"Si defender tus derechos te hace terrorista, soy un terrorista".
Ghaleb Jaber, empresario palestino en Galicia
“Nada, absolutamente nada, justifica el genocidio en curso en Gaza. Ahí, bajo toneladas de escombros, están enterrada decenas de miles de mujeres y niños inocentes, y también está sepultado el derecho humanitario y el mito de la superioridad ética de Occidente” (Luiz Inácio Lula da Silva presidente de Brasil, en la Asamblea General de la ONU)
Esta semana pudimos comprobar algo que debería ser evidente: que, aunque muchos dirigentes políticos le habían estado dando las espaldas durante mucho tiempo y algunos -Alemania, Italia- lo sigan haciendo, Palestina no está sola en el mundo. Porque somos muchos y muchas, diría que millones, los ciudadanos, desde Australia a Gran Bretaña, desde Chile a España, que estamos en contra del genocidio que el gobierno de Israel está provocando en Gaza, donde ya son unos 65.500 los gazaties asesinados de los cuales unos 20.000, según Save the Children, son niños y niñas.
Millones de ciudadanos cuyo grito de indignación parece haber llegado a las Naciones Unidas donde ya son más de 145 los Estados que se sumaron a la petición de reconocimiento internacional de Palestina, entre los cuales resulta significativa y relevante, por razones históricas, la presencia de Gran Bretaña y Francia. Unas Naciones Unidas que, recientemente, también pusieron en evidencia algo ya sabido, pero que cada día que pasa aparece como más evidente: el peligro que para la paz mundial suponen Donald Trump y la oligarquía que lo apoya. Unas élites que intentan imponer su hegemonía a nivel mundial basándose en su fuerza militar. Un poder sustentado en el chantaje, la amenaza y el sometimiento, como quedó claramente de manifiesto en el lamentable discurso de Donald Trump delante de la Asamblea General de la ONU, donde mostró públicamente su desprecio y poco respeto por esta organización internacional de quien llegó a cuestionar su utilidad.
Esta multitudinaria respuesta ciudadana está también poniendo en evidencia la creciente soledad de Israel, cuyos crímenes de guerra, más temprano que tarde, no quedarán impunes, y cuyos autores tendrán que responder delante de la justicia internacional.
En este marco es de justicia aplaudir la valiente posición política de (Pedro) Sánchez y el gobierno español de progreso (PSOE/Sumar) denunciando el genocidio en la Asamblea de las Naciones Unidas y dejando públicamente en evidencia que Palestina no esta sola frente a los intentos genocidas de Israel: “Si el reconocimiento del Estado Palestino es urgente, lo es aún más que exista un pueblo palestino en el Estado que pretendemos reconocer. Y, lamentablemente, el pueblo palestino está siendo aniquilado” (Pedro Sánchez) “Hoy damos un paso crucial al reivindicar la solución de los dos Estados en esta conferencia. Pero, seamos claros, no hay solución posible cuando la población de uno de los dos Estados es víctima de un genocidio” (Pedro Sánchez).
En sentido contrario a lo manifestado por (Pedro) Sánchez, la posición de las derechas españolas, unas por ideología (Vox) y otras por una política de oposición permanente (PP), es la de negarse a reconocer el genocidio y oponerse a las sanciones a Israel. Unas posiciones que si resultan moralmente lamentables son también políticamente equivocadas, pues parecen no entender la dimensión histórica y moral del genocidio en Gaza y tampoco ser conscientes del amplio consenso político y ciudadano sobre el mismo. En el caso concreto del PP el señor (Alberto) Nuñez Feijóo debería tener muy presente lo que le pasó a su colega de partido (Jose María) Aznar cuándo en la guerra en Irak se alineó con las potencias invasoras (Estados Unidos y Gran Bretaña).
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