Sin novedades en el frente europeo

Manoel Barbeitos
Economista

¿Qué lecturas políticas caben de los recientes nombramientos relativos a las autoridades europeas? ¿Qué podemos esperar los ciudadanos europeos? ¿Cabe, por caso, esperar un funcionamiento más democrático de las principales instituciones europeas? ¿Cabe también esperar cambios en las políticas públicas que más afectan al bienestar de los ciudadanos europeos?


En relación al primero punto tenemos respuesta, por caso, en la forma y en el fondo en que se procedió la elección de los/las altos/altas responsables comunitarios. Así se volvió a comprobar que el Parlamento Europeo (poder legislativo) no es un Parlamento en el sentido amplio del término, quedando nuevamente en evidencia el gran déficit democrático que esconde la Unión Europea. Como pudimos comprobar la elección de los cargos de máxima relevancia, que son designados por  los estados, fue fruto de un reparto partidario en el que el ala derecha de la política europea (conservadores y liberales) copa los puestos más poderosos y decisivos (presidencias del Consejo, de la Comisión y del BCE). Un reparto que revela como la socialdemocracia, a pesar de la elección de  J. Borrell cómo Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y de Seguridad Común, sufre una creciente pérdida de influencia en Europa.


Una elección que  no obstante no ha debido ocultar que en el seno de la derecha europea existe una auténtica lucha por el poder. Una batalla política, entre conservadores y liberales que, liderada respectivamente por  Angela Merkel y  Emmanuel  Macrón, esconde una pugna por cómo se reparte el poder dentro de la Unión Europea y de cuya resolución dependerá, por caso, el papel del Consejo y su relación con la todopoderosa Comisión.


Con respeto al futuro de las políticas públicas (fiscal, monetaria, comercial) basta con fijarse en el detalle anteriormente citado relativo al reparto de poder para entender que todo va a seguir prácticamente igual, que no habrá cambios relevantes en la construcción europea. El reparto de poder aprobado supone que  Alemania, con el apoyo de sus satélites (Austria, Finlandia, Países Bajos), y Francia siguen controlando los auténticos poderes legislativo y ejecutivo europeos. Un control que les permitirá mantener la  UEM en la senda neoliberal: ortodoxia fiscal, monetaria y comercial. Una senda que supone un duro castigo para las clases populares y que favorece que la  desafección ciudadana hasta la Unión Europea se mantenga en niveles muy altos como, por caso, refleja la elevada abstención.


A nivel partidario el PSOE puede estar relativamente contento. El nombramiento de Josep Borrell cómo Alto Representante de la Unión Para Asuntos Exteriores y de Seguridad Común (una suerte de Ministro de Asuntos Exteriores de la UE) es un indiscutible tanto político y un buen golpe de efecto. Otra cosa serán los resultados prácticos, no por mor de la personalidad de Borrell, sino por la escasa relevancia que tiene la política exterior común europea debido la negativa de los estados más poderosos (Alemania, Francia, Italia…) a ceder soberanía y presencia en este campo de la política.  Sin embargo ahí están en el horizonte más inmediato asuntos de gran trascendencia como la guerra comercial USA-China, el Brexit y la inmigración para poder medir la real capacidad de  J. Borrell de cara a dotar a la Unión Europea de una política exterior y de defensa común y mostrar así que Europa tiene autonomía frente, por caso, los Estados Unidos. Una autonomía que si siempre fue necesaria resulta ahora urgente por la presencia de D.  Trump en la Casa Blanca.


Los que no tienen muchas razones para estar contentos son los políticos independentistas catalanes. Si hasta ahora su influencia en Europa era mínima, ahora con  J. Borrell como comisionado de Asuntos Exteriores será prácticamente nula. Más aún, con toda probabilidad tendrán las autoridades europeas claramente en contra de sus postulados y actitudes.

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