Estados Unidos: un imperio en declive

Manoel Barbeitos
Economista

Una vez celebradas las elecciones presidenciales en los Estados Unidos puede ser el momento para algunas reflexiones sobre este país de países en base a las evidencias. Como por caso que sigue sorprendiendo la atención política y mediática que se le presta en Galicia y en toda España. Una atención que considero excesiva y que supera a la que, por caso, se tiene con cualquiera estado de la Unión Europea. En algunos momentos parecía como si España fuese un estado más de los USA y así, según me cuentan, alguna cadena televisiva privada en esos días prácticamente no informó de otra cosa. Sorprende esta circunstancia cuando, por caso,  en la actualidad España tiene un volumen de intercambios comerciales con la Unión Europea y, incluso, con China superior a lo que tiene con los Estados Unidos.


Sí, durante el franquismo este colonialismo informativo era comprensible a causa de que los Estados Unidos eran el principal soporte político y militar de la criminal dictadura. Ahora lo resulta menos cuando España está plenamente integrada en la Unión Europea lo que debería suponer una mayor atención al devenir de Europa. Estoy seguro de que si se realizase una encuesta preguntando sobre el nombre del presidente de los Estados Unidos y los de los jefes de estado de la Unión Europea serían muchos más los/las ciudadanos que sabrían quién es el primero y muchos menos quienes son los segundos.


No obstante, e esta atención mediática la información peca mucho de superficial, cuando no de  frívola y sesgada. Tenemos multitud de ejemplos como, por caso, lo que nos llega sobre la personalidad de los presidentes. Sí, durante la dictadura esta circunstancia, por mor de la censura, era justificable y así, por caso, nos vendieron como gran presidente (John Fitzgerald Kennedy) al que seguramente pasa por ser uno de los presidentes más mediocres e incompetentes de la historia de los Estados Unidos -aprobó la invasión de la bahía de Cochinos, apoyó numerosos golpes militares en Latinoamérica, agrandó la implicación de los Estados Unidos en la guerra con Vietnam, era adicto a las drogas, ....- tal que, de no ser por el terrible asesinato, todo indicaba que no llegaría a finalizar el mandato presidencial a causa de un impeachment: "hoy sabemos que casi todo lo que rodeaba su imagen pública era un fraude" (Por el bien del imperio Josep Fontana). En la actualidad resulta menos comprensible cuando podemos comprobar como, por caso,  Barak Obama a pesar de no cumplir la mayoría de sus promesas, de adoptar durante su mandato una postura ferreamente belicista y  pronuclear que provocó en estados de Oriente Medio la muerte de miles de víctimas civiles, de ampliar los asesinatos selectivos mediante ataques con drones, de poner en práctica políticas neoliberales muy poco interesadas por la situación de la gente que peor lo estaba pasando como, por caso, la gente de  color y otras minorías étnicas y de hacer que los ricos se hiciesen aún más ricos (Síntomas  mórbidos Donald  Sassoon) en los que lo vendieron como un presidente demócrata, liberal, progresista e incluso pacifista (recibiría el premio Nobel de la Paz en el año 2009).


Lo mismo sucede con la realidad política. Así, es difícil encontrar voces que cuestionen su enorme déficit democrático, porque la democracia más antigua del mundo es hoy una democracia muy limitada tal que son las clases más ricas y poderosas quienes marcan la agenda política, quienes gobiernan. Así, si por caso el patrimonio neto estimado de Donald Trump ronda los 3.100 millones de dólares mientras la fortuna de Joe Biden es mucho menor, ya que se calcula asciende a los 9 millones de dólares, en cualquiera de los casos estamos hablando de políticos millonarios, pues tal y como está montando el sistema electoral estadounidense no es posible que se cumpla aquello de que "cualquier ciudadano estadounidense -independientemente de su condición social,  color de piel, género o etnia- puede llegar a ser presidente de los Estados Unidos". En la pasada legislatura el porcentaje de millonarios en el Senado era del 66%, 41% en el Congreso.


Este principio democrático no se cumple por varias razones relacionadas especialmente con el sistema electoral. En primer lugar que los políticos que quieren ser elegidos candidatos por su partido precisan  de contar con cuantiosos medios para hacer campaña (pueden superar de promedio los 100 millones de dólares en las primarias, los 1.000 millones en las presidenciales), medios que, como sucederá posteriormente con la campaña electoral, proceden de fuentes privadas entre las que las grandes fortunas son quienes más aportan. Donantes que, evidentemente, ponen sus condiciones como, por caso, que el candidato una vez elegido lleve a cabo políticas que favorezcan sus intereses. He ahí que un candidato procedente de las clases populares tenga prácticamente imposible ya no llegar a ser candidato presidencial (elegido en la "convención nacional") sino incluso participar dignamente en la propia elección de candidatos en su estado ("primarias"). Mucho más si además es de izquierdas. Las propias televisiones privadas, que tanta influencia tienen en los votantes, prácticamente los ignoran en el mejor de los casos.


Este déficit democrático también se traslada a la propia elección de presidentes de tal manera que como vino sucediendo en las últimas décadas puede resultar elegido el candidato con menos votos (Adams, Hayes, Harrison, Bush, Trump....). En los Estados Unidos la elección de presidente, a diferencia de lo que por caso sucede con Francia, no se hace por sufragio directo, sino indirectamente y por colegios electorales. Los votantes eligen en cada estado, por votación directa y mayoritaria, un compromisario, quien recoge todos los votos electorales de ese estado (excepto en el caso de  Nebraska y  Maine donde los votos se distribuyen proporcionalmente, no mayoritariamente) y pasa a formar parte del Colegio electoral. Serán los miembros de este quienes, posteriormente, emitan sus votos para la elección del nuevo Presidente

Otra prueba de este déficit democrático la tenemos en la baja participación electoral de las clases populares (en algunos estados no llega al 30%) ya que, en una gran mayoría, piensan que su preferido ni siquiera va a ser elegido candidato por su partido (Ralph Nader, Bernie Sanders,  Jesse Jackson, George McGovern...).


En el momento de escribir este artículo van cinco días desde que se celebrasen las elecciones presidenciales y aún no sabemos con total certeza quién será el vencedor (todo indica que Joe Biden ya tiene los votos suficientes para ser elegido presidente). ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo explicar que el resultado final puede que tenga que finalizarse en los tribunales (Donald Trump habla de robo y amenaza con no reconocer los resultados)? Que otra explicación cabe a que estamos ante una democracia enferma en un imperio en declive cuya popularidad en el mundo está bajo mínimos: 33% de índice de aprobación mundial.

1 Comentarios

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Como por caso, caso ou non caso. Manoel, controla

escrito por Lois 10/nov/20    07:58

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