, la extrema derecha observa con optimismo, vistos precedentes nacionales como el último resultado en Países Bajos, las elecciones al Parlamento Europeo de 2024. Un ascenso que se ve favorecido por varios factores relacionados tanto con el funcionamiento de la UE como con las políticas lanzadas en las últimas décadas.

 

Es indiscutible que la Unión Europea esconde un gran déficit democrático que lleva a muchos ciudadanos europeos a observarla como algo ajeno, incluso contrario, a sus intereses. Una situación que entraña enormes riesgos para la democracia dada la relevancia e impacto de sus decisiones. Un gran déficit democrático que se evidencia en el funcionamiento de relevantes instituciones comunitarias como el Banco Central Europeo, máximo responsable de las políticas monetaria y fiscal, cuyas decisiones y acciones no sólo escapan al control del Parlamento Europeo, y la Comisión Europea . Favorecidos por la cesión suicida de soberanía por parte de los estados, son capaces de imponerse a los gobiernos y parlamentos nacionales, como pudimos comprobar, dramáticamente, con Grecia en 2015.

 

Para superar este déficit democrático, debemos, en primer lugar, conceder al Parlamento Europeo los poderes que esta Cámara tiene en cualquier régimen democrático, por ejemplo, como auténtico representante de los pueblos europeos y como tal con capacidad de ejercer poder legislativo, aprobar los presupuestos y controlar la actuación de la Comisión Europea.

 

Esta reforma también significaría que la Comisión Europea, como órgano ejecutivo europeo que tiene poderes muy amplios que le otorgan un enorme poder pero que está fuera de cualquier control democrático, debería ser elegida por el Parlamento Europeo ante el cual tendría que rendir cuentas. La situación actual, aunque pueda adoptar un formato democrático, lleva a que tanto la Presidencia, como la Vicepresidencia y los Comisarios salgan de un reparto de poderes pactado entre los partidos mayoritarios pero bajo la supervisión y liderazgo de Alemania. La situación actual explica muchas de las actuaciones despóticas de la Comisión Europea en todos estos años y en las que prevalecieron los intereses tanto de Alemania y sus satélites, como de la banca y las grandes empresas europeas.

 

En relación con otra institución poderosa, el Banco Central Europeo responsable de la política monetaria en la UEM (tipos de interés y de cambio, oferta monetaria), hay que subrayar que, a pesar de su nombre, no actúa como un verdadero banco central que presta directamente dinero tanto a instituciones comunitarias como a gobiernos nacionales, pero ha cedido esa competencia a la banca privada. Una operación que le separa de otros bancos centrales como la Reserva Federal (Estados Unidos), el Banco de Inglaterra (Gran Bretaña) y el Banco de Japón (Japón). Este formato, exigido por Alemania para aceptar la UEM, lleva a que los Estados europeos necesitados de financiación a caer en manos de bancos privados que aprovechan el regalo para, como estamos viendo, subir los tipos de interés de los préstamos, lo que dispara el endeudamiento público. En este caso, la reforma debe apuntar a que el BCE se convierta en un auténtico banco central que preste directamente a los gobiernos europeos y cuyos objetivos sean tanto la lucha contra la inflación como el crecimiento económico y la creación de empleo.

 

Pero seguramente la reforma más necesaria y ciertamente la más difícil se refiere al euro actual como moneda única en la UEM. A día de hoy sigue siendo difícil entender cuántos países europeos, especialmente los conocidos como PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) aceptaron esta imposición de Alemania porque era previsible que sucediera lo que acabó pasando. Que estados con balanzas de pagos deficitarias, pero sin capacidad de modificar el tipo de cambio de manera que favorezca las exportaciones, tendrían que recurrir a devaluaciones internas (salarios, pensiones,...) que deprimirían su economía, harían caer los ingresos públicos provocando que crecieran los déficits y en consecuencia las deudas públicas. Algo que hemos podido comprobar en todos estos años y que también explica que la UEM, en términos globales, no sea capaz de evitar recesiones recurrentes. Aunque pueda parecer una utopía, los estados de la UEM tendrán que reconsiderar en algún momento, si no quieren que los riesgos de una ruptura sean aún mayores y muy plausibles, la realidad del euro como moneda única.


Como se puede ver, no se trata de reformas que afecten a las formas sino a la sustancia de la UE y especialmente de la UEM. Se trata de reformas silenciosas que, dada la actual correlación de fuerzas, no parecen factibles a corto plazo, pero hacia las que los estados europeos tendrán que avanzar para evitar que la la situación económica se vea afectada por crisis recurrentes y, como consecuencia, la democracia amenazada por fuerzas totalitarias. Pronto veremos la primera prueba con la discusión de las nuevas normas fiscales. Si la UEM abandona definitivamente la ortodoxia ordoliberal o persiste en los dogmas. El futuro de Europa está en juego.


Próximamente también veremos cuáles son las propuestas de Pedro Sánchez, y su equipo, para que "Europa se convierta en un faro que inspire al mundo". 


 

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