Coronavirus y democracia social

Manoel Barbeitos
Economista

Voces expertas dicen que en las dificultades es cuando se alcanza a ver la auténtica naturaleza de todas las cosas, por caso estados, gobiernos, medios de comunicación, empresarios, trabajadores, ciudadanos, etc. Seguramente la pandemia del coronavirus también tendrá el efecto de colocarnos delante del espejo pero de lo que no cabe duda es de que está poniendo en evidencia las debilidades y fragilidades de nuestras sociedades. Por caso, tanto las debilidades de la democracia española, y gallega, como  la fragilidad de la conciencia cívica y ciudadana.


Una de las manifestaciones de tales debilidades la tenemos, por caso, en el manejo cada vez más frecuente por parte de los gobernantes de un lenguaje y un discurso belicoso frente a la pandemia: “esta guerra la vamos a ganar”. Lenguaje y discursos que se acompañan de una creciente presencia de personal militar tanto en las ruedas de prensa del Gobierno como en las calles en tareas de vigilancia del cumplimiento de las órdenes de confinamiento. Unas ruedas de prensa en las que se informa prolijamente tanto sobre el número de sancionados y de detenidos por no cumplir las normas de confinamiento como del dinero ingresado por el Estado procedente de las multas. En relación al protagonismo militar y a nivel particular quiero subrayar que las imágenes de Compostela prácticamente tomada por el ejército me provocaron escalofríos. ¿Era realmente necesario ese despliegue? Tengo muchas dudas, porque ni estamos en una guerra ni es precisa una ocupación militar. Somos ciudadanos, no soldados en un estado de excepción encubierto. Me preocupa que este estado de alarma se  enquiste y no recuperemos todos nuestros derechos una vez finalizado.


Por si estas acciones no fuesen en sí mismas preocupantes sucede que trasladaron a muchas conciencias ciudadanas la idea de que “estamos en guerra”. Pero, en guerra... ¿contra quién?  ¿Contra un virus? Lamento decir que a veces parece como que estamos en una pelea de unos contra otros. Por caso de las derechas contra las izquierdas. Así cuando en plena emergencia sanitaria escuchamos a líderes de las derechas atacar al Gobierno español como si fuese culpable, el único culpable de la pandemia y ya no de su expansión sino de su aparición –“alentando concentraciones y manifestaciones”-, uno no puede por menos que reafirmarse en el criterio político de que las derechas españolas y sus altavoces, que son mayoría, aun no aprobaron la asignatura de la democracia, pues siguen considerando la lucha política como una guerra de trincheras. Asusta pensar en cómo sería esta crisis gestionada por las derechas.


Una guerra en la que parecen estar también los empresarios contra los trabajadores. Así se puede asegurar que muchos están aprovechando la pandemia para proceder a reducir se las planté en una intensidad y dimensión -a 30 de marzo más del 25% de las empresas habían solicitado un ERTE- que resultan claramente oportunistas y exageradas. Una dinámica que es muy peligrosa para las propias empresas en particular y para la economía en general. ¿Qué decir, por caso, de los grandes capitales que intentan sacar tajada de la situación de los comprados? ¿Qué pensar del comportamiento de grandes empresarios y banqueros que aprovechan la crisis de coronavirus para incrementar sus ganancias en la Bolsa o en mercados financieros como lo de las deudas públicas? En este marco, y pensando en Galicia, si las pymes y el comercio al por menor cierra, ¿qué economía veremos luego de la pandemia?


Finalmente resulta preocupante observar como un número importante de ciudadanos se hacen eco de la retórica belicista y se comportan como si fuesen policías o vigilantes de otros ciudadanos. Acciones que nos traen a la memoria viejas pesadillas. Parece como si estuviésemos en una lucha insolidaria entre ciudadanos, vigilándonos mutuamente, acusándonos de no cumplir las leyes de confinamiento y de ser culpables de la propagación del virus, increpándonos, denunciándonos -el  coronavirus propició que aparezcan los que se dan en llamar “ chivatos de balcón” -, distanciándonos - “no te me acerques” -. ¡Ay, sí George Orwell (1984) levantase la cabeza! Una pregunta: cuando volvamos la normalidad, ¿seguiremos vigilándonos unos a los otros? ¿Aceptaremos nuevos sacrificios en los derechos y las libertades democráticas?


Pero es bien cierto que toda historia tiene, cuando menos, dos caras y esta coyuntura no es una excepción. Así, las muestras de solidaridad -por caso, los balcones solidarios-, generosidad –“voluntarios para el coronavirus”-, compromiso cívico – he ahí la mayoría del personal de la sanidad pública- y cultura democrática que brotan en todas y cada una de las esferas de las sociedades española y gallega animan y emocionan. Lo que pasa es que somos sociedades que aún escondemos importantes déficits democráticos que, en situaciones excepcionales como en la actualidad, se hacen más visibles y notorios.

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